Logroño en un fin de semana: una escapada tranquila para los amantes del vino y el buen comer

El destino perfecto para disfrutar de un par de días sin prisas. Con su encantador casco antiguo, su rica tradición vinícola y la ayuda de los pinchos de la calle Laurel, la capital de La Rioja será capaz de atraparteSiete destinos españoles que es mejor visitar en primavera A Logroño hay que ir sin prisas porque es el lugar perfecto para bajar el ritmo de nuestro día a día. Un fin de semana en la capital riojana puede ser la mejor vacuna contra el estrés acumulado, el destino ideal para huir de la rutina, pasear y, sobre todo, disfrutar de su historia y de un buen vino. Entre sus monumentos, sus calles y su oferta gastronómica, Logroño te invita a dejar el reloj a un lado y a darte un tiempo de desconexión.  Logroño ha sido siempre un cruce de caminos. Ubicada a orillas del Ebro y en pleno Camino de Santiago, la ciudad ha recibido a peregrinos y viajeros a lo largo de los siglos, lo que ha dejado su huella en infinidad de rincones. Conforme la vayas recorriendo y pases por su muralla y sus casas nobles, por su concatedral y sus calados, y descubras los pinchos de su gastronomía, irás comprobando que este es el lugar indicado para dedicarle dos días al buen vivir. Un paseo histórico con tapeo incluido  Si le vas a dedicar dos días a Logroño, la jornada debe arrancar de forma clásica: cruzando el Puente de Piedra. Este emblemático puente te regala unas buenas vistas del río Ebro y de la silueta de Logroño, con la imponente Concatedral de Santa María de la Redonda en el horizonte. Al cruzarlo, ve adentrándote en el casco antiguo para ir descubriendo poco a poco todo lo que te tiene que contar. La calle Portales de Logroño. Un poco más adelante se encuentra el Espolón, con la estatua ecuestre del general Espartero, que sirve de punto de referencia para comenzar tu itinerario. Desde aquí, te recomendamos acercarte a la Concatedral de Santa María de la Redonda que antes viste desde lejos. Aunque su estructura se ha ido ampliando a lo largo de los siglos, su fachada barroca y sus famosas torres gemelas son un icono de la ciudad. En su interior no te pierdas los pequeños detalles como el óleo atribuido a Miguel Ángel. La ruta continúa con una visita a la Muralla del Revellín, uno de los restos mejor conservados de la antigua defensa medieval, y al Parlamento de La Rioja, ubicado en el antiguo Convento de la Merced, que muestra la transformación histórica de Logroño. Entre estos edificios no puedes perderte la Calle Portales, el eje comercial y tradicional del centro, donde se mezclan la vida cotidiana con un pasado lleno de esplendor. Cuando quieras hacer una parada, en pleno centro encontrarás el Café Moderno. Todo un clásico fundado en 1916. Su ambiente, decorado con fotografías antiguas y maquinaria de época, te permite disfrutar de un café mientras vas cogiéndole el pulso al ir y venir de la ciudad. Champiñones de bar El Soriano, calle Laurel, Logroño

Abr 4, 2025 - 23:09
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Logroño en un fin de semana: una escapada tranquila para los amantes del vino y el buen comer

Logroño en un fin de semana: una escapada tranquila para los amantes del vino y el buen comer

El destino perfecto para disfrutar de un par de días sin prisas. Con su encantador casco antiguo, su rica tradición vinícola y la ayuda de los pinchos de la calle Laurel, la capital de La Rioja será capaz de atraparte

Siete destinos españoles que es mejor visitar en primavera

A Logroño hay que ir sin prisas porque es el lugar perfecto para bajar el ritmo de nuestro día a día. Un fin de semana en la capital riojana puede ser la mejor vacuna contra el estrés acumulado, el destino ideal para huir de la rutina, pasear y, sobre todo, disfrutar de su historia y de un buen vino. Entre sus monumentos, sus calles y su oferta gastronómica, Logroño te invita a dejar el reloj a un lado y a darte un tiempo de desconexión. 

Logroño ha sido siempre un cruce de caminos. Ubicada a orillas del Ebro y en pleno Camino de Santiago, la ciudad ha recibido a peregrinos y viajeros a lo largo de los siglos, lo que ha dejado su huella en infinidad de rincones. Conforme la vayas recorriendo y pases por su muralla y sus casas nobles, por su concatedral y sus calados, y descubras los pinchos de su gastronomía, irás comprobando que este es el lugar indicado para dedicarle dos días al buen vivir.

Un paseo histórico con tapeo incluido 

Si le vas a dedicar dos días a Logroño, la jornada debe arrancar de forma clásica: cruzando el Puente de Piedra. Este emblemático puente te regala unas buenas vistas del río Ebro y de la silueta de Logroño, con la imponente Concatedral de Santa María de la Redonda en el horizonte. Al cruzarlo, ve adentrándote en el casco antiguo para ir descubriendo poco a poco todo lo que te tiene que contar.

La calle Portales de Logroño.

