Fabián Monserrat era promesa de Independiente, pero padeció el descenso y peregrinó hasta terminar en el equipo de la policía de Nicaragua

Mediocampista formado en el Rojo, cuenta sus peripecias en un fútbol poco difundido

Mar 22, 2025 - 20:43
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Fabián Monserrat era promesa de Independiente, pero padeció el descenso y peregrinó hasta terminar en el equipo de la policía de Nicaragua

Federico Mancuello, Julián Velázquez, Francisco Pizzini, Leonel Galeano, Diego Rodríguez, Patricio Vidal, Fernando Godoy, Lucas Krupzky… En los angustiosos años en los que Independiente comenzó el irremediable tobogán que lo depositaría en la segunda categoría del fútbol argentino, la lista de chicos de las divisiones inferiores que iban apareciendo en el primer equipo fue larga, muy larga, casi inagotable. Cada uno de ellos portaba, sin querer pero sin tener otra alternativa, la pesadísima carga de ser un salvavidas, el crack inesperado que permitiese una supervivencia imposible entre los grandes.

En marzo de 2012 fue el turno de un volante rosarino que había hecho prácticamente toda su formación en el club. El técnico Cristian Díaz lo colocó en el equipo inicial el día 7 de ese mes en un encuentro por Copa Argentina ante Belgrano que fue derrota y eliminación, e inesperadamente le ratificaría la confianza cuatro días después nada menos que en la Bombonera. Fabián Monserrat, poco menos que un desconocido, se presentó en sociedad como mediocampista por derecha la tarde en la que el Tecla Farías marcaría en el quinto minuto de descuento un 5-4 que la gente del Rojo todavía recuerda como una de las muy pocas alegrías de aquel tiempo.Monserrat lucha con Erbes durante un partido que fue inolvidable: el triunfo 5 a 4 de Independiente sobre Boca en la Bombonera, el 11 de marzo de 2012

Despliegue, compromiso en la recuperación y buen toque para asegurar el destino de la pelota le dieron rápidamente al pibe que había llegado a Avellaneda con solo 13 años un lugar fijo entre los once y le hicieron ganar el apoyo de buena parte de la hinchada, que durante un buen trecho de aquel torneo se aferró a su ida y vuelta para ilusionarse con ponerle freno la caída. “Me tocó una época muy difícil, muy dura, que no me favoreció. Siempre me quedó la espina de pensar que quizás si me hubiese tocado otro momento podría haber andado mejor y jugar varios años en el club”, dice cuando recuerda aquellos tiempos.

Ya en el Apertura 2012, el comienzo de la temporada que acabaría con el descenso, la participación de Monserrat en el equipo se fue haciendo cada vez más esporádica hasta prácticamente desaparecer en el primer semestre de 2013 y durante toda la campaña en la B Nacional. Tuvo que madurar a la fuerza. “Recién cuando me fui y empecé a encontrar realidades diferentes tomé conciencia de la dimensión del equipo en el que estaba. De pronto un día ya no estás más en Independiente, y cuando te das cuenta es algo que te golpea duro. Pero bueno, a veces la vida es así y hay que aceptar las cosas como vienen”.

En Independiente jugó 31 partidos y anotó 3 goles (uno por la Copa Argentina 2014 ante Santamarina y dos en el Clausura 2012, uno ante Belgrano y otro ante Rafaela).

Golazo a Rafaela

La vida, ese carrusel caprichoso que cada tanto puede cambiar el punto desde el cual una persona divisa el mundo, comenzó a girar a toda velocidad a mediados de 2016 para aquel chico que había comenzado a llamar la atención de los descubridores de talento en el club 7 de septiembre del norte rosarino. Bajó y subió unas cuantas veces, y en ese vaivén fue descubriendo horizontes insospechados. Anduvo por Posadas y Puerto Madryn, por Yucatán y Managua, hasta pegar la vuelta y, solo por el momento retornarlo hasta cerca del punto de partida.

La interminable llanura de la llamada “zona núcleo” de la agricultura argentina se extiende hasta donde alcanza la vista en Los Quirquinchos, un pueblo de 2500 habitantes a 80 kilómetros de Casilda y 135 de Rosario que, como casi todos los del campo santafesino, respira fútbol. Es el lugar de nacimiento de Fernando Belluschi y de Danilo Gerlo, la tierra adoptiva de Hernán Fértoli y de Juan Carlos Lallana, y la sede de dos clubes, Huracán y Federación, el Globo y los Raneros, ambos participantes de la Liga Interprovincial Dr. Ramón F. Pereyra. Es en este último donde a sus 32 años Fabián Monserrat estacionó su carrera este verano de regreso de Nicaragua, donde había pasado dos temporadas y media, y echó algunas raíces. “Mi idea original era quedarme más tiempo allá porque tenía contrato por un año más. Incluso ya iba pensando en retirarme por esos lados. Me gustó Nicaragua, y ya veremos si regreso más adelante”, dice en una charla con LA NACION.

