Guillermo y Palermo: las expulsiones en el colegio, la batahola de juveniles y este primer cruce por Libertadores

Olimpia, dirigido por el Titán, recibirá este miércoles en Paraguay a Vélez, al que prepara el Mellizo; una historia de vaivenes y gloria

Abr 9, 2025 - 15:56
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Guillermo y Palermo: las expulsiones en el colegio, la batahola de juveniles y este primer cruce por Libertadores

Parecía que las diagonales de sus vidas jamás iban a cruzarse. Pero el fútbol unió sus caminos y ellos formaron una de las duplas más letales en la historia del fútbol argentino. Rivales en divisiones inferiores, en el barrio y en la escuela, llegaron juntos a la Ribera y todo cambió para siempre: triunfos, trofeos y una amistad que resiste al paso del tiempo y perdura más allá de la distancia. Este miércoles, ese vínculo tan especial que supieron construir durante años quedará momentáneamente de lado cuando se enfrenten por primera vez en un partido de Copa Libertadores.

De un lado, Guillermo Barros Schelotto, el flamante entrenador de Vélez, que venció a Peñarol en el estreno en el grupo H y procurará un triunfo en Asunción para encaminar el pasaje a los octavos de final. Del otro, Martín Palermo, último DT campeón en Olimpia, de Paraguay, que atraviesa un flojo presente en el fútbol local y precisa ganar en su casa para no perderles pisada a los de arriba. En medio, un idilio de afecto y goles que marcó una era en el fútbol de los domingos.

“Más allá de nuestra amistad, es un rival al que vamos a querer ganarle como a cualquier otro. Es simplemente una coincidencia de nuestro pasado como futbolistas. A la hora de jugar, él va a querer ganar, y yo también”, explicó el Mellizo en la víspera del duelo con el Titán. “Antes del sorteo, Guillermo me mandó un mensaje que decía: «Quiero que me toque Olimpia, quiero que me toque Olimpia». Y a las dos horas, me mandó otro mensaje: «Nos tocó con ustedes, ja». Fue parte de ese diálogo de amistad que tenemos, divertido. Me ha tocado enfrentarme con él en varias ocasiones, y es lindo reencontrarnos nuevamente. Sabemos también que Vélez es un equipo copero, que tiene historia, así que va a estar lindo el enfrentamiento”, agregó Martín, de equilibrado historial con el Mellizo: dos triunfos por lado y un empate sin goles.Palermo y Barros Schelotto, dos amigos fuera y dentro de la cancha, formaron una dupla de lujo en el ataque xeneize

Barros Schelotto y Palermo se conocen desde la escuela. Estudiaron juntos en el colegio Sagrado Corazón, uno de los más reconocidos de La Plata, y los dos quedaron libres por problemas de conducta. Si bien ambos son de la clase ‘73, Guillermo iba un grado más adelantado que Palermo, por lo que compartían solamente los recreos y alguno que otro picado en el barrio. Además, Hugo, el papá de los mellizos, participaba en los campeonatos de fútbol para padres que organizaba Carlos, el papá del Loco, y mientras los grandes jugaban, los chicos peloteaban a un costado.

Pero todo cambió a partir de la adolescencia, en los clásicos de las divisiones inferiores. En 1990, el torneo de la sexta se definió en una serie de ida y vuelta entre el Gimnasia de los mellizos y el Estudiantes de Martín. Era tanta la expectativa que tanto el primer partido como el segundo se desarrollaron en las canchas principales. El primero, en 1 y 57, fue un 2-0 para el Pincha con un gol de Palermo. La revancha, en 60 y 118, contó con más de 10.000 personas en las tribunas. Gimnasia sacó ventaja de tres tantos gracias a una buena definición de Guillermo, pero apareció Palermo para llevar la serie a los penales, en los que Estudiantes se impuso por 4 a 2.Una charla cuando Martín y Guillermo compartían el equipo azul y oro; Boca los tuvo juntos en 143 partidos, en los que el centrodelantero anotó 103 goles, y el extremo, 28.

Al año siguiente, la AFA no tuvo mejor idea que programar el clásico en la primera fecha del campeonato, cuando aún duraba la bronca del Lobo por el título perdido en casa. En La Plata nadie recuerda el resultado del encuentro, pero sí la batahola que se armó sobre el final. Palermo le tiró un codazo al mellizo y el árbitro le enseñó el camino a las duchas. Gustavo Barros Schelotto saltó a defender a su hermano y también recibió la tarjeta roja, junto a un juvenil del Pincha que golpeó desde atrás al volante. El juez ordenó que ninguno de los tres saliera del vestuario, pero ninguno le hizo caso y jugadores, padres y dirigentes se trenzaron en una batalla campal al borde del terreno de juego. “Nos odiábamos”, confesó el Mellizo a comienzos de los 2000. “No podíamos ni vernos. Nos teníamos enfrente y queríamos ganarnos como fuera”, admitió Palermo, tras su reencuentro con Guillermo en 2004.

Los roces siguieron en primera la división. En 1996, Estudiantes y Gimnasia se midieron por la fecha 19 del Torneo Clausura, certamen por el que el Lobo peleó palmo a palmo con el Vélez de Carlos Bianchi. Si Gimnasia ganaba y el Fortín caía contra Independiente, los triperos darían la vuelta en 1 y 57, el estadio pincharrata. En el sorteo entre los capitanes, a cargo de Javier Castrilli, Guillermo y Palermo ni siquiera se dirigieron la mirada. Barros Schelotto jugó el partido de su vida (LA NACION lo puntuó con 9), pero el 1 a 1 no alcanzó para que el visitante forzara un desempate con Vélez, que igualó sin goles con el Rojo. Y el Titán, que todavía era el “Loco”, sonrió último y mejor.

