Méncid/JOBS: entre jóvenes anda el futuro de la música
Como todas las temporadas a principios de año nos llega el concierto de la Joven Orquesta Barroca de Sevilla con un programa prolijo, variado, en el que concurren desde el Vivaldi más conocido hasta los autores más esquivos, sobre todo con la orquesta, como Francesco Mancini , que destaca especialmente para música de flauta. Y en ese planteamiento se incluye el trabajo de los jóvenes músicos más destacados, como en esta ocasión Pablo Sánchez y Leonardo Waflar , que fueron solistas en el 'Concierto para dos violines' en La menor RV 522 de Vivaldi , no dudando el primero en relegar el protagonismo al más joven Waflar. Ambos nos ofrecieron una muestra de una excelente lectura de los tres movimientos de dicho concierto, tanto los tiempos extremos y virtuosísticos como en el lento ('Larghetto e spiritoso'). Como tantas veces destacamos, la velocidad de estos tiempos no se relaja porque sean jóvenes , a menos que se prefiera -como hacen también los grupos o solistas profesionales- 'tempi' en los que destaque menos la técnica para priorizar la belleza de la melodía. Y aunque 'a priori' el violín I asuma una parte más difícil melódicamente, en ocasiones el hecho de mantener un 'bariolage' a una velocidad alta durante muchos compases presentimos que es tanto o más difícil que la parte melódica, como pudimos oír en el vertiginoso movimiento final. En el lento ambos se turnaron en la melodí a, sorprendiendo la templanza y el gusto en el fraseo , aparentemente ajenos a la presión de quedarse prácticamente a solas (quedaba el eco de la melodía, acompañando). La impresión es que lo han ido consolidando desde la última vez que se lo oímos el pasado septiembre en la Sala Chicarreros. Estuvo precedido por una obertura de 'Il Trajano' , a su vez dividida en tres movimientos, que ya desde este inicio nos hablaba de una orquesta que había trabajado a fondo este desconocido repertorio y sacaba a la luz los colore s, empezando por el 'Allegro' inicial de este ilustre napolitano Mancini, que colaboró y luego sucedió a Alessandro Scarlatti en la capillar real napolitana. Tras el juego de dinámicas, muy cuidado, le sucedió el dramático y 'entrecortado' 'Andante staccato', un breve enlace al espléndido y luminoso 'Allegro' final. La orquesta presentaba en esta ocasión una distribución poco frecuente , ya que en vez de enfrentar los violines I a los II (y viceversa), se prefirió colocar a la derecha las violas junto al resto de la cuerda grave, así que por estar las primeras proyectando su sonido hacia el lado contrario al de la sala, y ser solamente tres frente a los dos enormes contrabajos (y cuatro chelos), su sonido apenas se oyó; en cambio, a pesar de situar el clave al final del todo, la tapa estuvo haciendo llegar su sonido con bastante asiduidad. Y junto a los miembros de la JOBS tuvimos a otra joven, Soraya Méncid , cuya carrera se ha disparado en poco tiempo, no sólo en su participación en recientes recitales (como el de la OBS), sino que nos parece que cada vez lo hace mejor. Es verdad que aquí se daban dos circunstancias especiales. La primera, la familiaridad de intérpretes y público, una sala más acogedora que las enormes fauces del Maestranza, lo que podía darle una cierta tranquilidad para cantar con el aplomo y seguridad, con el gusto y la elegancia con que lo hizo. Para empezar oímos 'Non sperar' de 'Le Cinesi' Wq 18 de Gluck , en la que se notaba sentirse arropada por la orquesta desde el principio. Dirigió unas palabras al público, viniendo a decir que se había sorprendido de la calidad de una orquesta tan joven (no lo dijo exactamente así). Todo eso sirvió para que atacara no sólo cada frase, sino también los agudos y graves con una gran seguridad (tal vez en alguno dudó, pero quién no), realzando su voz tan hermosa en los sobreagudos a los que nos tiene acostumbrados, como en su centro, carnoso, aterciopelado, muy dulce, en el que encajaban de maravilla los precisos y preciosos trinos y extensas coloraturas, de generoso 'fiato'. Y esos ataques directos… De igual modo hemos de destacar la difícil aria de 'Aux langueurs d'Apollon' de 'Plantée' de Rameau , cantada por innumerables grandes sopranos, un aria de carácter cómico pero que a las sopranos no les debe hacer mucha gracia, porque son dobles tirabuzones sin red. Pues como si nada: es más, se atrevió a envolver semejante lección de canto virtuosístico en el requerido formato cómico, consiguiendo lo que algunas consagradas no pueden, y es concordar las articulaciones de forma que parezcan risas, al margen de abundante gestualización, mientras seguía profundizando en el fondo de esta arieta paródica, que no es otro que el poder de convertir las palabras tristes en vivas y brillantes , y que algunos vieron en su momento una personificación del propio Rameau. Antes había dado muestras de ese fraseo distinguido y refinado en 'Senza l'amato ben' de 'Il Giustino' de Vivaldi . Como propina, 'El lamento de Dido' de Purcell , que introdujeron el chelo muy activo y acert