Un poco más adelante se encuentra el Espolón, con la estatua ecuestre del general Espartero, que sirve de punto de referencia para comenzar tu itinerario. Desde aquí, te recomendamos acercarte a la Concatedral de Santa María de la Redonda que antes viste desde lejos. Aunque su estructura se ha ido ampliando a lo largo de los siglos, su fachada barroca y sus famosas torres gemelas son un icono de la ciudad. En su interior no te pierdas los pequeños detalles como el óleo atribuido a Miguel Ángel.

La ruta continúa con una visita a la Muralla del Revellín, uno de los restos mejor conservados de la antigua defensa medieval, y al Parlamento de La Rioja, ubicado en el antiguo Convento de la Merced, que muestra la transformación histórica de Logroño. Entre estos edificios no puedes perderte la Calle Portales, el eje comercial y tradicional del centro, donde se mezclan la vida cotidiana con un pasado lleno de esplendor.

Cuando quieras hacer una parada, en pleno centro encontrarás el Café Moderno. Todo un clásico fundado en 1916. Su ambiente, decorado con fotografías antiguas y maquinaria de época, te permite disfrutar de un café mientras vas cogiéndole el pulso al ir y venir de la ciudad.

Champiñones de bar El Soriano, calle Laurel, Logroño

Pero no nos despistemos, porque uno de los grandes momentos del día llega cuando toca conocer el tapeo logroñés. La Laurel es el corazón gastronómico de Logroño. En esta calle encontrarás decenas de bares que se especializan en un bocado único: pide un champi en el Soriano, una zapatilla en La Ménsula, unas setas en El Cid, oreja en El Pechas o un matrimonio en el Blanco y Negro. La idea es ir de bar en bar, degustando cada especialidad, siempre acompañada de un Rioja, que para eso estamos donde estamos. Si prefieres algo menos concurrido, la calle San Juan ofrece otra alternativa para tapear en un ambiente similar pero más tranquilo, menos turístico.

Como sabemos que te entretendrás en La Laurel más de lo que imaginas, para cerrar la jornada, un paseo al atardecer por el Parque del Ebro es perfecto. Las vistas del río y del Puente de Piedra, con las últimas luces del día, crean un ambiente relajado para despedir una jornada llena de sabores.

La Laurel, la referencia a la hora de comer.

Cultura, enoturismo y más pinchos

El segundo día arranca con energía. Después de un desayuno abundante (unos churros en el Moderno son una apuesta segura), dedícale la mañana a la cultura. El Museo de La Rioja, ubicado en el Palacio de Espartero, ofrece exposiciones que recorren desde la prehistoria hasta la Edad Moderna, ayudándote a entender la evolución de la región. Si te interesa algo más interactivo, el Espacio Lagares te acerca de forma original a la tradición del pisado de la uva que, de nuevo, para eso estamos donde estamos.

El mundo del vino es uno de los grandes atractivos de Logroño. Dentro de la ciudad, puedes visitar bodegas urbanas como Ontañón, donde una cata te permite saborear diferentes vinos sin salir del centro. Aunque si dispones de un poco más de tiempo, es recomendable visitar el Museo Vivanco de la Cultura del Vino en Briones, a unos 30 minutos en coche. Con sus 4.000 metros cuadrados, este museo es un homenaje al vino, con salas de exposición que explican su historia, un Jardín de Baco con más de 220 variedades de vides y, por supuesto, catas que te permitirán descubrir la esencia de La Rioja.

De vuelta al casco antiguo de Logroño, seguimos hablando de vino. Concretamente de los calados, unas bodegas subterráneas del siglo XVI que fueron clave en la producción de vino y siguen siendo parte de la identidad de la ciudad. El Calado de San Gregorio es un buen punto de inicio para descubrirlas, junto a otros ocho calados visitables. 

La iglesia de San Bartolomé, en Logroño.

Cuando el hambre haga acto de presencia, si el día anterior visitaste La Laurel, entonces ahora le toca el turno a la calle San Juan que, como decíamos, es más tranquila y menos turística que la anterior. Aquí, locales como el bar Torres, famoso por su tortilla de patata, o el Sebastián, conocido por su rabo de toro, te ofrecen platos que complementan perfectamente la experiencia del buen vino. Cada bocado es una muestra de la tradición culinaria riojana.

Por la tarde puedes continuar tu paseo. Además de las iglesias y monumentos ya visitados, Logroño cuenta con edificios civiles y modernos que narran la transformación de la ciudad. Por ejemplo, la antigua Casa de los Chapiteles y el conjunto del Convento de la Merced, ahora sede del Parlamento, son testimonio del cambio social y económico que ha vivido la capital. Si buscas más oferta cultural, el teatro Bretón de los Herreros, inaugurado en 1880, es un referente en la escena artística local.

Antes de que termine el fin de semana, aprovecha para dar un último paseo por la ribera del Ebro. Caminar junto al río, observar cómo la ciudad se refleja en sus aguas y disfrutar de un café en alguna terraza con vistas panorámicas, puede ser el broche final perfecto para una escapada en la que Logroño, mostrándose con toda su autenticidad, ha sido capaz de atraparte sin que pensaras en ninguna otra cosa que no fuera disfrutar.

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