Muerto Francisco, la Iglesia tiene que cambiar de rumbo
En la muerte del Papa Francisco se impone analizar de forma sosegada un Pontificado que ha marcado una etapa caracterizada por el distanciamiento de su antecesor Benedicto XVI, no sólo en las formas, sino, sobre todo, en las divergencias en cuanto a profundidad teológica y rigor intelectual. Francisco pronto apostó por dotarse de una popularidad … Continuar leyendo "Muerto Francisco, la Iglesia tiene que cambiar de rumbo"

En la muerte del Papa Francisco se impone analizar de forma sosegada un Pontificado que ha marcado una etapa caracterizada por el distanciamiento de su antecesor Benedicto XVI, no sólo en las formas, sino, sobre todo, en las divergencias en cuanto a profundidad teológica y rigor intelectual. Francisco pronto apostó por dotarse de una popularidad basada en la apertura, a veces excesiva, hacia posiciones ideológicamente distantes de los marcos tradicionales del catolicismo, un movimiento arriesgado que le llevó a recibir elogios de sectores progresistas y el reproche de quienes se sienten profundamente concernidos con la doctrina de la Iglesia. Francisco se abrió tanto a los de fuera que terminó por desconcertar a los de dentro, de modo que en la hora de su muerte no serán pocos los católicos que, desde el respeto, hagan un balance negativo de su legado.
En cualquier caso se abre un periodo de incertidumbre, porque el nombre de su sucesor será clave para descifrar el camino que la Iglesia decide seguir en un momento de profundas transformaciones y en medio de un creciente rechazo a esas posiciones impuestas por el pensamiento de una izquierda que ha tratado de inocular de forma grosera su particular código de valores. En un mundo que parece estar virando de forma acelerada, muerto el Papa Francisco, la Iglesia se enfrenta a una disyuntiva de trascendencia histórica. Desde luego, lo que no parece sensato es seguir la senda del Pontífice fallecido. Urge un cambio de rumbo y que la Iglesia adapte sus coordenadas para recuperar la confianza de millones de católicos desconcertados.