La Malbec, inteligencia argenta en el viñedo

La uva que transformó la industria vitivinícola argentina, se toma vacaciones para festejar el Día Mundial del Malbec.

Abr 17, 2025 - 11:33
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La Malbec, inteligencia argenta en el viñedo

Más que una máquina

Desde hace un tiempo se habla de un concepto que apela a la idiosincrasia argentina, a la capacidad de adaptarse y reinventarse, a la improvisación, al ingenio y hasta la perspicacia ante determinadas dificultades. Cualidades que, por ahora, la inteligencia artificial no tiene. De inmediato, lo asocié a la uva malbec, porque siento que es un gran ejemplo de la llamada "inteligencia argento".

Sorteando muchos obstáculos, en poco más de un siglo, una sola uva transformó por completo la industria vitivinícola argentina. Pudo, lo que otras cepas emblemáticas (por ejemplo, la shiraz en Australia o la pinotage en Sudáfrica) no lograron ni de cerca.

El malbec forjo con Argentina un matrimonio exitoso como si fuera una variedad autóctona; porque a pesar de una larga y fascinante historia francesa, su ascenso a la fama mundial es, decididamente, el fruto de su afinidad con el territorio andino. Entonces, ¿cuál es la historia de la malbec y cómo se convirtió en la uva icónica y embajadora?

Adaptarse y reinventarse

La próxima vez que te inviten a un asado y lleves una botella de malbec, o tengas un almuerzo de negocios, vas a poder hablar con propiedad del vino argentino, así como cuando hablamos de Messi o de la Scaloneta.

Empezemos por decir, que la malbec fue en otros tiempos, la uva más plantada de Francia. En la actualidad, es la cepa de los tintos de Cahors, (región del sudoeste francés), y una de las seis uvas que se utilizan en los blends de Bordeaux, junto con cabernet sauvignon, merlot, cabernet franc, petit verdot y carmenère.

Pero un día llegó a Europa la filoxera y luego la gran helada de 1956. La filoxera, fue la maldita plaga que destruyó toda la viña europea en el siglo XIX. La gran helada otro suceso catastrófico, ya que las temperaturas llegaron a 17 bajo cero.

Esto provocó que la malbec fuera reemplazada por otras más fiables como merlot o cabernet. Además, las expresiones ásperas y austeras del malbec de Cahors, no eran apetecibles para los consumidores.

Pero un llamado, o quizás un golpe de suerte, llegaría a la vida de la malbec, que cambiaría su destino para siempre.

Los inicios no fueron fáciles

En un esfuerzo por mejorar la calidad de los vinos argentinos, el gobernador provincial Domingo Sarmiento encargó al agrónomo Michel Pouget (1821-1875) que trajera esquejes de vid de Francia a Argentina. Así, la uva malbec armó sus valijas - y junto a otras - acudió al llamado del agrónomo, quien las introdujo a la viticultura en la década de 1850.

En la segunda mitad del siglo XX, su cultivo se había extendido en Mendoza, pero básicamente, se mezclaba en los vinos baja calidad con uvas de mayor rendimiento como la bonarda.

Durante las décadas de 70/80, otros factores limitaron su potencial. Por un lado, la industria eligió plantas muy productivas para dar cosechas de grandes volúmenes, en detrimento de una fruta de calidad.

El 17 de abril de 1853, con el apoyo del gobernador de Mendoza, Pedro Pascual Segura, se presentó el proyecto ante la Legislatura Provincial con vistas a fundar una Quinta Normal y una Escuela de Agricultura, que tuvo la misión de incorporar uvas traídas de Francia como la malbec. Ese día, no sólo es el símbolo de la transformación de la vitivinicultura argentina, sino el punto de partida para el desarrollo de esta cepa emblema.

Además, la sed del pueblo argentino lo era simplemente por beber mucho, pero poca calidad. En esos tiempos, se alcanzó un consumo de 130 litros per capita anual (hoy se ubica debajo de los 20 litros).

De modo que, el malbec no era atractivo, sus rendimientos eran muy bajos para producir el vino que demandaba el consumidor. Esto llevo a la erradicación de miles de hectáreas entre 1970 y 1990, porque no había un mercado ni doméstico ni externo para esta uva.

¿En qué momento iba a cambiar la suerte del malbec?

A principios de los años 90, el destino de la malbec dio un giro brutal. Las condiciones macroeconómicas facilitaron el camino hacia la calidad: el acceso al crédito, las inversiones en tecnología y en insumos como barricas, la apertura económica y el desarrollo de una política exportadora a largo plazo, y sobre todo el incansable trabajo del productor, que aún hoy, quiere hacer grandes vinos de malbec anclados en la calidad, la tipicidad y la competitividad.

El malbec, resiliente y audaz, pudo superar todos los obstáculos. Primero, cambió radicalmente la forma de cultivo. Con mejoras agrícolas importantes, transformó por completo sus perspectivas. Y en un abrir y cerrar de ojos, Argentina estaba produciendo vinos frutados, intensos, sabrosos y suaves al paladar, fáciles de beber y de amar por consumidores en todas las culturas y latitudes del mundo.

