Los energúmenos no humillan: embisten, como las bestias

Donald Trump y su oscuro escudero, J.D. Vance, no humillaron a Volodímir Zelenski. Fue el presidente ucraniano quien tuvo el arrojo de mostrar al mundo la bajeza moral de unos matones de salón del Oeste “No me gusta que me interrumpan cuando estoy insultando” (Charles Laughton en El proceso Paradine, de Alfred Hitchcock).  Es falso. Donald Trump y su oscuro escudero, J.D. Vance, no humillaron a Volodímir Zelenski. Fue el presidente ucraniano quien tuvo el arrojo de mostrar al mundo la bajeza moral de unos matones de salón del Oeste, unos sietemachos repugnantes representando ante el mundo, coreografía perfectamente ensayada, cómo se rompen los moldes de la diplomacia entendida como el arte de enhebrar relaciones entre países, mero avance de la civilización. Pero la encerrona resultó fallida: Zelenski salió de aquella trampa infame con la cabeza bien alta, ellos gritaban como cernícalos y él razonaba, aguantando el tipo, como una persona decente. ¿Querían los nuevos amos del mundo quedarse con las tierras raras? Pues por ahora se quedaron sin ellas. ¿Pretendían romper los apoyos internacionales –muchos y variados– a Ucrania? Pues consiguieron lo contrario, como se demostró en Londres este mismo fin de semana. Al final del grotesco docudrama sólo vimos vociferar a un energúmeno y a su edecán. Balandrones y camorristas, somos los amos del universo y os machacaremos.  Comenzó la broma con el propio Trump, el más grosero entre los groseros, haciendo chanzas sobre la vestimenta de Zelenski. Y como todo estaba preparado, uno de sus periodistas bufones, sólo están allí para reírle las gracias al rey que va desnudo, se permitió afear al líder ucraniano –así, a pelo– que acudiera a ese sacrosanto Despacho Oval sin traje ni corbata. Qué risa. El mismo escenario en el que apenas hace unos días semanas el titiritero Elon Musk, el brujo de la tribu, llenaba esa sala ante esos mismos periodistas ataviado con camiseta y gorra y con un tierno infante, su hijo número 13, a la chepa. Por no hablar de ese mismo Despacho en el que Clinton laralarala, laralarala. Con ese arranque comenzó el vomitivo reality que pudo contemplar medio mundo.  Hay que insistir. Mal hecho por los medios que titularon Trump humilla a Zelenski. Frente a la barbarie, expuesta a la vista de medio mundo, las gentes de bien sabemos reconocer quién es el verdugo y quién la víctima. El perro no humilla al paseante cuando le muerde: sólo demuestra que es un animal necesitado de bozal. O sea, que cierren el hocico al jabalí, hagan el favor, que ha sido él, aquí me tienen como soy, una fiera sin moral, quien nos ha demostrado su auténtico perfil. Así lo ha entendido media humanidad, que la deriva de Trump amenaza con tragarse a sí mismo, como esos dibujos animados que al acabar de succionar todo lo que encuentran por el camino se engullen a sí mismos.  Podemos extender el razonamiento. La insolencia de Carlos Mazón no humilla a nadie. Desde luego, no a los ciudadanos de la Comunidad Valenciana, tampoco a los políticos de la oposición, por supuesto que no a la implacable jueza de Catarroja, Nuria Ruiz Tobarra, mentira tras mentira, ocultamiento tras ocultamiento, y desde luego no humilla, jamás lo conseguirá, a las más de 200 víctimas de las inundaciones y a los miles y miles de vecinos de la zona que lo han perdido todo. ¿Cómo puede mirarse en el espejo este señoritingo que a los cuatro meses de la tragedia es incapaz de explicar dónde estaba en aquellas cinco o seis trágicas horas para tomar las decisiones de las que dependía la vida de tantos ciudadanos? ¿Qué desvergüenza es ésa? Nadie tenía que exigirle el dietario. Su propia conciencia, si es que tiene algo similar, debía dictarle la obligatoriedad que tiene ante toda la sociedad de desmenuzar, minuto a minuto, qué hizo aquella maldita tarde tras su salida de El Ventorro. Todos los valencianos son capaces de detallar qué hicieron ese día trágico, imposible de borrar de su memoria. Todos, menos uno: el presidente de la Generalitat. Y a los asistentes a aquella reunión del Cecopi les exigimos que canten la gallina y que expliquen, a pecho descubierto, por qué tardaron horas en tomar las medidas adecuadas y a qué se debe tal cúmulo de despropósitos. No pierdan cuidado: la justicia se lo demandará.   Ni que decir tiene que hay que ser de una determinada pasta, de composición bastante repugnante, la verdad, como los dirigentes del PP que sostienen de la percha al zombi Mazón. Hay que oír a los Tellados de turno defender lo indefendible, sin que nadie, todo sea dicho, entienda por qué Núñez Feijóo quiere colgarse al cuello la piedra, mortal, del presidente valenciano. ¿Para qué? Si no toma medidas, y no parece que vaya a hacerlo, se va a encontrar con que va a necesitar los votos de Vox para mantener al muerto viviente en su cargo, ese tufo a cadaverina que se desprende desde su despacho y que ya le acompaña por los saraos a lo

Mar 4, 2025 - 06:27
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Los energúmenos no humillan: embisten, como las bestias

Los energúmenos no humillan: embisten, como las bestias

Donald Trump y su oscuro escudero, J.D. Vance, no humillaron a Volodímir Zelenski. Fue el presidente ucraniano quien tuvo el arrojo de mostrar al mundo la bajeza moral de unos matones de salón del Oeste

No me gusta que me interrumpan cuando estoy insultando” (Charles Laughton en El proceso Paradine, de Alfred Hitchcock). 

