Cuando la política deportiva se eleva por encima de los terrenos de juego, malo. La presión que se está haciendo desde determinados medios en
Madrid es tremenda. Empezó con
Negreira, siguió con
Olmo, ha llegado a
Raphinha y por en medio ha habido un comunicado oficial contra los colegiados y un plantón a la
UEFA por el
Balón de Oro concedido a un jugador español. Todo es bastante insoportable y cuando el debate está más cerca de los tribunales que de las porterías se hace muchas veces ininteligible para el aficionado natural que está en esto para ver si gana su equipo en el campo, se emociona y pasa un buen momento en una vida cada vez más dura. Solo falta poner aranceles al fútbol.
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