La cofradía del ovillo la lía en Madrid: "Hay grupos que vienen de Estados Unidos o Perú"

La cadeneta a la entrada del recinto es larga y heterocromática. Una treintena de acólitos de la religión lanuda esperan impacientes luciendo sus vistosas...

Feb 17, 2025 - 07:05
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La cofradía del ovillo la lía en Madrid: "Hay grupos que vienen de Estados Unidos o Perú"

La cadeneta a la entrada del recinto es larga y heterocromática. Una treintena de acólitos de la religión lanuda esperan impacientes luciendo sus vistosas creaciones. Ponchos a tutiplén. Flores de oveja rasurada abrigando las sienes como claveles de San Isidro, bolsas de autoconfección y ovillos al retortero. Hay un peregrinaje devoto y peculiar a Love Yarn Madrid, la feria de lanas que se ha celebrado del 14 al 16 de febrero en el pabellón de convenciones de la Casa de Campo de Madrid. Grupos histriónicos, henchidos de emoción como swifties del ganchillo, se forman en las puertas con emocionados vitoreos. Igual que en una despedida de soltera. Las hay, como Carmen o Laura, que se reúnen aquí desde hace 3 años, aun siendo de puntos tan dispares de la geografía española como Galicia y Murcia. La cita bien vale el esfuerzo.

Sólo los iniciados en la logia del hilo hubieran imaginado tanta variedad. La fauna de la prenda caliente tiene la riqueza de un arrecife coralino. Se cuentan por decenas los stands del pabellón. Pequeñas guaridas donde se exhiben los tesoros. Un oro peludo medido en ‘calidades’, donde todo está en la pureza del gramo. Tanto de lana, tanto de acrílico. En el porcentaje está el quid de la cuestión. Según los quilates, lo mismo es diamante o circonita. Luego ya las variedades: alpaca, oveja, merino, seda, cachemir o trapillo de rebajas para los nietos maleducados.

Hablando de esos enanos ruidosos, dicen las lenguas expertas que lo de las yayas tejedoras es un cliché apolillado. Hay un repunte de reclutas. Más pipiolas que pipiolos, emocionadas con los placeres del vellón. Ana García, de la marca LaMiel Yarns, quien acude por tercer año consecutivo al evento, pregona con voz meliflua y enérgica la variedad demográfica de los knitters (tejedores en inglés): "Ingleses y americanos están más avanzados que nosotros en esto, y tienen un público prioritariamente joven". Interrogada por los motivos, señala con palmaria premeditación: "Es la revolución del handmade y la slow fashion. Existe una reivindicación personal y cultural fuerte en esto". El ganchillo, popularizado en Europa en el siglo XVI como una artesanía salvavidas de las clases más afectadas por guerras y malas cosechas, surfea hoy las fluctuantes mareas de la moda intergeneracional. Es el hip. Si Andy Warhol siguiera vivo, ya hubiera ilustrado una serigrafía con dos agujas en cruz atravesando un jersey.

Ingleses y americanos están más avanzados que nosotros en esto, y tienen un público prioritariamente joven"

Lo cortés no quita lo valiente, sin embargo, y que la lana haya seducido a las nuevas generaciones, no significa que las pasadas no allanaran el camino durante décadas. Lanas Mariscal lleva medio siglo surtiendo, educando y confeccionando con este producto. La abuela inició la andadura, hoy la hija, Paloma Mariscal, lleva las riendas y la nieta ayuda a su tía a predicar el poder de la lana en esta Love Yarn Madrid. Lo mismo que hace María García, patrona de Be Bellón, una tienda online dedicada a la venta y promoción de la rafia. Para los neófitos, la rafia es ese hilo como de hojarasca empleado para la cestería, que al igual que la masa madre durante la pandemia -o los gymbros-, ha encontrado un nicho de promoción en Instagram. Algo parecido a lo sucedido con los 'amigurumis': esos bichejos de hilo que bien pueden adquirir la forma de un ajolote, de una capibara y hasta de un Baby Yoda. Beatriz Ávila, de la marca The Snuglies, es madre y comadrona de estas peludas bestiecillas. Las pare tanto como ayuda a otros a hacerlo gracias a redes sociales y plataformas especializadas. "Empecé por temas de estrés y, a base de probar y probar, me enganché". Nunca mejor dicho, cabe pensar...

Y es que los peligros de las agujas son de sobra conocidos. Algunas hieren, y otras tienen la mala costumbre de ser adictivas. Del tatuaje al ganchillo, una vez se empieza, la pasión arrampla con todo. ¿Cómo si no se explica que haya grupos organizados de todo el mundo que aterrizan en Madrid en estas fechas, expresamente para la feria? "Hay grupos de Estados Unidos o Perú. Vienen para recibir los talleres de sus costureras o influencers favoritas", asegura Beatriz Pizarro, jefa de prensa de Love Yarn Madrid. Porque este acontecimiento no queda sólo reducido a una galería de venta, admiración y contactos, es también una ocasión excepcional para instruirse en las muchas artes laneras.

