La historia de Mia parte el alma: cinco años esperando en un refugio mientras 1.500 animales se iban a casa
Segunda oportunidad - Fue rescatada siendo apenas una cría, sana y sociable, pero nadie se fijó en ella ni una vez; mientras otros salían en días, su jaula nunca se abrían para ellaPasó más de 1.700 días deprimido en una perrera y ahora siente el amor de una familia: esta es la historia de Mr. Jones Tenía cinco años y no conocía otra cosa que las paredes de un refugio. Dicen que los perros jóvenes se adoptan enseguida, que los cachorros no duran ni una semana esperando. Pero ella rompió todas las estadísticas. Fue la última en salir después de ver cómo pasaban más de 1.500 animales por delante. El título que arrastró durante años no podía ser más duro: la perra más invisible de Estados Unidos. Y, aunque su historia acaba bien, nadie esperaba el camino que durara tanto. Una vida entera viendo pasar trenes sin subir a ninguno En el centro de adopciones Southridge, de la RSPCA, prepararon una pequeña celebración para marcar un cumpleaños que nadie quería festejar. La perra cumplía cinco años sin haber salido nunca del refugio. Le pusieron gorritos, le ofrecieron una tarta especial y cantaron, como si aquello pudiera disimular lo evidente: llevaba demasiado tiempo esperando. Su compañera de camada, su madre y cientos de perros habían salido en cuestión de días o semanas. Ella seguía allí. Claire Hoffman, asesora de comportamiento y bienestar del centro, lo resumió con un nudo en la garganta: “Creemos que fue el animal con más tiempo en adopción de la RSPCA, y probablemente la perra más ignorada del país, un título que ningún animal merece”. Mia era ignorada una y otra vez La habían rescatado con apenas nueve días de vida, junto a su madre. Se suponía que tenía todas las papeletas para encontrar una familia rápido: era pequeña, sana y cariñosa. Pero nadie la eligió. Ni una sola vez. Mes tras mes, año tras año, veía cómo las jaulas se vaciaban y se llenaban de caras nuevas. Algunos entraban por la mañana y se iban por la tarde. Ella, en cambio, parecía invisible. Hasta que algo cambió. El encuentro que tardó media vida A más de 300 kilómetros, un hombre la descubrió. No fue un flechazo repentino ni una adopción impulsiva. La había estado buscando. La conexión no se explica con datos, pero ahí estaba: después de media vida en un refugio, por fin tenía a alguien que quería llevarla a casa. Mia se ha adueñado de la casa donde vive Chris Greenwell, su nuevo compañero, todavía se pregunta cómo es posible que nadie la hubiera adoptado antes. Lo que sí tiene claro es que ahora Mia, como la bautizaron, está aprovechando el tiempo perdido con una intensidad que ni él se imaginaba: “Le encanta hacer amigos, tanto humanos como perros, y se le nota la alegría cuando salimos a pasear o jugamos con los juguetes”. Y lo de los juguetes se le ha ido un poco de las patas: ya ha destrozado varios. También ha descubierto que puede interrumpir vide

Segunda oportunidad - Fue rescatada siendo apenas una cría, sana y sociable, pero nadie se fijó en ella ni una vez; mientras otros salían en días, su jaula nunca se abrían para ella
Pasó más de 1.700 días deprimido en una perrera y ahora siente el amor de una familia: esta es la historia de Mr. Jones
Tenía cinco años y no conocía otra cosa que las paredes de un refugio. Dicen que los perros jóvenes se adoptan enseguida, que los cachorros no duran ni una semana esperando. Pero ella rompió todas las estadísticas. Fue la última en salir después de ver cómo pasaban más de 1.500 animales por delante. El título que arrastró durante años no podía ser más duro: la perra más invisible de Estados Unidos. Y, aunque su historia acaba bien, nadie esperaba el camino que durara tanto.
Una vida entera viendo pasar trenes sin subir a ninguno
En el centro de adopciones Southridge, de la RSPCA, prepararon una pequeña celebración para marcar un cumpleaños que nadie quería festejar. La perra cumplía cinco años sin haber salido nunca del refugio. Le pusieron gorritos, le ofrecieron una tarta especial y cantaron, como si aquello pudiera disimular lo evidente: llevaba demasiado tiempo esperando.
Su compañera de camada, su madre y cientos de perros habían salido en cuestión de días o semanas. Ella seguía allí. Claire Hoffman, asesora de comportamiento y bienestar del centro, lo resumió con un nudo en la garganta: “Creemos que fue el animal con más tiempo en adopción de la RSPCA, y probablemente la perra más ignorada del país, un título que ningún animal merece”.
La habían rescatado con apenas nueve días de vida, junto a su madre. Se suponía que tenía todas las papeletas para encontrar una familia rápido: era pequeña, sana y cariñosa. Pero nadie la eligió. Ni una sola vez.
Mes tras mes, año tras año, veía cómo las jaulas se vaciaban y se llenaban de caras nuevas. Algunos entraban por la mañana y se iban por la tarde. Ella, en cambio, parecía invisible. Hasta que algo cambió.
El encuentro que tardó media vida
A más de 300 kilómetros, un hombre la descubrió. No fue un flechazo repentino ni una adopción impulsiva. La había estado buscando. La conexión no se explica con datos, pero ahí estaba: después de media vida en un refugio, por fin tenía a alguien que quería llevarla a casa.
Chris Greenwell, su nuevo compañero, todavía se pregunta cómo es posible que nadie la hubiera adoptado antes. Lo que sí tiene claro es que ahora Mia, como la bautizaron, está aprovechando el tiempo perdido con una intensidad que ni él se imaginaba: “Le encanta hacer amigos, tanto humanos como perros, y se le nota la alegría cuando salimos a pasear o jugamos con los juguetes”.
Y lo de los juguetes se le ha ido un poco de las patas: ya ha destrozado varios. También ha descubierto que puede interrumpir videollamadas sin pedir permiso, y que los sofás son patrimonio exclusivo suyo. Tiene uno favorito, aunque a veces se sube también al sillón. Sale al campo, corre, chapotea en ríos y no ha vuelto a estar triste. Chris lo resume con una sonrisa permanente: “Ha superado todas las expectativas. Mia es el ejemplo perfecto de lo que significa el mejor amigo del hombre”.
Ahora que por fin duerme en una casa, que come sin escuchar ladridos alrededor, que puede elegir si quiere siesta o paseo, hay algo que nadie puede devolverle: el tiempo. Pero si alguien está dispuesta a exprimir cada minuto como si fuera oro, es ella. Al fin y al cabo, lleva toda la vida esperando.