Medio planeta necesitará gafas dentro de 25 años y no es casualidad: este es el motivo

Epidemia - La miopía avanza con el abuso de tareas en proximidad y la falta de descansos visualesCerca de la mitad de los niños serán miopes en 2050: ¿nuestro estilo de vida nos está destrozando los ojos? Hay algo que el cuerpo humano no está preparado para hacer durante doce horas seguidas: mirar de cerca sin parar. Leer, escribir, teclear, repasar apuntes, resolver ejercicios, mirar vídeos de todo tipo, estudiar para el examen del lunes… Todo eso encorvado sobre una mesa, sin sol, sin moverse y sin mirar más allá de un metro. El problema no es que la vista se canse, es que los ojos empiezan a alargarse físicamente. Y cuando lo hacen, dejan de ver bien de lejos. La consecuencia es evidente: el planeta ve cada vez más borroso. El ojo humano no está hecho para vivir a medio metro de distancia Mientras medio mundo se obsesiona con el tiempo que pasa frente a una pantalla, lo que pasa fuera —o mejor dicho, lo que no pasa— está teniendo un impacto todavía más profundo. Entre los niños que apenas pisan la calle y los adultos que encadenan jornada laboral con móvil en el sofá, la luz natural se ha convertido en un lujo raro. En países asiáticos con culturas escolares muy exigentes, este déficit se ha traducido en cifras que rozan lo clínicamente surrealista: más del 90% de los adolescentes en Corea del Sur y Japón terminan el instituto con miopía, una afección que provoca que los objetos lejanos se vean borrosos, aunque los que están cerca sí se vean bien. Los datos confirman que no es solo cuestión de genética. Hay una combinación concreta de factores que disparan el problema: demasiadas horas mirando de cerca, muy poca luz solar y escaso enfoque a larga distancia. La retina necesita luz natural para liberar dopamina, una sustancia que frena el crecimiento descontrolado del globo ocular. Cuando ese estímulo desaparece, el ojo se deforma, y eso impide ver con nitidez lo que queda lejos. El tiempo al aire libre es cada vez más escaso y eso está afectando a la vista en todo el mundo. En China, las estadísticas muestran un avance acelerado del problema: entre 2015 y 2020, la miopía se duplicó en niños de 7 años y se triplicó en los de 6. Y cuanto antes aparece, más rápido empeora. Un niño miope a los seis años puede acabar con miopía alta a los once, lo que multiplica el riesgo de daños severos en la retina o incluso pérdida de visión. Por eso, los expertos insisten en que no basta con llevar gafas: hay que frenar su progresión. Las soluciones ya se están probando en distintos lugares. En Taiwán, se han implantado medidas como limitar los deberes y garantizar al menos dos horas diarias al aire libre. En Corea del Sur, ante el número creciente de reclutas que no alcanzaban los requisitos visuales sin corrección, el ejército tuvo que suavizar las exigencias o financiar operaciones. Y en China, la miopía infantil supone un coste anual de 16.000 millones de dólares por la pérdida de productividad. Tratar la miopía no basta: hay que evitar que avance En paralelo, las recomendaciones médicas apuntan a acciones simples. La regla 20-20-20, por ejemplo, propone que por cada veinte minutos mirando una pantalla, se dediquen al menos veinte segundos a mirar algo que esté a seis metros de distancia. Esta pausa visual ayuda a relajar los músculos del ojo y a evitar que se mantengan en tensión de forma continua. También existen tratamientos específicos para los niños que ya presentan riesgo elevado. Entre ellos, destacan las gotas de atropina en dosis bajas, lentes que moldean la córnea mientras se duerme o las lentes multifocales, que distribuyen la tensión ocular y reducen el avance de la miopía. La detección precoz es fundamental, sobre todo en menores con antecedentes familiares o globos oculares más alargados de lo habitual.

Abr 25, 2025 - 12:08
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Medio planeta necesitará gafas dentro de 25 años y no es casualidad: este es el motivo

Medio planeta necesitará gafas dentro de 25 años y no es casualidad: este es el motivo

Epidemia - La miopía avanza con el abuso de tareas en proximidad y la falta de descansos visuales

Cerca de la mitad de los niños serán miopes en 2050: ¿nuestro estilo de vida nos está destrozando los ojos?

Hay algo que el cuerpo humano no está preparado para hacer durante doce horas seguidas: mirar de cerca sin parar. Leer, escribir, teclear, repasar apuntes, resolver ejercicios, mirar vídeos de todo tipo, estudiar para el examen del lunes… Todo eso encorvado sobre una mesa, sin sol, sin moverse y sin mirar más allá de un metro.

