Muerte de dos bomberos en Alcorcón: la mezcla de combustibles y el poco oxígeno desataron la tragedia en el 'parking'
La investigación sobre el siniestro que acabó el miércoles por la tarde con la vida de dos bomberos del parque municipal de Alcorcón avanza poco a poco. Se van a tomar las primeras declaraciones a los testigos y heridos más leves, mientras que el que estaba crítico, Guillermo, con las vías respiratorias abrasadas, se recupera en la Unidad de Quemados del hospital de Getafe. «Está progresando, pero se encuentra bajo un protocolo muy estricto del centro», señalan fuentes de su entorno. El aparcamiento subterráneo de la calle de los Lilos, 6 bis, se convirtió en un ataúd a altísima temperatura para Jesús Aguilar Rodríguez, de 34 años, y Sergio Benavente Molero, de 27. Ayer por la tarde, familiares, amigos y compañeros los velaron en el centro cívico Los Pinos, en la localidad alcorconera. Fuentes de la investigación explican a ABC que ayer no había podido acceder la Policía Científica al espacio; sin embargo, tras la tragedia, otros bomberos, también de la Comunidad de Madrid, entraron en el estacionamiento. «Este tipo de incendios son peligrosísimos. No solo porque se originara en un vehículo eléctrico con batería de litio, sino porque hay multitud de combustibles en los coches (gasolina, diésel, hidrógeno...), que había bastantes más aparcados, y encima en un espacio muy reducido. Los techos bajos y tan cerrados aminoran la cantidad de aire y es casi imposible respirar, aunque llevaran equipos autónomos de aire bajo [oxígeno, nitrógeno, argón y dióxido de carbono] y 'bodyguards' de autoprotección». «Si un siniestro con una batería eléctrica es muy delicado en un lugar exterior, en un sótano es una ratonera», explica otra fuente. Ayer, encontraron las bovedillas del 'parking' caídas; se habían precipitado los cascotes sobre las víctimas mortales y sus compañeros. En el primer binomio estaba Jesús, a quien le impactó de lleno la primera deflagración del Porsche Taycan que originó el suceso. Al menos, cinco compañeros lograron escapar por las puertas de emergencia; otro logró salir por la propia rampa del aparcamiento del edificio de viviendas. «Todo comenzó cuando el conductor del Porsche rebasó el primer portón, sobre las 15.30 horas, para acceder al subterráneo; cuando llegó al segundo acceso, se golpeó contra el cierre y el vehículo empezó a arder, probablemente al confundir el mando del freno con el de acelerar, pues es automático», añaden nuestros informantes. Al tratarse de un coche eléctrico, la batería es prácticamente imposible de apagar, pues es la propia fuente generadora del cortocircuito y hay que dejarla consumirse. El matrimonio conformado por Javier y su esposa lograron salir del turismo en el momento en que empezó a arder, dos operarios que trabajaban en la zona de la piscina, Erick Estrada y Wilfredo Guzmán, colombiano y peruano, respectivamente, no se lo pensaron dos veces y los sacaron del infierno. Pero la tragedia acababa de empezar. Puestos a salvo, llegaron los bomberos municipales rápidamente. Las tres explosiones provocaron la caída de los cascotes, unas puertas y un muro, lo que aminoró la presión del agua. Las llamas del incendio se propagaron rápidamente a los tres vehículos estacionados más cercanos. Cuando los primeros efectivos se vieron sorprendidos por la masa de humo, que casi se compactó en un lugar con los techos no muy altos y en un piso bajo rasante, les faltó aire. Para colmo, el Porsche estaba prácticamente bloqueando el acceso. «Es necesario que se adapten estos espacios a los coches eléctricos, que haya más ventilación y que se compartimenten sus plazas», explicaban ayer los expertos. De hecho, en el 'parking' de Lilos, 6 bis, las canalizaciones de aire quedaron colgando, hechas añicos. El bombero número 5, Sergio, quien había participado en un simulacro este sábado, era el encargado de las mangueras. Al ver que la gravedad de la situación en la que estaban sus compañeros, se metió en la boca del lobo, pero quedó atrapado, se le acabó el oxígeno y su cuerpo fue rescatado carbonizado. El siniestro quedó extinguido dos horas después de que se iniciara y hubo una quincena de personas heridas por intoxicación de humos, más allá