"Hong Kong, si bien no es un lugar productor de vino, desde hace más de 40 años los Hongkonitas son grandes consumidores. Y a pesar de una fuerte inclinación por los vinos franceses, el malbec se posiciono favorablemente. La presencia de muchos restaurantes argentinos permite la incorporación de etiquetas en las cartas, y que los comensales viajen por las viñas y los sabores del malbec de norte a sur. Y desde luego, a la hora del maridaje, el malbec está a la altura de la cocina asiática, tanto con versiones de mucho cuerpo y estructura, otras más suaves y livianas, o un malbec rosado perfecto para la cocina de Sichuan, especiada, cálida y colorida", nos enseña Constanza Cabello, sommelier argentina, Wine Development Manager en 67 Pall Mall Hong Kong. 

Las cualidades intrínsecas del malbec funcionaron a pedir de boca, y en total sintonía con el gusto de los años 90 por los vinos tintos de estilo internacional.

La demanda mundial, priorizaba el vino con concentración, intensidad y roble. En un clima como el de Argentina, donde es posible madurar plenamente las uvas, se alcanzó un estilo de malbec codiciado por todos.

"En Miami, un mercado competitivo como nunca antes, donde el vino italiano y el español creció mucho, el malbec sigue ocupando un lugar preferencial en las cartas de vino, debido a su excelente relación calidad precio y su paladar suave y frutado que es de gran agrado y además, su versatilidad con todas las comidas. En todos los restaurantes, no solo los argentinos, existe un malbec por copa. Sin embargo, si bien hay una mayor intención de los consumidores a disfrutar un malbec de u$s 200/250 en carta, aún las ventas en ese rango son dificiles. Creo que hay por delante, una seria agenda de comunicación y educación, para posicionar al malbec en un segmento de alta gama, donde el malbec de pequeño territorio o de finca, pueda rivalizar con fuerza con clásicos vinos americanos y franceses", nos explica Paula Costa, sommelier y general manager de Bunbury Miami Restaurant.

El malbec en cifras
 La uva con mayor superficie: 46.366 hectáreas (23.8% del total cultivado en el país).
 La más exportada y con presencia en 122 países.
 Principales mercados: Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y Canadá

Más horizontes y desafíos para la malbec

A principios del siglo XXI, comenzó una nueva era. El malbec, aprobó con creces los exámenes de calidad, y ahora va por otro desafío, el de la identidad. Diría que la clave está en convertir al malbec en ese lente que amplifica y potenciar la tipicidad de cada lugar. Esto supone un camino que las bodegas ya recorren con buenos resultados, explorando otras regiones y latitudes, y afinando los manojes agronómicos y de bodega para alcanzar esas expresiones únicas.

Un camino largo, sin pausa, pero sin prisa, pero que ya tiene testimonios en esas etiquetas que indican el origen, como Las Compuertas, Chacras de Coria, Vistalba, Gualtallary, Paraje Altamira, Los Chacayes, y muchas más, que veremos en las góndolas y cartas.

"La malbec ha evolucionado más allá de su imagen tradicional para convertirse en una cepa con distintas expresiones. La exploración de microterroirs y vinificaciones más precisas han ampliado su versatilidad gastronómica. Más que un símbolo, la malbec es hoy un campo de exploración donde la diversidad de suelos y climas redefine constantemente sus posibilidades. Desde versiones ágiles hasta ejemplares de gran profundidad y estructura, su evolución demuestra que no es solo un vino de identidad nacional, sino una variedad con una proyección global en constante transformación", es una interpretación muy precisa de Laura Hernández Espinosa, sommelier y manager de La Sala de Laura (Bogotá, Colombia).

Igual, siempre hay que saber que, dependiendo de cada consumidor, esto de los distintos orígenes geográficos del malbec, puede ayudar a quien quiera saber más o, puede confundir a quien quiera saber poco. Y tener la seguridad de que, un malbec regional de Mendoza, Salta o Patagonia, son también ricas expresiones de la versatilidad de la uva.

Asimismo, otro cambio drástico ha sido abandonar o minimizar el uso de la madera. Muchas bodegas creen firmemente que la fermentación y el envejecimiento en recipientes de cemento, son el camino idóneo para dejar lucir los matices del terroir argentino, es decir cuando la intervención del roble es mínima o nula. Es otro trazo enológico, que supo adoptar la malbec.

De modo que, la malbec cuenta con la experiencia y las vivencias para afrontar los problemas, sabe adaptarse a distintos escenarios, es creativa, flexible y sabia cuando hay que serlo, puede abordar una crisis cuando se le presenta y, además, tiene la inteligencia de darnos un vino único y delicioso.

¿Qué máquina puede darnos ese placer que nos da una copa de malbec junto a un asado? Si esto no es motivo suficiente para brindar en su día, ¿cuál es?

Salud Malbec por muchos más éxitos.