Es falso. Donald Trump y su oscuro escudero, J.D. Vance, no humillaron a Volodímir Zelenski. Fue el presidente ucraniano quien tuvo el arrojo de mostrar al mundo la bajeza moral de unos matones de salón del Oeste, unos sietemachos repugnantes representando ante el mundo, coreografía perfectamente ensayada, cómo se rompen los moldes de la diplomacia entendida como el arte de enhebrar relaciones entre países, mero avance de la civilización. Pero la encerrona resultó fallida: Zelenski salió de aquella trampa infame con la cabeza bien alta, ellos gritaban como cernícalos y él razonaba, aguantando el tipo, como una persona decente.

¿Querían los nuevos amos del mundo quedarse con las tierras raras? Pues por ahora se quedaron sin ellas. ¿Pretendían romper los apoyos internacionales –muchos y variados– a Ucrania? Pues consiguieron lo contrario, como se demostró en Londres este mismo fin de semana. Al final del grotesco docudrama sólo vimos vociferar a un energúmeno y a su edecán. Balandrones y camorristas, somos los amos del universo y os machacaremos. 

Comenzó la broma con el propio Trump, el más grosero entre los groseros, haciendo chanzas sobre la vestimenta de Zelenski. Y como todo estaba preparado, uno de sus periodistas bufones, sólo están allí para reírle las gracias al rey que va desnudo, se permitió afear al líder ucraniano –así, a pelo– que acudiera a ese sacrosanto Despacho Oval sin traje ni corbata. Qué risa. El mismo escenario en el que apenas hace unos días semanas el titiritero Elon Musk, el brujo de la tribu, llenaba esa sala ante esos mismos periodistas ataviado con camiseta y gorra y con un tierno infante, su hijo número 13, a la chepa. Por no hablar de ese mismo Despacho en el que Clinton laralarala, laralarala. Con ese arranque comenzó el vomitivo reality que pudo contemplar medio mundo. 

Hay que insistir. Mal hecho por los medios que titularon Trump humilla a Zelenski. Frente a la barbarie, expuesta a la vista de medio mundo, las gentes de bien sabemos reconocer quién es el verdugo y quién la víctima. El perro no humilla al paseante cuando le muerde: sólo demuestra que es un animal necesitado de bozal. O sea, que cierren el hocico al jabalí, hagan el favor, que ha sido él, aquí me tienen como soy, una fiera sin moral, quien nos ha demostrado su auténtico perfil. Así lo ha entendido media humanidad, que la deriva de Trump amenaza con tragarse a sí mismo, como esos dibujos animados que al acabar de succionar todo lo que encuentran por el camino se engullen a sí mismos. 

Podemos extender el razonamiento. La insolencia de Carlos Mazón no humilla a nadie. Desde luego, no a los ciudadanos de la Comunidad Valenciana, tampoco a los políticos de la oposición, por supuesto que no a la implacable jueza de Catarroja, Nuria Ruiz Tobarra, mentira tras mentira, ocultamiento tras ocultamiento, y desde luego no humilla, jamás lo conseguirá, a las más de 200 víctimas de las inundaciones y a los miles y miles de vecinos de la zona que lo han perdido todo. ¿Cómo puede mirarse en el espejo este señoritingo que a los cuatro meses de la tragedia es incapaz de explicar dónde estaba en aquellas cinco o seis trágicas horas para tomar las decisiones de las que dependía la vida de tantos ciudadanos? ¿Qué desvergüenza es ésa? Nadie tenía que exigirle el dietario. Su propia conciencia, si es que tiene algo similar, debía dictarle la obligatoriedad que tiene ante toda la sociedad de desmenuzar, minuto a minuto, qué hizo aquella maldita tarde tras su salida de El Ventorro. Todos los valencianos son capaces de detallar qué hicieron ese día trágico, imposible de borrar de su memoria. Todos, menos uno: el presidente de la Generalitat. Y a los asistentes a aquella reunión del Cecopi les exigimos que canten la gallina y que expliquen, a pecho descubierto, por qué tardaron horas en tomar las medidas adecuadas y a qué se debe tal cúmulo de despropósitos. No pierdan cuidado: la justicia se lo demandará.  