El problema no es que la vista se canse, es que los ojos empiezan a alargarse físicamente. Y cuando lo hacen, dejan de ver bien de lejos. La consecuencia es evidente: el planeta ve cada vez más borroso.

El ojo humano no está hecho para vivir a medio metro de distancia

Mientras medio mundo se obsesiona con el tiempo que pasa frente a una pantalla, lo que pasa fuera —o mejor dicho, lo que no pasa— está teniendo un impacto todavía más profundo. Entre los niños que apenas pisan la calle y los adultos que encadenan jornada laboral con móvil en el sofá, la luz natural se ha convertido en un lujo raro.

En países asiáticos con culturas escolares muy exigentes, este déficit se ha traducido en cifras que rozan lo clínicamente surrealista: más del 90% de los adolescentes en Corea del Sur y Japón terminan el instituto con miopía, una afección que provoca que los objetos lejanos se vean borrosos, aunque los que están cerca sí se vean bien.

Los datos confirman que no es solo cuestión de genética. Hay una combinación concreta de factores que disparan el problema: demasiadas horas mirando de cerca, muy poca luz solar y escaso enfoque a larga distancia. La retina necesita luz natural para liberar dopamina, una sustancia que frena el crecimiento descontrolado del globo ocular. Cuando ese estímulo desaparece, el ojo se deforma, y eso impide ver con nitidez lo que queda lejos.

El tiempo al aire libre es cada vez más escaso y eso está afectando a la vista en todo el mundo.

En China, las estadísticas muestran un avance acelerado del problema: entre 2015 y 2020, la miopía se duplicó en niños de 7 años y se triplicó en los de 6. Y cuanto antes aparece, más rápido empeora. Un niño miope a los seis años puede acabar con miopía alta a los once, lo que multiplica el riesgo de daños severos en la retina o incluso pérdida de visión. Por eso, los expertos insisten en que no basta con llevar gafas: hay que frenar su progresión.

Las soluciones ya se están probando en distintos lugares. En Taiwán, se han implantado medidas como limitar los deberes y garantizar al menos dos horas diarias al aire libre. En Corea del Sur, ante el número creciente de reclutas que no alcanzaban los requisitos visuales sin corrección, el ejército tuvo que suavizar las exigencias o financiar operaciones. Y en China, la miopía infantil supone un coste anual de 16.000 millones de dólares por la pérdida de productividad.

Tratar la miopía no basta: hay que evitar que avance

En paralelo, las recomendaciones médicas apuntan a acciones simples. La regla 20-20-20, por ejemplo, propone que por cada veinte minutos mirando una pantalla, se dediquen al menos veinte segundos a mirar algo que esté a seis metros de distancia. Esta pausa visual ayuda a relajar los músculos del ojo y a evitar que se mantengan en tensión de forma continua.

También existen tratamientos específicos para los niños que ya presentan riesgo elevado. Entre ellos, destacan las gotas de atropina en dosis bajas, lentes que moldean la córnea mientras se duerme o las lentes multifocales, que distribuyen la tensión ocular y reducen el avance de la miopía. La detección precoz es fundamental, sobre todo en menores con antecedentes familiares o globos oculares más alargados de lo habitual.

Gotas, lentes especiales y diagnósticos precoces son clave para evitar daños mayores.

Aunque el teléfono móvil y la tablet se han convertido en los sospechosos habituales, lo cierto es que esta tendencia empezó mucho antes de que existieran. En los años de posguerra, países como Japón, China o Corea del Sur apostaron por sistemas educativos intensivos, con largas jornadas escolares, clases extraescolares y escaso tiempo libre. La miopía empezó a extenderse entre sus estudiantes como una consecuencia directa de su forma de vida.

La receta más sencilla sigue siendo mirar lejos bajo el sol

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha marcado pautas claras: evitar el uso de pantallas en menores de dos años y limitarlo drásticamente hasta los cinco. Y no hace falta que jueguen al fútbol ni que se apunten a actividades deportivas. Basta con que pasen tiempo al aire libre, en movimiento o sentados, siempre que los ojos puedan ver a lo lejos bajo la luz del día.

La mitad del planeta podría tener miopía en 2050 si no se modifican hábitos desde la infancia.

En 2016, una revisión de más de 140 estudios con millones de participantes concluyó que para 2050, el 49,8% de la población mundial tendrá miopía. De esos, uno de cada cinco alcanzará niveles de riesgo elevado. Hoy ya hay más de 2.000 millones de personas afectadas, y sin cambios estructurales, podrían superar los 5.000 millones en apenas una generación.

No se trata de demonizar el progreso ni de eliminar pantallas de la vida diaria. La clave está en reequilibrar hábitos que, sin querer, han ido contra la biología. Porque los ojos, aunque se adapten a todo, evolucionaron para mirar lejos, con luz y en movimiento.

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