País anosmia: la covid persistente mantiene a millones de personas (también) sin olfato cinco años después

[Ver vídeo en HD en YouTube o SmartTV] Lupe era enfermera en la trinchera sanitaria del sur de Madrid en marzo de 2020. El día en que se decretó el estado de alarma, llegó a casa y esa misma noche empezó a sentirse rara. Perdió el olfato (anosmia), signo inequívoco de que el SARS-CoV-2 la […]

Mar 16, 2025 - 14:12
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País anosmia: la covid persistente mantiene a millones de personas (también) sin olfato cinco años después
Covid persistente, cinco años después

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Lupe era enfermera en la trinchera sanitaria del sur de Madrid en marzo de 2020. El día en que se decretó el estado de alarma, llegó a casa y esa misma noche empezó a sentirse rara. Perdió el olfato (anosmia), signo inequívoco de que el SARS-CoV-2 la acompañaba. Aquello devino, días después, en una neumonía de la que se recuperó. Sin embargo, lo que al principio parecían secuelas temporales, para el mes de junio eran ahogos, fatiga y otra pléyade de síntomas que la apartaron para siempre de la enfermería. Cinco años después, Lupe sabe que tiene covid persistente. “Saberlo es un alivio, no creas”. Lo que no tiene es un olfato funcional. “Empecé a desarrollar olores fantasma (fantosmia), de cosas que no hay, como fuego”.

Para millones de personas en todo el mundo (unos 400 millones, según estima el epidemiólogo Ziyad Al-Aly, de WUSTL), la pandemia sigue dando guerra cinco años después. Sus vidas, en los casos más extremos, siguen en confinamiento. “Yo apenas salgo de casa”, confiesa Lupe. “Necesito un analgésico para levantarme de la cama por las mañanas”. Ella es el vivo perfil mayoritario de una covid persistente con características de lo que veníamos llamando fibromialgia: mujer de mediana edad.

Explica el doctor Francisco Mera, especialista en covid persistente en la clínica Blue Healthcare, que hay más de 200 síntomas asociados a la covid persistente. “Pueden fluctuar”, pero predomina un cansancio extremo, dolor muscular y la niebla mental… además de la anosmia. Sin un censo oficial, algunas estimaciones apuntan a más de 7 millones de personas que no pueden (¿ni podrán?) volver a oler tras la covid. El equivalente a un país como Nicaragua.

“El olfato era, hasta la pandemia de COVID-19, el patito feo de los sentidos”, precisa desde su consulta de entrenamiento olfativo en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid Alfonso Santamaría (SEORL). “Es el más ligado a la memoria. Por eso, su pérdida afecta tanto a nivel emocional”. Es cierto que los nuevos casos de anosmia se han reducido, pero otras manifestaciones de covid persistente no.

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La covid persistente —definida por la OMS a partir de síntomas que duran más de dos meses tras la infección aguda— afecta a entre el 10% y 20% de los contagiados, según un estudios publicados en Nature Medicine. En el caso de España, hasta casi una cuarta parte de las personas infectadas entre 2021 y 2023, de acuerdo con un estudio de ISGlobal en BMC Medicine.

Según el doctor Mera, no existe un tratamiento o abordaje único y apuesta por la medicina personalizada. No están claras las causas, pero un pequeño estudio en que participó reveló que la mitad de los pacientes tenían restos del virus (proteína S) hasta cuatro años después del primer contagios. Una hipótesis para este médico –y otros– es que puedan estar confundiendo al sistema inmune de algunas personas. O bien que las defensas quedaron alteradas tras la fase aguda, dejando “al organismo en un estado de inflamación que se parece en algunas cosas al envejecimiento”.

Factores de riesgo para la covid persistente

Según la investigadora de ISGlobal Marianna Karachaliou, “ser mujer, haber tenido una infección grave de covid y presentar una enfermedad crónica previa, como asma, son claros factores de riesgo” para tener long covid. Según el estudio en BMC, las personas con obesidad y niveles elevados de anticuerpos IgG antes de la vacunación, eran más susceptibles a desarrollar covid persistente

Aunque ha existido con otras infecciones, la anosmia destaca como un sello del SARS-CoV-2: el 43% de los pacientes la reportaron durante la primera ola. Un 5-10% no ha recuperado el olfato.

Cinco años después, Carmen está sin esperanza, sin olfato… pero con vida, que la podría haber perdido también, en un incendio que no pudo oler. Su covid persistente se manifiesta en una anosmia que desarrolló en la Navidad de 2020.