-¿Por qué te volviste si estabas tan cómodo?

-Por una cuestión familiar. El primer año que jugué allá estuve en Estelí, una ciudad de tamaño medio, en el interior del país, y a mi mujer le costó adaptarse y decidimos que volviese a la Argentina a los seis meses. Me quedé solo durante dos años. Venía solamente de vacaciones cuando terminaba el torneo, doce o catorce días. Se me pasaban volando y no alcanzaba a disfrutar nada. Nosotros tenemos dos hijos, Salvador y Faustino, y necesitaba estar con ellos y cerca de mis padres, de mi hermano.

-¿No te resulta raro estar jugando en una liga local?

-A ver, no es fácil. Solo estuve en una liga de este tipo cuando tenía 10 u 11 años, antes de irme a Independiente. Yo estaba esperando otra cosa que finalmente no se dio, la gente de Federación hizo un esfuerzo grande por traerme y a nosotros ahora mismo nos sirve para estar juntos. El presidente del club sabe desde el primer día que si a mitad de año me surge otra chance mejor, la voy a agarrar. Mientras tanto, soy feliz con mi familia, pienso en positivo y afronto el presente de la mejor manera.

-¿Imaginabas ser un trotamundos?

-Para nada. Pero cuando volví del préstamo en Crucero del Norte, me quedé seis meses en la reserva de Independiente y cuando vi que no me iban a tener en cuenta para jugar en Primera tuve que buscar una solución. Tenía un año más de contrato, llegué a un acuerdo, rescindí, y ahí salió la posibilidad de irme al Venados, un equipo de Mérida, Yucatán, que juega en la segunda división mexicana.Fabián Monserrat, con la camiseta del club Estelí y el trofeo de campeón

-¿Ahí también te fuiste solo?

-No, con Tamara, mi señora. Ella estaba embarazada de siete meses, nuestro hijo mayor nació allá.

-¿Y con qué te encontraste?

-Con un lugar muy lindo y tranquilo para vivir, con gente diez puntos, muy amable, muy servicial. Son esas cosas que cuando sos de afuera te hacen mucho más fácil y llevadero el día a día, y que además te impulsan a pensar si el día de mañana uno no podría elegir como lugar para vivir. Eso sí, hace muchísimo calor.

-Hay lugares interesantes para conocer en Yucatán.

-Sí, sí. Mérida está en zona maya, y entonces aprovechamos para ir a conocer Chichén Itzá, que me gustó mucho, Cancún e Isla Mujeres. Nos quedaron pendientes los cenotes.

-El único asomo que tuvimos en la Argentina a la segunda división mexicana fue durante el tiempo que Diego [Maradona] dirigió a Dorados de Sinaloa. ¿Es semejante a nuestra Primera Nacional?

-Es dura porque hay muchos equipos competitivos, con muchos extranjeros, entre 4 o 5 por club. Hay argentinos, colombianos, panameños, uruguayos. México no tiene un fútbol fuerte como el de Argentina, no se puede comparar, pero tampoco es un nivel muy bajo, tiene su calidad y su rudeza. Digamos que está ahí, más o menos cerca del nuestro. Estuve un año en Venados y me fue bien, sobre todo el segundo semestre, cuando llegó de técnico Bruno Marioni y empecé a ser siempre titular.

-¿De México diste directamente el salto a Nicaragua?

-No, no. Pero ahí nació la posibilidad. Cuando cumplí el año en Mérida volvimos a la Argentina. Pasé por Atlanta, por Guillermo Brown de Puerto Madryn (otro lugar bárbaro para vivir, ahí nació mi segundo hijo) y por Talleres de Remedios de Escalada. Cuando estaba en Talleres me contacta Luis Acuña, un enganche mexicano con el que habíamos coincidido en Venados y estaba jugando en el Estelí, uno de los equipos grandes de Nicaragua. Los directivos le habían preguntado si conocía un volante mixto, más suelto que un cinco clásico, y él les dejó un video mío. Entonces me contactaron, les pasé un video actualizado, les gustó, me ofrecieron un contrato que me cerraba y acepté irme para allá.

-¿Qué sabías de Nicaragua?

