OJA: Un torrente de música bien encauzada

Cada encuentro con las jóvenes orquestas andaluzas es un placer, porque no sólo es que presentan un nivel encomiable , sino como antes no se había conocido . De hecho, mientras sus compañeros disfrutan de las vacaciones de Semana Santa, ellos están sometidos a un horario intensivo, en el que además de preparar las obras que nos han presentado, reciben clases de destacados profesores de cada instrumento, tanto individuales como grupales (de cámara), para terminar ofreciendo dos conciertos: el día anterior a este en el Teatro Villamarta de Jerez y este del Maestranza. Por eso no entendimos la algo más de media entrada de nuestro teatro: sólo en familiares, amigos y/o compañeros ya tenía que haberse llenado, completado con alumnos de los conservatorios y con buenos aficionados. Porque si se cierra los ojos y no se ve lo jóvenes que son, podíamos pensar que escuchábamos a una orquesta en muchos momentos profesional y. en otros muchos, mejor que muchas que dicen -y cobran- como si lo fueran. Y no será que el programa no era popular. Es verdad que la primera obra, 'Mariachitlán' , es tan contemporánea que su autor nació en 1987; pero no es menos cierto que si rebuscamos un poco (en la página del Teatro, sin ir más lejos) Juan Pablo Contreras nos explica que la obra es un homenaje a los mariachis de su tierra natal, estado de Jalisco, donde surgieron, y ahora 'están en cada esquina'. Su ciudad terminó otorgándole a Contreras el primer premio del Concurso de Composición Orquestal de Jalisco. Ya nos parecía que aquí no iban a caber experimentos sonoros, más allá de la idea de recoger el sonido de aquellos mariachis que tocan junto a otros, superponiéndose en ocasiones, o el silbato del policía para detener el escándalo público. La obra nos habla de un orquestador como la copa de un pino, que recoge la esencia de las rancheras y corridos, y los integra al estilo de aquellas grandes orquestas de swing, aquellas que capitaneaba el norteamericano de origen puertorriqueño Tito Puente con música de latin-jazz , y que aquí estilizaba a esos conjuntos mejicanos, en los que confluían además una clara vocación cinematográfica con ritmos stravinskianos, a veces bernsteinianos ('West Side Story'), tanto en acentos como en la participación de viva voz de los músicos. De verdad, electrizante. Tanto esta obra como las dos suites de 'El sombrero de tres picos' de Falla que seguían nos dieron la impresión de ser las adecuadas para servir de cauce para esa desmedida energía que atesoraban los chavales de la OJA , brío al que Valencia proporcionaba una cuidadísima forma. En ningún momento sentimos que esa gran orquesta (6 contrabajos) se limitaba a tocar tal como ponía en la partitura; casi al contrario, era una libertad encauzada con arreglo a cada sección y dentro de esta, al papel solista o acompañante que en cada momento se requería. Suponía un protagonismo momentáneo , en donde los solistas podían pasar en unos compases a ser sumisos acompañantes, y a ambos se les notaba el (inter)cambio de roles. 'El sombrero de tres picos' de Falla está inspirado en la pantomima titulada 'El corregidor y la molinera' , obra de los Martínez Sierra a partir de la obra homónima de Pedro Antonio de Alarcón . Musicalmente la obra se había inspirado en las 'Noches en los jardines de España' del propio Falla , pieza pianística acompañada de orquesta estrenada en Madrid y que dos años más tarde el propio compositor interpretaría al piano en el mismo Generalife (mes de junio de 1916), a donde había llegado acompañado por Diaghilev , que quedó absolutamente absorto por el exotismo de la música, el mismo que andaba buscando para el nuevo primer bailarín de la compañía, Leónide Massine . Indudablemente, hubo que trabajar el gran formato de ballet (serían guiados por Diaghilev); pero dado el éxito del ballet, Falla pasó a crear estas dos suites para las salas de concierto, siendo la segunda más compleja, a la vez que más colorista y más brillante que la primera. No recordamos si en estos 31 años la OJA ha abordado estas suites, pero recientemente diríamos que no. Y sin embargo sentíamos que en este tiempo no nos había llegado ninguna orquesta capaz de interpretarlas con tal nivel de definición, de detalle, de atención al fraseo, de juego de las dinámicas aplicadas a las distintas secciones, de la elasticidad para disparar un fortísimo en el metal, por ejemplo, y recogerlo la cuerda con un mimo aterciopelado. De igual manera destacó el nivel solístico de los jóvenes, desde ese solitario fagot inicial, hasta ese ejemplar solo de trompa, de corno inglés, de flauta y en todo momento, los trombones, la extensa percusión, etc. Sin embargo, y al contrario de lo que suele, muchos de estos rasgos se diluyeron en la segunda mitad, ocupada por los 'Cuadros de una exposición' de Mussorgski , orquestada por Ravel . Teóricamente el color orquestal, la brillantez tímbrica, los sonidos de conjunto debían reflejar casi como un espejo aquellos cuadros de la exposición dedica

Abr 22, 2025 - 02:25
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OJA: Un torrente de música bien encauzada
