Mansiones desguazadas a precio de ganga por venta o mudanza
Una consola de bronce, de estilo Luis XV. Y una chimenea de mármol blanco propia de la Belle Époque. Sobre la repisa, figuritas de porcelana, bustos de bronce y relojes de cristal. Combina, bajo una gran lámpara de araña, el estilo rococó con el art nouveau, convirtiendo el inmueble en casi un espacio museístico. Coleccionistas, interioristas, anticuarios y restauradores se concentran en la vivienda para adquirir las mejores gangas. Sillas de madera y piel por diez euros, sillones por treinta y cómodas por cincuenta. Cuberteros de terciopelo, aguamaniles de cerámica, fruteros de cristal, farolillos de plata y vajillas al más puro estilo francés son algunos de los artículos puestos en venta en el mercadillo organizado por La Moraleja Home, un grupo de profesionales que trabajan para el sector inmobiliario residencial del lujo y que se han desenvuelto en las mejores zonas de Madrid. Desde hace casi un año, realizan vaciados de casas con el sistema de 'home markets'. «Nos percatamos de que a los propietarios, en el momento de realizar una compraventa, les angustiaba y preocupaba en gran medida el qué hacer con todas sus pertenencias, con los enseres de toda una vida. Muchos se mudan a otras casas más pequeñas y no saben cómo deshacerse de todo el mobiliario y objetos del inmueble de manera rápida y cómoda. Decidimos organizar mercadillos con los que pudieran rentabilizar sus casas mientras durase el proceso de venta o alquiler. Quisimos resolver lo que observamos que era una necesidad real», explica Berta López-Van Dam, perteneciente al departamento de Marketing de la mencionada inmobiliaria . Como señalan sus integrantes, «sólo trabajamos en las mejores zonas de Madrid». Estas son el barrio de Salamanca, Chamberí, La Moraleja, El Encinar, El Soto, Aravaca y Pozuelo –La Finca, Somosaguas, Valdemarín, La Florida, Montealina o Monteprincipe entre otras–. Indican, además, que las viviendas tienen que cumplir con unas determinadas características: «Ahora está de moda llamarlas mansiones». Antes de aceptar el vaciado de la casa realizan una primera inspección para poder valorar su contenido. Una vez aprobado el presupuesto proceden a clasificar, catalogar e inventariar todas las piezas y, finalmente, redecoran y ordenan la estancia. También, apuntan desde la empresa, «gestionamos donaciones, en caso de que los propietarios así lo deseen». Se trata de un proceso que dura, aproximadamente, entre dos y tres semanas, dependiendo de la finca. «A muchos propietarios que han contactado con nosotros les hemos tenido que decir que no porque los artículos no se adecuaban demasiado a esas características de lujo de las que hablamos», apunta López-Van Dam. Hoy es día de mercadillo. La entrevista con este periódico se produce en una de estas mansiones de ensueño, en Somosaguas. Con cuatro plantas y 1.800 metros cuadrados, se trata de la casa más grande en donde la inmobiliaria ha celebrado un 'market'. Sus antiguos propietarios se dedican a la hostelería, «de ahí que haya tanta vajilla». Encontramos cubertería por dos euros, porrones de vino de vidrio por tres, americanas y camisas por seis, trajes por diez, marcos de espejo y colchones por 60, teteras antiquísimas por 70 y cabeceros por 80. O por 200. Y hasta alfombras por 800 y cuadros por 1.000. «Intentamos poner los precios justos, pero asequibles. El objetivo es que los clientes puedan hacerse con objetos difíciles de adquirir a un precio único», señalan. La venta más cara, revelan, ha sido una mesa para doce comensales con sillas incluidas. Más de 2.000 euros, pero «su coste real estaría en torno a los 15.000». En total, la inmobiliaria ha organizado diez eventos, «intentamos casi uno por mes». El artículo más exclusivo, recuerdan, fue una colección de relojes valorada en 10.000 euros. Se vendió a través de una venta privada, coordinada con especialistas, previa al 'market'. «Cuando realizamos esa primera inspección de la casa, identificamos previamente las piezas de valor excepcional, bien por su coste, por su firma o porque se traten de artículos antiguos que hay que tasar con antigüedades. En estos casos, nos coordinamos con las casas de subastas que profesionalizan la venta o con anticuarios o