Otomanos, los últimos romanos
————————————— Autor: Marc David Baer. Título: Otomanos: Kanes, césares y califas. Traducción: Ricardo García Herrero. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todos tus libros. La entrada Otomanos, los últimos romanos aparece primero en Zenda.

Desperta Ferro lo ha vuelto a hacer, aligerarnos la mochila facilitándonos la vida antes de regresar stin Poli —o a Turquía en general— con el acierto de traducir la obra del “único profesor en el Reino Unido que enseñaba historia otomana de principio a fin”, que se dice pronto y nada más comenzar el libro. En este, se aúna y actualiza —cuando no supera—, como mínimo, los imprescindibles ensayos ad hoc de Jason Goodwin, Philip Mansel, Juan Goytisolo o Eugene Rogan, por citar solo a los cuatro primeros califas, entre una pléyade, de los que echábamos mano para adquirir cierto conocimiento de causa antes de cruzar la Sublime Puerta. Como una suerte de envoltorio al texto principal, la reciente edición en castellano recoge algunos fragmentos de las positivas críticas que reputados especialistas le han hecho, destacando la loa de Simon Sebag Montefiore, quien lo ensalza porque “sitúa a la dinastía donde debe estar: en el centro de la historia europea”. Y es este uno de los principales caballos de batalla de Baer desde la propia introducción puesto que, en su opinión, “la historia otomana forma parte indisociable de la historia de Europa”, partiendo de que los territorios de aquel abarcaban una significativa parte de nuestro Viejo Continente. Por ende, erraríamos persistiendo en el tradicional enfoque dicotómico islam versus cristianismo, Europa versus Asia —África también, claro—, aunque seamos proclives por inercia y arraigada costumbre —desde la caída de Constantinopla a la batalla de Lepanto— a básicos planteamientos de alteridad: ellos versus nosotros. Siguiendo esta misma línea argumental, muy crítica con los lugares comunes, desde el principio se nos invitar a reconsiderar, con detenimiento, qué significa ser europeo, planteándosenos también el reto de asumir “la concepción de una Europa que no sea meramente cristiana” o a un Imperio otomano que “no era simplemente turco”, ni “formado exclusivamente por musulmanes”, sino “multiétnico, multilingüe, multirracial y multirreligioso, como el Imperio Romano”, del que se proclamaba legítimo heredero desde que ocupase su capital, aunque, por lo que a Occidente se refiere, “lo cierto es que se ha tratado a los otomanos tan mal como a los bizantinos”. Y como remate, órdago a la grande: si “árabes, persas, indios y turcos se referían a los gobernantes otomanos como césares y a su régimen como Imperio Romano”, “entonces ¿por qué no referirse a ellos simplemente como romanos?”. Desde luego, el comienzo sabe cómo atrapar toda nuestra atención, máxime cuando en éste se recurre además a la obra del Nobel turco Orhan Pamuk, El castillo blanco —“en ocasiones se hace necesaria una novela para comprender la verdadera naturaleza de las cosas”—, para ejemplificar el relativismo y fragilidad de ciertos clisés consolidados de la “historia clásica”. Sin ninguna vocación adanista —“la historia de la dinastía otomana y de su imperio que se cuenta en estas páginas no pretende ni glorificar a la casa de Osman ni condenarla”—, en cuanto a materia se refiere, abarca esta una vasta cronología que recorre siete centurias (ca. 1288-1922), desde los orígenes semilegendarios personificados en la figura del primer sultán, hasta inicios del pasado siglo, cuando se llegó a la total disolución de la institución que hasta él se remontaba, añadiéndose, tras todo ello, una guinda consagrada a glosar la capital figura del aún ubicuo gazi Mustafá Kemal Atatürk —nacido, recordemos, en (¿nuestra?) Salónica— y los primeros años de la república laica de Turquía, deportaciones y matanzas de kurdos inclusive. A la hora de exponernos las vicisitudes acaecidas a lo largo de todo este dilatado marco temporal, por limitaciones espaciales —tan “solo” tiene poco más de cuatrocientas páginas—, se recurre a la presentación de los más significativos hechos y sus protagonistas en una visión panorámica a lo largo de los veintidós capítulos, mas siempre de forma rigurosa y meritoriamente sintética, donde no echaremos en falta la presencia de ninguno de los ilustres del apogeo —y las telenovelas—: Barbarroja, Solimán el Magnífico, Hürrem, mimar Sinán o Selim II (el Borrachín), los jenízaros y el harén, con sus eunucos blancos y negros. Al hilo de su relato, cuando pintan bastos, se aborda sin ambages lo truculento y cruel —verbigracia, la muerte del joven Osmán II en Yedikule—, no amilanándose tampoco en traer a colación peliagudos tabúes como la limpieza étnica y el genocidio, dedicándose todo el penúltimo apartado a los de armenios, que en realidad fueron varios, y algunos perpetrados en connivencia con los alemanes, siendo “el primero de este tipo cometido por un imperio europeo en el suelo del continente”. Para dar fe de todo, el autor cuenta con una dilatada experiencia como investigador que le ha valido el muy restringido acceso a los archivos palatinos de Topkapi —¡otra cosa es que le dejen volver más!—, gracias, en parte, a su múltiple manejo de idiomas que le permiten la consulta directa de un amplio abanico de fuentes que, en este escrito, enriquecen con distintas perspectivas el relato tradicional y eurocéntrico comúnmente aceptado acerca del imperio otomano y que aquí, cuanto menos, se nos invita a cuestionar: “su historia es la parte no reconocida de la historia que Occidente cuenta de sí mismo”.
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Autor: Marc David Baer. Título: Otomanos: Kanes, césares y califas. Traducción: Ricardo García Herrero. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todos tus libros.
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