Aquel desenlace vibrante del Clausura 1996

En agosto del ‘97, tras coquetear largas semanas con el River de Ramón Díaz, el Mellizo y el Loco firmaron con Boca, con menos de 24 horas de diferencia. Eran del gusto de Héctor “Bambino” Veira y Diego Maradona convenció a Mauricio Macri de que hiciera un esfuerzo por los dos. Guillermo acordó el miércoles 27 por la noche. Palermo, el jueves 28 por la mañana. El sábado 30, mientras los mellizos se dirigían a la práctica en Ezeiza, se cruzaron con Palermo en el peaje de la autopista Riccheri.

El 9 no conocía el camino al entrenamiento y les hizo seña de que los seguía en su auto. Había poco tráfico y fueron los primeros en llegar al predio. “Hubo un «hola, ¿qué tal?», nos dimos la mano y nos quedamos una hora sentados los tres, sin hablar”, contó Barros Schelotto en 2011, en una charla con El Gráfico. Veira conocía sus rencillas y los hizo concentrarse juntos. Y el vínculo fluyó. Se hicieron amigos, compinches, cómplices. Y formaron una de las mejores sociedades de la historia de Boca.

Les aviso a los dos que van a ser titulares las 19 fechas, jueguen bien, mal o regular. Depende de ustedes que en el siguiente torneo sigan siendo los titulares...”, les informó Carlos Bianchi tras su llegada a Boca, en 1998. Con ellos en las canchas, el equipo xeneize jugó 143 partidos divididos en dos etapas: entre el debut y la venta de Palermo a Villarreal, sucedida a fines del 2000, y entre 2004 y 2007, desde la vuelta del Loco hasta la partida del Mellizo. Palermo hizo 103 goles, y Guillermo, 28.

Y juntos obtuvieron ocho títulos de campeón: Apertura 1998, Clausura 1999, Apertura 2000, Copa Libertadores 2000, Copa Europeo-Sudamericana 2000, Sudamericana 2004, Sudamericana 2005, Recopa 2005 y Recopa 2006. Hasta compartieron la selección en la Copa América Paraguay 1999, en la que Palermo fue el máximo goleador de la Argentina en el certamen pese a haber fallado tres penales en un mismo partido (ante Colombia).Desde muy temprano compartieron las habitaciones en las concentraciones de Boca, y así se hicieron amigos los ex rivales acérrimos de fútbol y de colegio.

A diferencia de lo que puede estar en la creencia popular, no fueron tantas las asistencias de Guillermo a Martín: 15, una cada 9,5 partidos. Pero ambos se tornaron inseparables tanto en la cancha como fuera. Fue famosa la vez en que el 9 se acercó a Bianchi en la práctica previa a la final contra Real Madrid y le sugirió que, por un tema de velocidad, se sentía más cómodo jugando con Guillermo que con Marcelo Delgado, que se perfilaba para ser titular. “No hay problema, pero sale usted...”, le respondió el Virrey, haciendo valer su autoridad. Palermo hizo los dos goles de la histórica victoria por 2 a 1, Delgado lo asistió en el primero y Guillermo ingresó a la cancha a falta de tres minutos.

El último partido que jugaron juntos, un 1 a 1 frente a River, tuvo lugar el 15 de abril de 2007, el día en que Pablo Ledesma marcó para Boca a los 50 segundos el gol más tempranero en la historia de los superclásicos (sería superado en 2013 por Manuel Lanzini, con 43, en mayo de 2013). Pero el episodio más cercano de ambos como jugadores los tuvo como rivales, en junio de 2011, cuando el Titán puso fin a su cinematográfica carrera, llena de momentos emotivos. Boca no jugaba por nada y el Lobo necesitaba un triunfo para sellar la permanencia.

Palermo ya había tenido su despedida en la Bombonera, pero quiso estar en el encuentro con el Lobo. “No hay motivos para decir «no juego». Siento que tengo que estar ahí, es mi último partido y también el de mi amigo”, contó en la semana. “Lo que decida Martín va a estar bien”, lo absolvió de culpas el 7. Aquella tarde, el Loco consiguió un empate para Boca en el final y mandó a Guillermo y a Gimnasia a jugar un desempate con Huracán, que, pocos días después, mandaría al Lobo a la primera B Nacional.

El último cruce como futbolistas

No pasó tanto tiempo hasta que se cruzaron como entrenadores. Entre 2013 y 2015 hubo cinco duelos entre ambos, con dos triunfos para el Lanús del Mellizo (1 a 0 a Godoy Cruz y 3-2 a Arsenal), dos victorias del Titán (1 a 0 en el Tomba y 3 a 1 en el club de la familia Grondona) y un 0 a 0 entre el cuadro granate y el de Sarandí.

Este miércoles, desde las 19, tendrán su primer mano a mano por Copa Libertadores, en el estadio Defensores del Chaco, donde Guillermo fue local al dirigir a la selección paraguaya y donde el Olimpia diseñado por Palermo suele afrontar sus compromisos internacionales. En ese estadio, el Mellizo y el Titán jugaron una sola vez en Boca, que ganó por penales sobre Cerro Porteño en uno de los cuartos de final de la Copa Sudamericana 2005. Los dos marcaron en la tanda y el equipo azul y oro avanzó en un torneo que festejaría en su casa, con ambos platenses como protagonistas de otra página exitosa en la historia del club.

“En la cancha seremos rivales, pero nada cambiará nuestra amistad”, coincidieron antes del cruce en Asunción. Su historia teñida de rivalidad, afecto y gloria va mucho más allá de lo que ocurra en 90 minutos.