de los fallecidos y su compañero Guillermo. Ayer, Alcorcón se levantaba conmocionado. Bajo una lluvia persistente, los vecinos de la calle de los Lilos, así como otros residentes de la zona de Las Retamas, trataban de asimilar lo ocurrido. «Primero oí un golpe seco y pensé: 'Uno que se ha dado un porrazo con el coche''. Quince o veinte segundos más tarde, escuché un petardazo gordo y, de inmediato, unos gritos de socorro de un hombre». Fue lo que a Juan José, de unos 50 años, le impulsó a salir corriendo desde su domicilio y hacia donde venían las desgarradoras llamadas de auxilio. «Me encontré a un hombre en pánico, pidiendo auxilio, bloqueado y sin capacidad de moverse. Solo decía 'Dios mío, Dios mío'. Afortunadamente le habían ayudado dos operarios que hacían trabajos por la zona». Y añadía: «Del garaje salía un humo negro y denso, ni siquiera v
La investigación sobre el siniestro que acabó el miércoles por la tarde con la vida de dos bomberos del parque municipal de Alcorcón avanza poco a poco. Se van a tomar las primeras declaraciones a los testigos y heridos más leves, mientras que el que estaba crítico, Guillermo, con las vías respiratorias abrasadas, se recupera en la Unidad de Quemados del hospital de Getafe. «Está progresando, pero se encuentra bajo un protocolo muy estricto del centro», señalan fuentes de su entorno. El aparcamiento subterráneo de la calle de los Lilos, 6 bis, se convirtió en un ataúd a altísima temperatura para Jesús Aguilar Rodríguez, de 34 años, y Sergio Benavente Molero, de 27. Ayer por la tarde, familiares, amigos y compañeros los velaron en el centro cívico Los Pinos, en la localidad alcorconera. Fuentes de la investigación explican a ABC que ayer no había podido acceder la Policía Científica al espacio; sin embargo, tras la tragedia, otros bomberos, también de la Comunidad de Madrid, entraron en el estacionamiento. «Este tipo de incendios son peligrosísimos. No solo porque se originara en un vehículo eléctrico con batería de litio, sino porque hay multitud de combustibles en los coches (gasolina, diésel, hidrógeno...), que había bastantes más aparcados, y encima en un espacio muy reducido. Los techos bajos y tan cerrados aminoran la cantidad de aire y es casi imposible respirar, aunque llevaran equipos autónomos de aire bajo [oxígeno, nitrógeno, argón y dióxido de carbono] y 'bodyguards' de autoprotección». «Si un siniestro con una batería eléctrica es muy delicado en un lugar exterior, en un sótano es una ratonera», explica otra fuente. Ayer, encontraron las bovedillas del 'parking' caídas; se habían precipitado los cascotes sobre las víctimas mortales y sus compañeros. En el primer binomio estaba Jesús, a quien le impactó de lleno la primera deflagración del Porsche Taycan que originó el suceso. Al menos, cinco compañeros lograron escapar por las puertas de emergencia; otro logró salir por la propia rampa del aparcamiento del edificio de viviendas. «Todo comenzó cuando el conductor del Porsche rebasó el primer portón, sobre las 15.30 horas, para acceder al subterráneo; cuando llegó al segundo acceso, se golpeó contra el cierre y el vehículo empezó a arder, probablemente al confundir el mando del freno con el de acelerar, pues es automático», añaden nuestros informantes. Al tratarse de un coche eléctrico, la batería es prácticamente imposible de apagar, pues es la propia fuente generadora del cortocircuito y hay que dejarla consumirse. El matrimonio conformado por Javier y su esposa lograron salir del turismo en el momento en que empezó a arder, dos operarios que trabajaban en la zona de la piscina, Erick Estrada y Wilfredo Guzmán, colombiano y peruano, respectivamente, no se lo pensaron dos veces y los sacaron del infierno. Pero la tragedia acababa de empezar. Puestos a salvo, llegaron los bomberos municipales rápidamente. Las tres explosiones provocaron la caída de los cascotes, unas puertas y un muro, lo que aminoró la presión del agua. Las llamas del incendio se propagaron rápidamente a los tres vehículos estacionados más cercanos. Cuando los primeros efectivos se vieron sorprendidos por la masa de humo, que casi se compactó en un lugar con los techos no muy altos y en un piso bajo rasante, les faltó aire. Para colmo, el Porsche estaba