Lo tiene muy mal y él no lo sabe

De Pedro Sánchez hablamos, ya lo sabrán ustedes. Una de las características de los psicópatas, sobre todo los que se distinguen por su narcisismo disparado, es la incapacidad para distinguir la realidad de lo falso, la mentira de la verdad. Mejor dicho: la mentira es su realidad. Les recuerda a alguien, ¿verdad? Pues naturalmente que … Continuar leyendo "Lo tiene muy mal y él no lo sabe"

Mar 7, 2025 - 21:35
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Lo tiene muy mal y él no lo sabe

De Pedro Sánchez hablamos, ya lo sabrán ustedes. Una de las características de los psicópatas, sobre todo los que se distinguen por su narcisismo disparado, es la incapacidad para distinguir la realidad de lo falso, la mentira de la verdad. Mejor dicho: la mentira es su realidad. Les recuerda a alguien, ¿verdad? Pues naturalmente que sí. Los que se rozan con el aún presidente califican de insólito su discurso prepotente, soberbio. Él camina en la dirección correcta, los demás están errados. Ahora, en este preciso momento, él se refugia en el bienestar económico de España, lo que un antiguo colaborador suyo califica nada menos como la era de la «eclosión de la riqueza», se ampara en datos favorables y, además, en el éxito de su presencia internacional. En este segundo mundo ya se presenta como el líder de la izquierda mundial. Le llaman para hacer bulto en las reuniones y él procura, como los entrometidos, fundirse en mil abrazos con el depauperado Zelenski al que, según todas las trazas, le quedan un par de telediarios.

Francia y el Reino Unido pilotan las escuálidas respuestas de Europa a las embestidas de Trump. Sánchez va de acompañante al estilo de su colega socialista alemán Scholz, éste que pide a Dios que corra el tiempo para, quizá, regresar cuanto antes a algún lugar retirado de la Baja Sajonia, su estado de origen, donde nadie recuerde su pésima gestión. O sea, que lo que diga Sánchez tiene la misma virtualidad que la que puedan acoger, por ejemplo, los intentos de Tebas para destronar al Real Madrid. Ninguno.

Los economistas sólidos, incluso los de Moncloa que preside Manolo de la Rocha Sr. alertan, aún en voz baja, de esta situación hiperhinchada que vive del gasto concedido, no del ganado. Es decir que la gente, todavía aún recientemente salida de la maldita Covid, tira de bolsillo y tarjeta y no le importa si, nuevo, regresa el apocalipsis de la recesión. Aquí, en España, la gran preocupación muy generalizada (sé que también existe pobreza y mucha) es conseguir mesa en algún restaurante de fin de semana. Un dato: un responsable del Gobierno de Castilla y León me decía al principio de esta semana: «No hay un solo hotel que no lo tenga lleno para esta próxima Semana Santa». Por su lado, otro de estos economistas me afirmaba casi de forma dramática: «Nos importa un bledo lo que se nos puede venir encima». Analizando las entretelas del paro último ¿alguien ha tenido la curiosidad de saber cuántos empleos son de una SOLA hora al día? Un profesor de la Enseñanza Media (no creo que se llame así esta porción educativa) es un representante cualificado de este sector que agranda, con gran espanto por su parte, las cifras oficiales aclamadas por un Gobierno que no es que viva al día, vive ciertamente de lo que se le ocurre cada día.

La economía del país va así, a trancas y barrancas, nuestra posición en el mundo produce como las vacas flacas más pena que entusiasmo, y la entraña interior de la Nación más vieja de España ya no resiste un abatimiento más. Sánchez está vendiendo el país por parcelas a los secesionistas vascos y catalanes, sobre todo a estos últimos, por la sola razón de conservar los siete votos que necesita para continuar en el machito que no ganó: la Moncloa. El acuerdo para la transferencia a Cataluña de la inmigración -que de no otra cosa se trata- es una traición histórica del tamaño de la Carta Otorgada promulgada por el Rey impuesto, José Bonaparte, que, cedió todos sus derechos al Trono de España, por tanto también de sus tierras interiores y exteriores al propio Napoleón. O sea, se pasó por la entrepierna primero al Rey Carlos (1808) y después al felón Fernando VII. Una vergüenza descomunal que figura entre las más oprobiosas de la larga trayectoria de nuestro país. Los socialistas no saben cómo disimular la trascendencia, la abyección que han firmado, pero la verdad es que sus socios de coyuntura con el forajido Puigdemont de mascarón de proa, se ríen a mandíbula batiente del mal trago que están pasando los monagos de Sánchez disfrazando la alevosa deslealtad que han cometido.

El psicópata se enardece explicando sus logros económicos, transfigura los territoriales, pero, ¡ay! no puede camuflar el horizonte penal que le aguarda, que no es parco ni menor. Para ¿cuándo? nos preguntamos todos los impacientes de este país ¿Pues si se pregunta a los juristas más reputados, también a los más independientes, la respuesta es que esto va para largo. Estos días hemos encontrado una pista en el momento en que el magistrado del Supremo ha alargado seis meses la investigación sobre el ex-ministro Ábalos. ¿Por qué? Pues porque los indicios penales engordan y porque, quizá, y esta es la novedad, ha encontrado señales que, como afrma un jurista habitual visitante de este Tribunal: «La cosa va para arrriba» Esto es lo que sucede mientras a los conmilitones de La Moncloa empieza a no llegarles la camisa al cuerpo. De ser cierto este avance no puede extrañar el título de esta crónica que tomamos prestado de este jurisconsulto, es decir que, por primera vez, los disparos efectivamente se dirigen «hacia arriba», al tipo que lo tiene muy mal pero que él, en su arrogancia, en su desafío a la decencia, no lo sabe porque tiene obnubilada la sustancialidad de su situación; todos los demás realmente caminamos por la senda equivocada, él y sus interesados acompañantes lo hacen por la vía cierta. Debería mirar al porvenir penal que le aguarda a su mujer, a su hermano, al fiscal general del Estado, a su ministro Ábalos, a bastantes de sus ministros y a todo el personal que se ha relacionado con él durante todos estos años de basura e inmundicia. Pero él no se va a mojar, como su cómplice Pumpido, con el polvo del camino, él irá ejecutando uno a uno a sus cercanos enmerdados porque su única obsesión no es ya seguir ocupando el sitial de La Moncloa, sino advertir al país que sin él todo el entramado histórico de la España «progresista» que está vendiendo al postor separatista, se irá desmoronando con estrépito. Es un psicópata y ya saben cómo se las gastan estos individuos.