La cara invisible del psicoanálisis

Pionera de la psiquiatría, Sabina Spielrein desafió las convenciones de su tiempo, aportando conceptos clave al psicoanálisis y luchando por el reconocimiento de su obra en un campo dominado por hombres. La entrada La cara invisible del psicoanálisis se publicó primero en Ethic.

Mar 26, 2025 - 11:49
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La cara invisible del psicoanálisis

En el verano de 1904, una joven de 19 años llamada Sabina Spielrein ingresó en la clínica psiquiátrica Burghölzli de Zúrich presentando síntomas de lo que entonces se catalogaba como histeria. Bajo el cuidado de Carl Gustav Jung, Sabina no solo encontró alivio a sus padecimientos, también inició un camino que la convertiría en una figura pionera en el desarrollo del psicoanálisis. Su vida, marcada por la sed intelectual y la tragedia, refleja la complejidad de una mujer que desafió las convenciones de su tiempo para dejar una huella en la historia de la psicología.

Nacida el 7 de noviembre de 1885 en Rostov del Don, Rusia, en el seno de una familia judía acomodada, Sabina creció en un ambiente culturalmente rico pero emocionalmente tenso. Su padre, Nikolai Spielrein, era un exitoso comerciante, y su madre, Eva Lujublinskaja, una dentista con inclinaciones musicales. La estricta educación y las altas expectativas familiares contribuyeron a la fragilidad emocional de Sabina, que culminó en su internamiento en Burghölzli. Allí, bajo la tutela de Jung, recobró, poco a poco, su salud mental y descubrió su vocación por la psiquiatría.

La relación entre Sabina y Jung trascendió la de médico y paciente, evolucionando hacia una conexión intelectual y emocional profunda, que más tarde se convertiría en una relación amorosa. Este vínculo influyó significativamente en el pensamiento de Jung. Posteriormente, Sabina se matriculó en la Universidad de Zúrich, donde completó sus estudios de medicina en 1911 con una tesis sobre un caso de esquizofrenia, convirtiéndose en una de las primeras mujeres psiquiatras y psicoanalistas. Ese mismo año, fue aceptada como miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, donde entabló una relación profesional con Freud.

La contribución más destacada de Spielrein al psicoanálisis es su concepto de la pulsión destructiva

La contribución más destacada de Spielrein al psicoanálisis es su concepto de la pulsión destructiva, que presentó en su ensayo de 1912 La destrucción como origen del devenir. En este trabajo, propuso que la pulsión sexual contiene una dualidad inherente: una tendencia hacia la creación y otra hacia la destrucción. Esta idea influyó en Freud para la formulación de su teoría de la pulsión de muerte, aunque la aportación de Sabina no siempre recibió el reconocimiento merecido.

Además, Spielrein fue pionera en la psicología infantil, explorando cómo las experiencias tempranas moldean el desarrollo psíquico, lo que la llevó a colaborar con Jean Piaget, quien, en un principio, fue uno de sus pacientes.

Años más tarde, concretamente en 1923, Sabina regresó a Rusia y se estableció en Moscú, donde, junto con Vera Schmidt, fundó el Jardín de Infancia Blanco, una institución que aplicaba principios psicoanalíticos en la educación infantil. El centro buscaba fomentar el desarrollo libre y saludable de los niños, alejándose de métodos autoritarios. Sin embargo, el clima político de la Unión Soviética favoreció una creciente hostilidad hacia el psicoanálisis, y el jardín de infancia fue cerrado en 1926 bajo acusaciones infundadas de prácticas inapropiadas. Desilusionada, Sabina regresó a su ciudad natal, Rostov del Don, donde continuó su práctica privada y trabajó en el hospital local.

Lamentablemente, su vida se vio truncada trágicamente por la Segunda Guerra Mundial. En agosto de 1942, las fuerzas nazis ocuparon Rostov del Don y masacraron a la población judía. Sabina y sus dos hijas, Renata y Eva, fueron asesinadas en el Holocausto, siendo así silenciada una voz que contribuyó profundamente al entendimiento de la mente humana.

El legado de Spielrein permaneció en gran medida olvidado hasta finales del siglo XX, cuando se redescubrieron sus diarios y correspondencia durante unas renovaciones en el antiguo Instituto Jean-Jacques Rousseau de Ginebra. Estos documentos, además de poner de manifiesto su relación con Jung y Freud, descubrieron al mundo una de las mentes más brillantes de su siglo. Desde entonces, su vida ha sido objeto de estudios académicos, obras de teatro y películas, como Un método peligroso de David Cronenberg, que exploran su influencia en el psicoanálisis y su lucha por ser reconocida en un campo dominado por hombres.

Sabina Spielrein fue una mujer que, a pesar de las adversidades personales y profesionales, dejó una marca incuestionable en la historia de la psicología. Su capacidad para transformar su propio sufrimiento en una comprensión más profunda de la psique humana y su valentía para desafiar las normas de su tiempo la convirtieron en todo un símbolo.

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