prácticamente bloqueando el acceso. «Es necesario que se adapten estos espacios a los coches eléctricos, que haya más ventilación y que se compartimenten sus plazas», explicaban ayer los expertos. De hecho, en el 'parking' de Lilos, 6 bis, las canalizaciones de aire quedaron colgando, hechas añicos. El bombero número 5, Sergio, quien había participado en un simulacro este sábado, era el encargado de las mangueras. Al ver que la gravedad de la situación en la que estaban sus compañeros, se metió en la boca del lobo, pero quedó atrapado, se le acabó el oxígeno y su cuerpo fue rescatado carbonizado. El siniestro quedó extinguido dos horas después de que se iniciara y hubo una quincena de personas heridas por intoxicación de humos, más allá de los fallecidos y su compañero Guillermo. Ayer, Alcorcón se levantaba conmocionado. Bajo una lluvia persistente, los vecinos de la calle de los Lilos, así como otros residentes de la zona de Las Retamas, trataban de asimilar lo ocurrido. «Primero oí un golpe seco y pensé: 'Uno que se ha dado un porrazo con el coche''. Quince o veinte segundos más tarde, escuché un petardazo gordo y, de inmediato, unos gritos de socorro de un hombre». Fue lo que a Juan José, de unos 50 años, le impulsó a salir corriendo desde su domicilio y hacia donde venían las desgarradoras llamadas de auxilio. «Me encontré a un hombre en pánico, pidiendo auxilio, bloqueado y sin capacidad de moverse. Solo decía 'Dios mío, Dios mío'. Afortunadamente le habían ayudado dos operarios que hacían trabajos por la zona». Y añadía: «Del garaje salía un humo negro y denso, ni siquiera veíamos la entrada. Llegaron los bomberos y allí entraron. No sé mucho del asunto, pero creo que era imposible que allá abajo se viera algo o se respirara nada. La verdad, no entiendo por qué entraron, aunque sea su trabajo». Todos los que estuvieron presentes durante el siniestro la tarde del miércoles han coincidido en lo mismo: tres fuertes explosiones, humo negro y espeso, un olor insoportable a goma y la rápica intervención de los bomberos que acabó de letal manera. Teresa, la vecina del quinto de la calle de los Lilos, 6 bis, advertía a ABC que no quería hablar con periodistas, aunque, sin interrupción alguna, ofreció un atropellado relato de lo que ocurrió la tarde del miércoles. «Yo vivo en el quinto, tengo un dúplex. Y en el garaje tenía dos coches, uno de ellos un Mercedes, y una moto. Todos arrasados. Pero ¿qué importa eso cuando han perdido la vida dos personas que vinieron a ayudarnos? Es una tremenda desgracia», explicaba visiblemente nerviosa. «Me asomé cuando escuché la explosión y vi un humo negro, así que decidí salir y con las prisas me dejé el móvil en casa. No sé cómo pudieron meterse ahí los bomberos, porque eso era una ratonera», añadió. De momento, Teresa no puede estar en casa pues no tiene luz ni agua. Una situación similar a la de Antonio, su vecino del primero. Este octogenario también salió de su casa para no regresar, de momento. «Imposible estar dentro, hay hollín y no hay agua, porque dicen que se han derretido las tuberías». En su relato recordaba que él no oyó las explosiones y que se percató de lo que sucedía cuando salía a la compra. «Había un humo negro, negro. Los bomberos ya habían llegado y avisaron para que nos quedáramosa la espera, pero, oiga, yo preferí salir de allí. Me cuesta creer que alguien entrara en esa boca del lobo sin pensárselo, porque le aseguro que todo estaba negro, negro, negro... Una oscuridad absoluta. Ni con lámparas especiales ni nada. Una pena enorme». De Jesús, de Torrejón de Velasco, sus allegados destacan su solidaridad. Participaba en actividades organizadas por Bomberos Unidos Sin Fronteras, una ONG activa desde 1996 y constituida por bomberos, sanitarios y profesionales de diferentes ámbitos especializados en la inmediata respuesta ante grandes emergencias y catástrofes naturales. También se volcó con una niña discapacitada, a la que llevó sonrisas invitándola a un espectáculo de maniobras. Sergio Benavente Rodríguez contaba con una cuenta en Instagram donde proporcionaba técnicas y «consejos prácticos y útiles para opositores». «Te vamos a echar de menos», escribían sus seguidores.
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