Ni que decir tiene que hay que ser de una determinada pasta, de composición bastante repugnante, la verdad, como los dirigentes del PP que sostienen de la percha al zombi Mazón. Hay que oír a los Tellados de turno defender lo indefendible, sin que nadie, todo sea dicho, entienda por qué Núñez Feijóo quiere colgarse al cuello la piedra, mortal, del presidente valenciano. ¿Para qué? Si no toma medidas, y no parece que vaya a hacerlo, se va a encontrar con que va a necesitar los votos de Vox para mantener al muerto viviente en su cargo, ese tufo a cadaverina que se desprende desde su despacho y que ya le acompaña por los saraos a los que aún se atreve a acudir, así le griten y abucheen, que el desparpajo y la cara dura no se pierde de un día para otro. 

¿No entiende Feijóo que Vox es tóxico, y cada día que Trump sigue dándole su apoyo, todavía más? ¿Quiere ir a Europa, a hablar con sus equivalentes alemanes, por ejemplo, atado a la ultraderecha de Abascal? No se puede ser tan miope. Hasta sus mayores de Faes, Aznar dixit, le están diciendo que ese no es el camino. Porque alejarse de Trump, ya ha girado el barco, lleva consigo alejarse de toda la ultraderecha europea, y por tanto de Vox, sierva de la loca política de Estados Unidos. Es el estilo Feijóo, que nunca hace nada, y que a poco que se esmere va a ganar por los puntos a Rajoy, el presidente más remolón que ha tenido nuestro país. Nunca decide nada y los acontecimientos, y las fieras que pueblan el solar patrio de la derecha, desde Abascal a Díaz Ayuso, se lo comen por los pies. ¡Qué poquita cosa, qué poquitos kilos de político! 

Y ahora que citamos a la reina del vermú, veamos a un ciudadano que intenta humillar a todo lo que se acerque a su tóxica figura: Alberto González Amador. Inspectores de Hacienda, fiscales, periodistas. Otro que tal baila. Pero hay que estar ciego para no ver que quien se humilla es la propia novia del interesado, la mismísima presidenta de la Comunidad de Madrid, que para defender a su novio es capaz de mentir con toda la boca llena de dientes: “Es falso que sea él quien debe dinero, sino que es Hacienda quien le debe a él 600.000 euros a pagar por intereses”, tuvo la osadía de declarar en público. Y se quedó tan contenta, la señorita del pan pringao defendiendo el honor de su macho alfa, que sólo faltó en aquel lance que sacara la faca de la faltriquera y gritara aquello de “a mi hombre no le tocan ni un pelo”. ¡Qué bochorno, qué humillación! Y sumen a la fiesta a los empleados de la susodicha, incluidos los consejeros de la Comunidad, en lugar destacado el inefable MAR –“os vamos a machacar”, grita la fiera– todos ellos reclutados para la cruzada de sostener al señor que defraudó a Hacienda. Vaya que si defraudó.  

¡Ah, cuánto pillo pulula por el foro! Bribones, pícaros y tunantes deambulan por los alrededores de esa Puerta del Sol de tan grato recuerdo para los franquistas. El abogado José Antonio Choclán –muy desahogado hay que ser para defender a Francisco Correa, el de la Gürtel, a Corinna Larsen, a Rita Barberá o a Aldama, entre otras numerosas joyas– quiere defender con una curiosa larga cambiada a su cliente Luis Medina, el noble hijo del Duque de Feria de su obscena comisión en la venta de mascarillas, además inservibles, al Ayuntamiento de Madrid, un millón para él y cinco para su socio, Alberto Luceño. Recuerda el letrado Choclán el conocido caso de Tomás Díaz Ayuso, hermano de la presidenta madrileña, al que la Fiscalía investigó por un pelotazo similar –casi un cuarto de millón en comisiones– y concluyó que no había motivos para presentar una querella contra él. ¿Ven ustedes qué linda colección de truhanes, hermanos, novios y fieles vasallos, todos en rigurosa fila india, girando siempre en torno a la lideresa madrileña, insulto porque me pete, bailando la conga de nos reímos de todos ustedes? 

Único ungüento que se le ocurre al Ojo para luchar contra tanta ignominia: seguir, desde la trinchera, gritando a los cuatro vientos que nunca, nunca, nos sentiremos humillados por los canallas. Son ellos quienes se ensucian. Nosotros, cabeza alta. 

Adenda. Para humillarse y lamerse sus propias heridas, o eso creemos que estará haciendo el interesado, el exministro José Luis Ábalos, ante el hecho, confesado por ella misma, de que su amiga Jessica Rodríguez, enchufada en empresas públicas, cobraba del bote público, al que contribuimos usted y este modesto plumilla, sin ni siquiera tener el detalle de aparecer por allí. Y la cosa judicial está en sus inicios, que ya veremos hasta dónde llegan las andanzas del propio y de Koldo, su ayudante de campo. ¿No hay manera de acabar con tipos así, adornados además con la chulería de presumir de decencia y honestidad, cuando bien conocen sus propios desmanes? Es verdad que el PSOE tomó la decisión de apartar al gran hombre, tan importante para el partido y el Gobierno en un momento de su vida política, pero tarde. Muy tarde. Hay que tener más engrasadas las antenas de detectar bribones. 

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