tasadores para valorar las piezas, como se hizo con esta venta mencionada», explica Pedro González del Campo, cofundador de la empresa. Al mercadillo de este fin de semana han asistido, aproximadamente, 3.000 personas. Para poder realizar una visita al inmueble, el cliente debe tener en su poder una de las entradas –anticipadas y gratuitas– que la empresa facilita a través de sus redes sociales. Sólo con esta en mano se puede conocer la dirección donde se celebrará el mercadillo , que se mantiene en secreto. El tipo de cliente que acude al 'market', según da a conocer López-Van Dam, es «tanto familias adineradas que llegan con el propósito de adquirir piezas especiales que crean que ya no van a poder encontrar en otros lugares, es decir, artículos exclusivos, únicos y de colecci
Una consola de bronce, de estilo Luis XV. Y una chimenea de mármol blanco propia de la Belle Époque. Sobre la repisa, figuritas de porcelana, bustos de bronce y relojes de cristal. Combina, bajo una gran lámpara de araña, el estilo rococó con el art nouveau, convirtiendo el inmueble en casi un espacio museístico. Coleccionistas, interioristas, anticuarios y restauradores se concentran en la vivienda para adquirir las mejores gangas. Sillas de madera y piel por diez euros, sillones por treinta y cómodas por cincuenta. Cuberteros de terciopelo, aguamaniles de cerámica, fruteros de cristal, farolillos de plata y vajillas al más puro estilo francés son algunos de los artículos puestos en venta en el mercadillo organizado por La Moraleja Home, un grupo de profesionales que trabajan para el sector inmobiliario residencial del lujo y que se han desenvuelto en las mejores zonas de Madrid. Desde hace casi un año, realizan vaciados de casas con el sistema de 'home markets'. «Nos percatamos de que a los propietarios, en el momento de realizar una compraventa, les angustiaba y preocupaba en gran medida el qué hacer con todas sus pertenencias, con los enseres de toda una vida. Muchos se mudan a otras casas más pequeñas y no saben cómo deshacerse de todo el mobiliario y objetos del inmueble de manera rápida y cómoda. Decidimos organizar mercadillos con los que pudieran rentabilizar sus casas mientras durase el proceso de venta o alquiler. Quisimos resolver lo que observamos que era una necesidad real», explica Berta López-Van Dam, perteneciente al departamento de Marketing de la mencionada inmobiliaria . Como señalan sus integrantes, «sólo trabajamos en las mejores zonas de Madrid». Estas son el barrio de Salamanca, Chamberí, La Moraleja, El Encinar, El Soto, Aravaca y Pozuelo –La Finca, Somosaguas, Valdemarín, La Florida, Montealina o Monteprincipe entre otras–. Indican, además, que las viviendas tienen que cumplir con unas determinadas características: «Ahora está de moda llamarlas mansiones». Antes de aceptar el vaciado de la casa realizan una primera inspección para poder valorar su contenido. Una vez aprobado el presupuesto proceden a clasificar, catalogar e inventariar todas las piezas y, finalmente, redecoran y ordenan la estancia. También, apuntan desde la empresa, «gestionamos donaciones, en caso de que los propietarios así lo deseen». Se trata de un proceso que dura, aproximadamente, entre dos y tres semanas, dependiendo de la finca. «A muchos propietarios que han contactado con nosotros les hemos tenido que decir que no porque los artículos no se adecuaban demasiado a esas características de lujo de las que hablamos», apunta López-Van Dam. Hoy es día de mercadillo. La entrevista con este periódico se produce en una de estas mansiones de ensueño, en Somosaguas. Con cuatro plantas y 1.800 metros cuadrados, se trata de la casa más grande en donde la inmobiliaria ha celebrado un 'market'. Sus antiguos propietarios se dedican a la hostelería, «de ahí que haya tanta vajilla». Encontramos cubertería por dos euros, porrones de vino de vidrio por tres, americanas y camisas por seis, trajes por diez, marcos de espejo y colchones por 60, teteras antiquísimas por 70 y cabeceros por 80. O por 200. Y hasta alfombras por 800 y cuadros por 1.000. «Intentamos poner los precios justos, pero asequibles. El objetivo es que los clientes puedan hacerse con objetos difíciles de adquirir a un precio único», señalan. La venta más cara, revelan, ha sido