Niños víctimas del humo ajeno

El tabaco mata anualmente a más de 8 millones de personas en el mundo. Alrededor de 1.300.000 muertes corresponden a fumadores pasivos, víctimas del humo que generan otros fumadores, capaz de provocar también enfermedades cardiovasculares y respiratorias graves a quienes en su vida encendieron un cigarrillo. Este humo que se aspira involuntariamente contiene hasta tres veces más nicotina y alquitrán de lo que aspira el fumador, y unas cinco veces más monóxido de carbono. Tan solo unos pocos minutos de exposición ya producen efectos negativos en el cuerpo.Afortunadamente, la concientización sobre los nefastos efectos del tabaco ha ido en crecimiento, como también las normas que protegen a los no fumadores. La proliferación de espacios públicos en los que fumar está prohibido ha sido una conquista relativamente reciente que los jóvenes dan hoy casi por sentada. Bien recordamos bares inundados de humo, aviones con ceniceros y oficinas en las que costaba respirar.Lamentablemente, en el ámbito privado la realidad puede ser muy distinta y peligrosa. Muchos niños, por ejemplo, son víctimas de la adicción de sus mayores y susceptibles de contraer enfermedades respiratorias como asma, neumonía o bronquitis. Para 2004 se calculaba que el 40% de los niños del mundo estaban expuestos al humo y a las toxinas que se adhieren a superficies por largo tiempo en sus hogares. Su exposición al humo puede modificar su epigenoma, promoviendo en ellos el desarrollo de enfermedades a futuro. Así lo confirma un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona publicado en Environment International. Si ya se sabía que el tabaquismo materno durante el embarazo tenía los mismos perniciosos efectos sobre el bebé, este estudio que analizó la sangre de 2695 niños de ocho países europeos, de entre 7 y 10 años de edad, reveló niveles de metilación en sitios concretos del ADN asociados con la presencia de personas fumadoras en el hogar. Claramente, el tabaquismo pasivo en la infancia deja una huella molecular que puede modificar la expresión genética, influyendo en la susceptibilidad a enfermedades en la adultez. Además, esta exposición al humo puede afectar tanto el desarrollo neurológico como la función inmunitaria.Resulta difícil apelar solo a la responsabilidad de los adultos para evitar estos daños a grupos vulnerables como menores o mujeres embarazadas cuando hablamos de una problemática de salud pública. Muchas veces son los propios niños quienes interpelan a sus padres cuestionando su vicio, con mayor o menor éxito, luego de haber trabajado el tema en el colegio. Una vez más, las campañas de concientización contribuirán a que al menos haya un registro real sobre los daños que provoca el humo ajeno en espacios cerrados. Proteger debidamente a los niños es imperativo. Una peligrosa cortina de humo los amenaza.

Mar 11, 2025 - 04:30
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Niños víctimas del humo ajeno

El tabaco mata anualmente a más de 8 millones de personas en el mundo. Alrededor de 1.300.000 muertes corresponden a fumadores pasivos, víctimas del humo que generan otros fumadores, capaz de provocar también enfermedades cardiovasculares y respiratorias graves a quienes en su vida encendieron un cigarrillo. Este humo que se aspira involuntariamente contiene hasta tres veces más nicotina y alquitrán de lo que aspira el fumador, y unas cinco veces más monóxido de carbono. Tan solo unos pocos minutos de exposición ya producen efectos negativos en el cuerpo.

Afortunadamente, la concientización sobre los nefastos efectos del tabaco ha ido en crecimiento, como también las normas que protegen a los no fumadores. La proliferación de espacios públicos en los que fumar está prohibido ha sido una conquista relativamente reciente que los jóvenes dan hoy casi por sentada. Bien recordamos bares inundados de humo, aviones con ceniceros y oficinas en las que costaba respirar.

Lamentablemente, en el ámbito privado la realidad puede ser muy distinta y peligrosa. Muchos niños, por ejemplo, son víctimas de la adicción de sus mayores y susceptibles de contraer enfermedades respiratorias como asma, neumonía o bronquitis. Para 2004 se calculaba que el 40% de los niños del mundo estaban expuestos al humo y a las toxinas que se adhieren a superficies por largo tiempo en sus hogares.

Su exposición al humo puede modificar su epigenoma, promoviendo en ellos el desarrollo de enfermedades a futuro. Así lo confirma un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona publicado en Environment International. Si ya se sabía que el tabaquismo materno durante el embarazo tenía los mismos perniciosos efectos sobre el bebé, este estudio que analizó la sangre de 2695 niños de ocho países europeos, de entre 7 y 10 años de edad, reveló niveles de metilación en sitios concretos del ADN asociados con la presencia de personas fumadoras en el hogar. Claramente, el tabaquismo pasivo en la infancia deja una huella molecular que puede modificar la expresión genética, influyendo en la susceptibilidad a enfermedades en la adultez. Además, esta exposición al humo puede afectar tanto el desarrollo neurológico como la función inmunitaria.

Resulta difícil apelar solo a la responsabilidad de los adultos para evitar estos daños a grupos vulnerables como menores o mujeres embarazadas cuando hablamos de una problemática de salud pública. Muchas veces son los propios niños quienes interpelan a sus padres cuestionando su vicio, con mayor o menor éxito, luego de haber trabajado el tema en el colegio. Una vez más, las campañas de concientización contribuirán a que al menos haya un registro real sobre los daños que provoca el humo ajeno en espacios cerrados. Proteger debidamente a los niños es imperativo. Una peligrosa cortina de humo los amenaza.