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A diferencia de Lupe, no tuvo una covid con neumonía grave. “De hecho, la mayoría de pacientes con covid persistente no tuvieron un cuadro grave en la fase aguda de la infección”, precisa la presidenta de la Red de Investigación de la Covid Persistente, la médica de familia Pilar Rodríguez Ledo. Quien tenía anosmia en 2020 podía estar tranquilo, era rato que se diera en ese paciente la maldición del octavo día.

La anosmia puede parecer menos incapacitante o dolosa que otros síntomas de la covid persistente. Pero “puede ser muy peligrosa”, explica Rodríguez Ledo. Rememora Carmen sus peores episodios: “Me sucedió con con una almohada eléctrica para las cervicales; salió ardiendo. Hasta que no vi el humo, no me di cuenta. Y luego en el trabajo también me pasó con un calefactor. Me tuvieron que advertir mis compañeros”.

Un daño neurológico más allá de la nariz

¿Qué le pasa al organismo de quien padece anosmia, como un síntoma de covid persistente? ”El virus daña las células basales del neuroepitelio olfatorio –precisa Santamaría–, está en la parte alta de la nariz y las células basales son las que rodean los nerviecitos que vienen desde el cerebro y van a percibir el olfato”.

Mera apunta que en algunos casos, ese daño celular por el virus puede “pelar los cables de esas neuronas, lo que llamamos desmielinización”. Si el daño nervioso es severo, “la recuperación es improbable“ apostilla Santamaría.

La cuestión es que la proteína S del virus puede persistir en mucosas años después, perpetuando la inflamación. “Es una ventana a problemas mayores: envejecimiento celular, disbiosis intestinal” advierte Mera, quien cree que habría que hacer un seguimiento a pacientes con anosmia.

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Antes de la covid, ya había gente que perdía el olfato de manera prolongada tras una infección. Hay casos documentados de anosmias que han durado diez años. También, pacientes que tras infecciones de gripe, de Epstein-Barr, etc. quedan tocados durante decenas de meses.

“Las [pandemias] de gripe de 1918 y 2009 también dejaron fatiga crónica pero la escala es inédita”, señala el doctor Mera. La médica Rodríguez Ledo añade que “hemos visto autoanticuerpos similares a los del lupus en estos pacientes. Es una enfermedad inmunomediada“. Es decir, hay una alteración en que las propias defensas pueden atacar a tejidos sanos, como ocurre en las enfermedades reumáticas (el propio lupus, artritis, etc.). Por eso se tratan a veces con corticoides (antiinflamatorios) no exentos de efectos secundarios. Lupe lleva cinco años con ellos.

De un cocinero de prestigio, a una bióloga perfumista: adiós al trabajo

La doctora Rodríguez Ledo recuerda dos casos de covid persistente muy incapacitantes por anosmia: “Un cocinero de un local bastante famoso ahora tiene que guiarse por otros y por el recuerdo de lo que son los olores”, pero no puede volver a hacer su trabajo como antes. “También he conocido a una bióloga y que trabajaba con perfumes. Al final le han dado una incapacidad“.

“Hay jóvenes que se han quedado en silla de ruedas, ¿de qué viven? Es una muerte lenta”.

El reconocimiento administrativo de esa incapacidad para realizar ciertos trabajos ya es una batalla histórica para pacientes que apenas pueden encadenar dos pasos cinco años después. Pero es todo un desafío para quien sólo ha perdido el olfato. ”¿De qué viven?”, denuncia Lupe. “Hay jóvenes en silla de ruedas, padres que no pueden cuidar a sus hijos… Es una muerte lenta”.

Carmen encontró apoyo y respuestas en la Asociación Española de la Anosmia. Lupe, en la de Covid Persistente de Madrid. Lo que inicialmente fueron puntos de encuentro en grupos de inernet ha ido tomando forma jurídica para presionar a administraciones. Pero las asociaciones también han servido de enlace con la comunidad científica. “Yo me apunto a todos los ensayos clínicos que salen”, comenta Carmen.

Ella es optimista: “Se está moviendo (el mundo de la covid persistente), nos reconocieron la enfermedad, hemos podido contactar con el Congreso, Sanidad, Educación, se ha sacado un proyecto no de ley… vamos dando pasitos”.

La medicina también avanza, pero despacio para lo que los pacientes necesitarían, reconoce Rodríguez Ledo, pese a que en investigación tradicionalmente cinco años son pocos. “La covid persistente ha cambiado el paradigma de la medicina. Ahora sabemos que un virus puede dejar secuelas que duran años, incluso décadas. Esto nos obliga a repensar cómo abordamos las enfermedades infecciosas“.