Como todas las temporadas a principios de año nos llega el concierto de la Joven Orquesta Barroca de Sevilla con un programa prolijo, variado, en el que concurren desde el Vivaldi más conocido hasta los autores más esquivos, sobre todo con la orquesta, como Francesco Mancini , que destaca especialmente para música de flauta. Y en ese planteamiento se incluye el trabajo de los jóvenes músicos más destacados, como en esta ocasión Pablo Sánchez y Leonardo Waflar , que fueron solistas en el 'Concierto para dos violines' en La menor RV 522 de Vivaldi , no dudando el primero en relegar el protagonismo al más joven Waflar. Ambos nos ofrecieron una muestra de una excelente lectura de los tres movimientos de dicho concierto, tanto los tiempos extremos y virtuosísticos como en el lento ('Larghetto e spiritoso'). Como tantas veces destacamos, la velocidad de estos tiempos no se relaja porque sean jóvenes , a menos que se prefiera -como hacen también los grupos o solistas profesionales- 'tempi' en los que destaque menos la técnica para priorizar la belleza de la melodía. Y aunque 'a priori' el violín I asuma una parte más difícil melódicamente, en ocasiones el hecho de mantener un 'bariolage' a una velocidad alta durante muchos compases presentimos que es tanto o más difícil que la parte melódica, como pudimos oír en el vertiginoso movimiento final. En el lento ambos se turnaron en la melodí a, sorprendiendo la templanza y el gusto en el fraseo , aparentemente ajenos a la presión de quedarse prácticamente a solas (quedaba el eco de la melodía, acompañando). La impresión es que lo han ido consolidando desde la última vez que se lo oímos el pasado septiembre en la Sala Chicarreros. Estuvo precedido por una obertura de 'Il Trajano' , a su vez dividida en tres movimientos, que ya desde este inicio nos hablaba de una orquesta que había trabajado a fondo este desconocido repertorio y sacaba a la luz los colore s, empezando por el 'Allegro' inicial de este ilustre napolitano Mancini, que colaboró y luego sucedió a Alessandro Scarlatti en la capillar real napolitana. Tras el juego de dinámicas, muy cuidado, le sucedió el dramático y 'entrecortado' 'Andante staccato', un breve enlace al espléndido y luminoso 'Allegro' final. La orquesta presentaba en esta ocasión una distribución poco frecuente , ya que en vez de enfrentar los violines I a los II (y viceversa), se prefirió colocar a la derecha las violas junto al resto de la cuerda grave, así que por estar las primeras proyectando su sonido hacia el lado contrario al de la sala, y ser solamente tres frente a los dos enormes contrabajos (y cuatro chelos), su sonido apenas se oyó; en cambio, a pesar de situar el clave al final del todo, la tapa estuvo haciendo llegar su sonido con bastante asiduidad. Y junto a los miembros de la JOBS tuvimos a otra joven, Soraya Méncid , cuya carrera se ha disparado en poco tiempo, no sólo en su participación en recientes recitales (como el de la OBS), sino que nos parece que cada vez lo hace mejor. Es verdad que aquí se daban dos circunstancias especiales. La primera, la familiaridad de intérpretes y público, una sala más acogedora que las enormes fauces del Maestranza, lo que podía darle una cierta tranquilidad para cantar con el aplomo y seguridad, con el gusto y la elegancia con que lo hizo. Para empezar oímos 'Non sperar' de 'Le Cinesi' Wq 18 de Gluck , en la que se notaba sentirse arropada por la orquesta desde el principio. Dirigió unas palabras al público, viniendo a decir que se había sorprendido de la calidad de una orquesta tan joven (no lo dijo exactamente así). Todo eso sirvió para que atacara no sólo cada frase, sino también los agudos y graves con una gran seguridad (tal vez en alguno dudó, pero quién no), realzando su voz tan hermosa en los sobreagudos a los que nos tiene acostumbrados, como en su centro, carnoso, aterciopelado, muy dulce, en el que encajaban de maravilla los precisos y preciosos trinos y extensas coloraturas, de generoso 'fiato'. Y esos ataques directos… De igual modo hemos de destacar la difícil aria de 'Aux langueurs d'Apollon' de 'Plantée' de Rameau , cantada por innumerables grandes sopranos, un aria de carácter cómico pero que a las sopranos no les debe hacer mucha gracia, porque son dobles tirabuzones sin red. Pues como si nada: es más, se atrevió a envolver semejante lección de canto virtuosístico en el requerido formato cómico, consiguiendo lo que algunas consagradas no pueden, y es concordar las articulaciones de forma que parezcan risas, al margen de abundante gestualización, mientras seguía profundizando en el fondo de esta arieta paródica, que no es otro que el poder de convertir las palabras tristes en vivas y brillantes , y que algunos vieron en su momento una personificación del propio Rameau. Antes había dado muestras de ese fraseo distinguido y refinado en 'Senza l'amato ben' de 'Il Giustino' de Vivaldi . Como propina, 'El lamento de Dido' de Purcell , que introdujeron el chelo muy activo y acertado de López Escalona y el clave diáfano de Ana Moreno . Luego la orquesta, ya plenamente en el aria, cubrió su canto con un sedosísimo velo que, junto a una voz entera, redonda, de cálida suavidad, se fue despidiendo de nosotros cromáticamente.
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