Naturaleza o crianza: ¿llevamos en los genes el amor por los perros?
La coevolución es el proceso en el que dos o más especies influyen mutuamente en su evolución.

Para muchos, la conexión emocional con los perros y otros animales parece ser casi instintiva, más allá de una elección racional. Es como si la simpatía y el vínculo afectivo hacia ellos fueran una necesidad inherente, una parte fundamental de la experiencia humana que trasciende la lógica. Sentimos ternura al ver a un cachorro, encontramos ejemplarizante la lealtad canina y disfrutamos de su presencia en nuestra vida diaria. Pero, ¿y si esa afinidad por los perros no fuera solo una cuestión de experiencias personales, sino que estuviera escrita en nuestro ADN?
Una investigación sugiere que al menos la mitad de nuestra predisposición a querer compartir nuestra vida con perros podría estar determinada genéticamente. A esa conclusión llegó un estudio de la Universidad de Uppsala, en Suecia, que ha analizado datos de más de 35.000 gemelos para descubrir hasta qué punto la tenencia de perros tiene una base hereditaria. Los resultados muestran que la genética influye en esta decisión en un 57% en mujeres y un 51% en hombres. Es decir, aunque el entorno y la crianza juegan un papel relevante, hay un componente biológico que podría explicar por qué algunas personas sienten una atracción innata hacia los perros.
¿Amamos a los perros por cultura o por biología?
Tradicionalmente, se ha pensado que la afinidad por los perros está determinada por el entorno en el que crecemos. Si pasamos la infancia con un perro en casa, es más probable que en la fase de adultos queramos tener uno. Sin embargo, el estudio de los gemelos sugiere que el factor genético es tan determinante como el ambiental.
Los gemelos idénticos comparten el 100% de su material genético, mientras que los mellizos solo comparten el 50%, como cualquier par de hermanos. Si la predisposición a tener un perro fuera únicamente cultural o social, no debería haber diferencias significativas entre ambos grupos. Sin embargo, los investigadores descubrieron que los gemelos idénticos tienen tasas de tenencia de perros mucho más similares entre sí que los mellizos, lo que sugiere una influencia genética en esta decisión.
La personalidad y su vínculo con los perros
Más allá de la genética, la personalidad también cuenta en nuestra relación con los perros. Estudios previos han demostrado que las personas con mayor afinidad hacia los perros tienden a ser más extrovertidas, sociables y con menor nivel de inestabilidad emocional, mientras que quienes prefieren a los gatos suelen ser más introvertidos y reflexivos.
Si a esto le sumamos la influencia genética en ciertos rasgos de personalidad, la conexión se vuelve aún más interesante: si nuestra personalidad está parcialmente determinada por nuestros genes y esta a su vez influye en la relación con los perros, entonces es lógico pensar que nuestra afinidad por ellos también podría tener una base biológica.
Coevolución: una relación forjada durante milenios
El amor que sentimos por los perros no es una historia reciente. Fueron los primeros animales domesticados por el ser humano, hace, como mínimo, 14.000 años. Durante siglos, los humanos y los perros hemos trabajado juntos, cazado juntos y compartido refugio. Esta convivencia prolongada ha podido influir en nuestra biología de maneras que apenas estamos comenzando a comprender.
No en vano, hay una investigación realizada por la Universidad Estatal de Washington que ha propuesto que la relación entre humanos y perros es un ejemplo de coevolución: a medida que los humanos domesticaban a los perros, estos también modificaban ciertos comportamientos para adaptarse mejor a nuestra compañía. A la vez, la relación con los perros pudo haber moldeado aspectos de nuestra propia evolución, incluyendo nuestro comportamiento y preferencias sociales.
¿Está en nuestros genes querer un perro?
Los resultados del estudio sueco no significan que el deseo de tener un perro esté programado en nuestro ADN de manera rígida. Más bien, sugiere que algunas personas nacen con una predisposición genética a sentir mayor afinidad hacia los perros, pero el entorno en el que crecen y sus experiencias de vida también son factores determinantes.
En definitiva, si alguna vez te has preguntado por qué sientes una conexión tan especial con los perros, puede que parte de la respuesta esté en tus genes.
Referencia:
- Evidence of large genetic influences on dog ownership in the Swedish Twin Registry has implications for understanding domestication and health associations. Tove Fall, Ralf Kuja-Halkola, Keith Dobney, Carri Westgarth, Patrik K. E. Magnusson. Scientific Reports (2019)