Hay grupos de Estados Unidos o Perú. Vienen para recibir los talleres de sus costureras o influencers favoritas

Más allá del pabellón de convenciones, atajado el Paseo de Extremadura en dirección sureste, se encuentra la Escuela Internacional de Medios Audiovisuales (EIMA). La que habitualmente es la madriguera de los veneradores de los tubos de rayos catódicos, pasa a ser durante un fin de semana el Hogwarts de la lana. Toda la magia y la hechicería, incluso las artes más oscuras, tienen su aula de ensayo. “Esta es la parte secta de la lana”, dice una maestra frente a seis alumnas en una pequeña sala recóndita de las instalaciones, donde la profesora de corte brujesco enseña a hacer hilo. No a usarlo, no. A hacerlo. “Esto es un mundo dentro del submundo”, declara entre un estallido de risas. Será magia negra, pero se respira buen rollo.

“Hay muchísimo colegueo”, reconoce la jefa de prensa, Beatriz Pizarro. “La sensación de comunidad es muy grande. Piensa que, aunque desde fuera esto parezca una afición de nicho, algunas de las que vienen a dar talleres a la feria alcanzan los 250 mil seguidores. Además, muy comprometidos”, concluye. Pero no sin antes dejar claro que Love Yarn Madrid se gana su título de ‘la feria de lanas más grande de Europa’ al proponer más de 50 talleres diferentes, con más de 1.000 personas inscritas y 6.500 asistentes a lo largo del evento. Muchos de los cuales salen de la Casa de Campo con material suficiente como para hacerle fundas de ganchillo hasta a los muebles del vecino. E incluso con libros, quizás el único material que se cuela en esta dictadura del hilo. Uno de ellos, el de la diseñadora, Alicia Recio, más conocida como Alimaravillas, que ha descargado en un tomo cómo el crochet le cambió la vida. Desde luego, la “llamada” puede tener cualquier origen imaginable.

Algunas de las que vienen a dar talleres a la feria alcanzan los 250 mil seguidores. Además, muy comprometidos

Es fácil pensar, recién se ha descubierto esta Atlántida pelona, esta cultura adoradora de la oveja, que su tecnología es limitada. No en material, huelga decir, en Love Yarn Madrid hay hasta tintoreros italianos vendiendo sus alquimias, como Francesco Rosa, de la firma Dark Omen Yarn. Pero sí en los gadgets. ¿Qué puede haber más allá del crochet o el punto de aguja? Sorprendentemente, hay avances. Sonados saltos técnicos como las revolucionarias agujas circulares, capaces gracias a sus cables de no dejar costuras. Parece mentira, pero la cofradía de la lana se actualiza a la velocidad de los malditos iPhones. Quizás fuera el secreto de Steve Jobs. Del ovillo al cielo, se oye decir. No obstante, la comparación recalaría más en las orillas suecas. Al menos, según lo que dice Noelia Álvarez, de la marca Sweetulasi: "Nosotros vendemos kits que son como montar un mueble de Ikea. Con sus instrucciones, piezas, formas y demás. Aparte, yo organizo grupos de Telegram, y ahí debatimos sobre cómo le va a cada uno. Son como un foro de debate sobre el kit que han adquirido. Se crea comunidad". Una idea, la de lo comunitario, que sobrevuela esta pasión con espesor. La lana los cría y ellos se juntan.

Lo que parece difícil de creer es que en Love Yarn Madrid pueda uno encontrarse con un auténtico ejemplo de economía circular autogestionada y patria. La heroína de tan rara gesta es una risueña mujer de ojos claros y pelo morado, que luce una simpática diadema con orejas de llama. Un cosplay como poco bizarro, de no ser porque Ana Lus es la criadora de estos mamíferos camélidos. Ay…, mis disculpas. ¿He dicho llama? Quería decir alpaca. Que aunque se parezcan, no son lo mismo. En especial las que tienen que ver con Lus. Para empezar, porque Ana no cría estos animales escupidores en Perú. Lo hace en Cantabria. Concretamente en la localidad de Guriezo, donde las temperaturas no son tan violentas como en Arequipa, pero también puede hacer rasca. Su proyecto se llama Alpacana, y amalgama todo lo deseable en este particular cosmos. Lus cría a los peluches hipoalergénicos, los esquila y pasa ella misma por todo el proceso de transformación. Incluso llega a teñir algunas de las madejas. Luego las vende. Asegura que suele toparse con fans que han convertido la misma manta vellosa de sus alpacas en un jersey o vestido de lo más apañado. Eso sí que es compromiso rural y no irse a una casa en la Sierra a pillarse el pedo con los amigos.

Bien sea al entrar, o al salir, los ovillos de lana que cuelgan como ristras de ajo de los estands de Matiz, Irish Fairytale Yarns y otras muchas tiendas adoradoras del vellocino, son un crisol de color y tacto. Está claro, no obstante, que hay algo más. No es sólo entretenimiento. No es, sencillamente, un impulso por lo vintage. La lana se está nutriendo del efecto rebote del ritmo espídico de la cinta social sobre la que tropezamos. Hay cosas que se pueden hacer a golpe de clic. O flagelar a la IA para que ponga a rumiar su don para el superplagio. El ovillo no atiende a las prisas. Es alérgico al estrés. Hace rehenes de la calma a quienes se dejan someter, entregados a un placentero síndrome de Estocolmo. Love Yarn Madrid es su fecha de encuentro privilegiada. El círculo del calendario que los knitters salivan porque llegue pronto. Tres días donde dejarse seducir por lanas de todo tipo, patrones impensables, técnicas desconocidas y, seguramente, para azuzar amistades o admiraciones avivadas alrededor de la cultura del ovillo. Un imperio que, visto lo visto, todo apunta a que cada año será más fuerte.