La semana y sus veinticuatro horas

Madrid era un lunes a domingo tradicional, de siempre. Se compartimentaba en horarios, normas y costumbres que ordenaban los usos y ajetreos de la villa. Un domingo era domingo todo el día. La gente se recluía en sus penas, se viajaba de vuelta, apenas se escuchaba un ruido. El centro tenía la música del Rastro, pero solo hasta medio día. Ni siquiera en La Latina se escuchaba al argentino pedir un poco más de mate. Era un desierto de luces tras la puerta, de edificios repletos de sofá y manta, de sopa de cocido y una barba de dos días que mañana se cortará. Una cena de sobras, un libro acabándose, otra vez la película esa y el atasco de... Ver Más

Mar 2, 2025 - 05:31
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La semana y sus veinticuatro horas
Madrid era un lunes a domingo tradicional, de siempre. Se compartimentaba en horarios, normas y costumbres que ordenaban los usos y ajetreos de la villa. Un domingo era domingo todo el día. La gente se recluía en sus penas, se viajaba de vuelta, apenas se escuchaba un ruido. El centro tenía la música del Rastro, pero solo hasta medio día. Ni siquiera en La Latina se escuchaba al argentino pedir un poco más de mate. Era un desierto de luces tras la puerta, de edificios repletos de sofá y manta, de sopa de cocido y una barba de dos días que mañana se cortará. Una cena de sobras, un libro acabándose, otra vez la película esa y el atasco de... Ver Más