Cada encuentro con las jóvenes orquestas andaluzas es un placer, porque no sólo es que presentan un nivel encomiable , sino como antes no se había conocido . De hecho, mientras sus compañeros disfrutan de las vacaciones de Semana Santa, ellos están sometidos a un horario intensivo, en el que además de preparar las obras que nos han presentado, reciben clases de destacados profesores de cada instrumento, tanto individuales como grupales (de cámara), para terminar ofreciendo dos conciertos: el día anterior a este en el Teatro Villamarta de Jerez y este del Maestranza. Por eso no entendimos la algo más de media entrada de nuestro teatro: sólo en familiares, amigos y/o compañeros ya tenía que haberse llenado, completado con alumnos de los conservatorios y con buenos aficionados. Porque si se cierra los ojos y no se ve lo jóvenes que son, podíamos pensar que escuchábamos a una orquesta en muchos momentos profesional y. en otros muchos, mejor que muchas que dicen -y cobran- como si lo fueran. Y no será que el programa no era popular. Es verdad que la primera obra, 'Mariachitlán' , es tan contemporánea que su autor nació en 1987; pero no es menos cierto que si rebuscamos un poco (en la página del Teatro, sin ir más lejos) Juan Pablo Contreras nos explica que la obra es un homenaje a los mariachis de su tierra natal, estado de Jalisco, donde surgieron, y ahora 'están en cada esquina'. Su ciudad terminó otorgándole a Contreras el primer premio del Concurso de Composición Orquestal de Jalisco. Ya nos parecía que aquí no iban a caber experimentos sonoros, más allá de la idea de recoger el sonido de aquellos mariachis que tocan junto a otros, superponiéndose en ocasiones, o el silbato del policía para detener el escándalo público. La obra nos habla de un orquestador como la copa de un pino, que recoge la esencia de las rancheras y corridos, y los integra al estilo de aquellas grandes orquestas de swing, aquellas que capitaneaba el norteamericano de origen puertorriqueño Tito Puente con música de latin-jazz , y que aquí estilizaba a esos conjuntos mejicanos, en los que confluían además una clara vocación cinematográfica con ritmos stravinskianos, a veces bernsteinianos ('West Side Story'), tanto en acentos como en la participación de viva voz de los músicos. De verdad, electrizante. Tanto esta obra como las dos suites de 'El sombrero de tres picos' de Falla que seguían nos dieron la impresión de ser las adecuadas para servir de cauce para esa desmedida energía que atesoraban los chavales de la OJA , brío al que Valencia proporcionaba una cuidadísima forma. En ningún momento sentimos que esa gran orquesta (6 contrabajos) se limitaba a tocar tal como ponía en la partitura; casi al contrario, era una libertad encauzada con arreglo a cada sección y dentro de esta, al papel solista o acompañante que en cada momento se requería. Suponía un protagonismo momentáneo , en donde los solistas podían pasar en unos compases a ser sumisos acompañantes, y a ambos se les notaba el (inter)cambio de roles. 'El sombrero de tres picos' de Falla está inspirado en la pantomima titulada 'El corregidor y la molinera' , obra de los Martínez Sierra a partir de la obra homónima de Pedro Antonio de Alarcón . Musicalmente la obra se había inspirado en las 'Noches en los jardines de España' del propio Falla , pieza pianística acompañada de orquesta estrenada en Madrid y que dos años más tarde el propio compositor interpretaría al piano en el mismo Generalife (mes de junio de 1916), a donde había llegado acompañado por Diaghilev , que quedó absolutamente absorto por el exotismo de la música, el mismo que andaba buscando para el nuevo primer bailarín de la compañía, Leónide Massine . Indudablemente, hubo que trabajar el gran formato de ballet (serían guiados por Diaghilev); pero dado el éxito del ballet, Falla pasó a crear estas dos suites para las salas de concierto, siendo la segunda más compleja, a la vez que más colorista y más brillante que la primera. No recordamos si en estos 31 años la OJA ha abordado estas suites, pero recientemente diríamos que no. Y sin embargo sentíamos que en este tiempo no nos había llegado ninguna orquesta capaz de interpretarlas con tal nivel de definición, de detalle, de atención al fraseo, de juego de las dinámicas aplicadas a las distintas secciones, de la elasticidad para disparar un fortísimo en el metal, por ejemplo, y recogerlo la cuerda con un mimo aterciopelado. De igual manera destacó el nivel solístico de los jóvenes, desde ese solitario fagot inicial, hasta ese ejemplar solo de trompa, de corno inglés, de flauta y en todo momento, los trombones, la extensa percusión, etc. Sin embargo, y al contrario de lo que suele, muchos de estos rasgos se diluyeron en la segunda mitad, ocupada por los 'Cuadros de una exposición' de Mussorgski , orquestada por Ravel . Teóricamente el color orquestal, la brillantez tímbrica, los sonidos de conjunto debían reflejar casi como un espejo aquellos cuadros de la exposición dedicada a Hartmann a los que se refiere el título. Acaso las texturas no estaban tan delimitadas, las sincronías no coincidían con la misma precisión, las líneas melódicas no machihembraban con tanta minuciosidad, y los solistas cambiados en la segunda parte (menos el corno, que seguía en racha) no aportaban al conjunto la intensidad colorística y melódica de la que la obra presume. ¿Acaso no dio tiempo a trabajar esta obra tanto como las dos anteriores? Y no es que hubiese errores de bulto, pero nos acostumbraron a lo perfecto en la primera parte y ahora queríamos lo mismo para la segunda. Aún así, destacamos momentos como el del judío rico (Samuel Goldenberg) y el del pobre (Schmuyle) , dos cuadros propiedad de regalados por Hartmann a Mussorgski y que este había cedido para la exposición. Los grandes contrastes coinciden en la batuta de Valencia: Goldenberg de color oscuro, hinchado, inmisericorde frente a Schmuyle, con la mano extendida pidiendo (gimiente trompeta con sordina, magnífico nuevamente el joven músico). Dos propinas también contrastantes, aunque con laurel fuese para la segunda: primero la variación 'Nimrod' de Elgar y luego un maravilloso y borboteante arreglo del 'Cumbanchero' , de nuevo con toda la orquesta a pleno rendimiento rítmico y tímbrico, totalmente entregada. Los mayores aplausos al director vinieron de los músicos. Estos son nuestros jóvenes.