una mesa para doce comensales con sillas incluidas. Más de 2.000 euros, pero «su coste real estaría en torno a los 15.000». En total, la inmobiliaria ha organizado diez eventos, «intentamos casi uno por mes». El artículo más exclusivo, recuerdan, fue una colección de relojes valorada en 10.000 euros. Se vendió a través de una venta privada, coordinada con especialistas, previa al 'market'. «Cuando realizamos esa primera inspección de la casa, identificamos previamente las piezas de valor excepcional, bien por su coste, por su firma o porque se traten de artículos antiguos que hay que tasar con antigüedades. En estos casos, nos coordinamos con las casas de subastas que profesionalizan la venta o con anticuarios o tasadores para valorar las piezas, como se hizo con esta venta mencionada», explica Pedro González del Campo, cofundador de la empresa. Al mercadillo de este fin de semana han asistido, aproximadamente, 3.000 personas. Para poder realizar una visita al inmueble, el cliente debe tener en su poder una de las entradas –anticipadas y gratuitas– que la empresa facilita a través de sus redes sociales. Sólo con esta en mano se puede conocer la dirección donde se celebrará el mercadillo , que se mantiene en secreto. El tipo de cliente que acude al 'market', según da a conocer López-Van Dam, es «tanto familias adineradas que llegan con el propósito de adquirir piezas especiales que crean que ya no van a poder encontrar en otros lugares, es decir, artículos exclusivos, únicos y de colección, como personas más humildes que compran objetos del día a día: cubertería, toallas, prendas de ropa, calzado, bisutería, sillas, escritorios, estanterías...». Al mediodía, la mansión aparece colmada de curiosos que observan con detenimiento todos y cada uno de los rincones de la vivienda. No pierden detalle. Dos mujeres, de edad avanzada, murmuran en uno de los dormitorios de la planta superior. Abren y cierran armarios en búsqueda, parece ser, de algún juego de sábanas que les convenzan. En la habitación contigua, madre e hijo desarman un armario y dos amigas juegan a probarse chaquetas de Alba Conde y zapatos de tacón. En el comedor, una pareja rebusca el precio de una pequeña mesa de cristal apoyada sobre una columna de mármol gris. Y arriba, en el desván, un grupo de cinco contemplan una llamativa tetera de bronce que debe costar «cientos de euros», aunque está a la venta por setenta. Fuera hay sofás de jardín y productos de terraza. La planta baja dispone de gimnasio –sacos de boxeo, botas de esquí y patines, entre otros artículos deportivos en venta– y bar. Se divisan, deambulando por las múltiples salas, servilletas «con bordado de ganchillo», objetos navideños, pósteres de 'El padrino', cámaras antiguas de vídeo, ventiladores, butacas, cestos y muebles varios con una pequeña etiqueta colgando: «Vendido». Alberga la cocina tazas por treinta céntimos y táperes por cincuenta. Y «todo, absolutamente todo, se acaba vendiendo». No obstante, González del Campo recuerda que, pasado el fin de semana, con el 'market' ya finalizado, los productos que no se venden se donan a oenegés, algunas sugeridas por la propia inmobiliaria. López-Van Dam cuenta, a modo de anécdota, algunas situaciones que ha vivido en otros eventos:«Peleas entre mujeres por, por ejemplo, unas cortinas, regateos sin éxito, propietarias en desacuerdo con el precio de algún artículo querido o la tempranera estampida de vendedores de El Rastro». No dejan de entrar y salir intrusos de la lujosa residencia visitada. Una pareja abandona con gracia el inmueble con lo que creen que es una «auténtica ganga», un bodegón pintado por el artista barcelonés Juan Soler. Tras ellos, una joven enumera su compra. Lleva consigo un atornillador eléctrico que ha conseguido por dieciocho euros –«¡Ojo!, que por ahí están a noventa»–, un bolso y una esterilla de sushi por cincuenta céntimos. Cuentan los que salen que las piezas más exclusivas y los mejores muebles ya «volaron» el viernes. Pero aún quedan esperanzados vagando por los pasillos que, a las dos de la tarde, comienzan a ser desalojados. Los más tardíos entristecen, aún les quedan rincones por explorar. Aunque con las manos vacías no salen. «Volveremos».
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