La mística del Bernabéu no es suficiente: el Real Madrid sucumbe a un Arsenal muy superior y dice adiós a la Champions
El conjunto blanco quiso pero no pudo con un Arsenal que sigue sin conocer la derrota ante el Real Madrid...

Un equipo que ganó una Champions League —su decimocuarta Copa de Europa— a base de remontadas siempre está obligado a creer que puede hacer lo que a menudo es imposible para otros, para todos los demás. Más aún cuando la mística del Santiago Bernabéu, que tantas noches mágicas ha vivido, está a su favor. Pero esta vez, el aliento del templo merengue no fue suficiente. Porque este Real Madrid que dice adiós a su competición fetiche tras caer estrepitosamente ante el Arsenal, no es ese Real Madrid.
Pidió el madridismo durante toda esta semana que las puertas del 'manicomio Bernabéu' se abrieran para hacer perder la cordura a un Arsenal que traía bien atada de casa la eliminatoria. Y el equipo —con casi el mismo planteamiento de la debacle en Londres, excepto por la ausencia de Camavinga, el regreso de Tchouaméni, y la entrada de Lucas Vázquez— quiso complacer a su afición, con la intensidad de inicio que se le llevaba reclamando toda la temporada. Y tuvo premio: gol de Mbappé a los dos minutos de partido. El tanto se quedó solo en euforia. No subió al marcador por un fuera de juego clarísimo del francés.
Siguió insistiendo el equipo de Ancelotti. Con más corazón que juego. Y siguió chocándose contra un muro imposible de resquebrajar que tenía la tranquilidad de tres goles de ventaja y parecía indolente ante el empuje del estadio más temible del fútbol mundial. Entonces entró en escena un actor inesperado: el VAR.
Su protagonismo —que marcó el primer tiempo— empezó con el aviso al árbitro François Letexier sobre un agarrón de Asencio a Mikel Merino en un saque de esquina —cerradísimo al primer palo— para el cuadro inglés que el colegiado francés no apreció en primera instancia. Rectificó su decisión al ver la acción en las pantallas. Un jarro de agua fría para el Madrid y su afición.
Pero todavía había que meterlo. Odegaard agarró el balón y asumió la pitada del Bernabéu, aunque fue Saka el que terminó por enfrentarse a Courtois. Lanzó muy mal el inglés, con los fantasmas de la Eurocopa rondándole, y el belga se erigió héroe de nuevo, regalando una vida extra a los suyos una vez más mientras el campo estallaba eufórico imaginándose el principio del fin del Arsenal.
No lo fue, ni mucho menos, por mucho que el Madrid lo buscase, siempre con más fe que argumentos. Porque siempre fue un quiero y no puedo sobre el campo, falto de ideas para sorprender y romper, sin ese asedio que siempre caracteriza a las grandes remontadas. La dinámica aún pudo cambiar cuando Letexier consideró que un agarrón de Declan Rice sobre Mbappé en el área era suficiente para señalar penalti. Pero el VAR le llevó la contraria y el árbitro retiró la amarilla al inglés y anuló la pena máxima, quitándole al Madrid la oportunidad perfecta de sembrar el caos y de conseguir su primer disparo a puerta en toda la primera parte.
El paso por los vestuarios —donde Carvajal se encontró con Saka y estuvo a punto de llegar a las manos— devolvió el coraje a los blancos. Pero los gunners no le permitieron poner en duda la eliminatoria: Vinícius se vio siempre atrapado entre camisetas negras, Mbappé, por más que se movió por todo el campo buscando balones, no encontró nunca una ocasión clara que poder clavar, y a Rodrygo le faltó la magia que le convirtió en el héroe de las semifinales ante el Manchester City de aquella Champions de las remontadas que nadie olvidará nunca.
Quiso entonces revolucionar el partido Ancelotti, consciente de que se le acababa el tiempo para remontar, y metió a Ceballos, Fran García y Endrick por Lucas Vázquez, Alaba y Rodrygo. Ni siquiera esa garra del brasileño que ha enamorado al madridismo pudo encontrar una grieta en la consistente defensa británica. Con el equipo volcado a la desesperada en busca de un gol, llegó la gota que colmó el vaso: Odegaard la puso al interior del área para que Saka se redimiese de su penalti errado con una 'picadita' sobre Courtois que sentenciaba a los blancos.
Entró de nuevo en juego la mística del Real Madrid, porque el destino quiso que solo dos minutos después empatase el Madrid: el Arsenal, confiado con su tremendo colchón de goles, se durmió en la salida de balón desde su portería y Vinícius le robó la cartera a Saliba para hacer el 1-1 a placer. Creyó de nuevo el Bernabéu, pero fue solo un espejismo de lo que muchas otras veces ha conseguido un equipo que esta vez no pudo obrar el milagro. A falta de 15 minutos, encima, se lesionó Mbappé.
Entraron Modric y Brahim. Experiencia y un revulsivo. "Aún se puede", pensarían muchos, pero poco pudieron hacer ambos, también sufriendo ante un equipo experto y sacrificado en labores defensivas. El Real Madrid terminó de sucumbir sobre la bocina, en una contra letal del equipo de Arteta que Martinelli puso en la red para certificar el billete a las semifinales para el Arsenal y confirmar el adiós del vigente campeón, para quien, esta vez, 90 minutos no fueron suficientes.
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