-¿La verdad? Que era un país complicado, y que no estaba bueno para vivir. Pero en ese momento me pareció una opción interesante, decidí arriesgar y gracias a Dios me salió bien, porque me encontré con todo lo contrario de lo que me habían dicho o lo poco que había leído. Una ciudad tranquila, gente amable, que te ayuda a hacerte la vida más fácil. Y futbolísticamente, inmejorable. Salí campeón dos veces y llegamos a la final de la Copa Centroamericana de la Concacaf, la que juegan los principales equipos de Costa Rica, Guatemala, Panamá, Honduras y El Salvador. La perdimos con el Alajualense de Costa Rica. Y la última temporada estuve en la capital, Managua, en el Walter Ferretti. Es el club de la Policía Nacional, un equipo grande que cuando llegué estaba último. En el primer torneo del año nos salvamos del descenso y en el segundo llegamos a semifinales.

-Pelear el descenso debió haberte traído malos recuerdos.

-No te creas, cuando me lo ofrecieron me pareció un lindo reto y por eso acepté. Allá el fútbol se toma de otra manera, hay menos presión, y me vino muy bien la experiencia de Independiente para vivirlo tranquilo. Fui positivo, con fe de que se podía sacar adelante, y al final costó, no fue fácil, pero terminó bien.Fabián Monserrat, exjugador de Independiente, con su esposa y sus dos hijos, en Nicaragua

-Una curiosidad, ¿quién fue Walter Ferretti?

-Un jefe de policía que fue fundador del club. [Ferretti, excomandante sandinista, dirigió la Policía Nacional a mediados de los años 80. Falleció en un accidente automovilístico en 1988].

-¿Cómo es eso de jugar en el equipo de la Policía? ¿Les otorgaba algún tipo de ventaja?

-No, para nada. Al contrario, son los primeros que quieren dar el ejemplo en todo. Cuando nos hablaba el presidente siempre nos repetía que teníamos que ser rectos “a rajatabla”. Adentro y afuera de la cancha. Es cierto que a veces si te paraba un agente en la calle y te pedía el documento, como todos siguen al equipo y conocen a los jugadores te dejaban ir enseguida. Pero fuera de eso, nada. Incluso cuando los enfrenté con Estelí no sentí que tuvieran apoyo de los árbitros o algo raro.

-¿Y los hinchas rivales? ¿Tienen alguna relación especial con un club policial?

-Ya lo ven como algo normal porque lleva mucho tiempo compitiendo en Primera. Y como no recibe favores es uno más.

-Pintás una realidad muy amable. Vos sabés que las noticias que llegan de Nicaragua tienden a ser siempre malas.

-Sí, pero estuve bastante tiempo como para saber que desde adentro se ve de una manera totalmente diferente. A veces me juntaba a comer con compañeros nicaragüenses que me preguntaban qué había averiguado antes de ir. Yo les decía que me recomendaban que no fuese, pero que una vez ahí me di cuenta de que no era como decían.

-¿No hay problemas de seguridad como en otros países de la región?

-A mí en ningún momento me tocó ver nada raro en las calles, ni tampoco en las noticias. Managua es más grande que Estelí, hay un poco más de kilombo, pero en general es tranquilo.

-¿Protestas de tipo político tampoco hay?

-Yo no vi, pero bueno, de ese tema tampoco quise preguntar demasiado. Viste que el presidente lleva mucho tiempo en el cargo, y lo que se ve es que la mayoría de la gente está de acuerdo con él. En la calle muchos autos que llevan la bandera roja y negra del partido del gobierno.

-¿Tus compañeros en el vestuario hablaban de política?

-Poco. Estando en el Estelí hubo elecciones y me acuerdo de que vino el técnico y puso la lista de los que tenían que ir a votar, pero nada más. Sí que cuando íbamos a los otros países a jugar la Copa Centroamericana nos preguntaban bastante por esas cuestiones. Mi respuesta siempre era que soy argentino y fui a Nicaragua solo a jugar al fútbol. El tema político es complicado. Si uno está bien y tiene trabajo, lo mejor es dejarlo aparte.

-¿Cómo es el nivel general de vida de la gente?

-Para vivir no es muy caro, pero claro, por lo que me han contado, el trabajador normal, el albañil, el laburante de abajo, tampoco gana mucho. Le alcanza para vivir, no puede darse muchos gustos. Después, en la ciudad tenés zonas y zonas. Hay algunas muy lindas, donde te das cuenta de que se vive bien, y otras más pobres. Pasa como en Argentina, encontrás chicos pidiendo en la calle y también mucha gente mayor. Es parecido a lo que vivenciamos nosotros.La lleva Sand y Monserrat llega al cruce, durante un Independiente vs. Racing en 2012

-Contame algo del día a día. Las comidas, por ejemplo.

-Comen un poco de todo. Carne de vaca, de cerdo, de pollo, pescado y bastante arroz. Y sobre todo tienen unos desayunos mucho más fuertes que nosotros. Te ponen arroz con gallo pinto, que es como un poroto negro, un poquito de queso tipo cremoso, una bananita, tortillitas de maíz y mucho café, que es muy rico porque hay plantaciones en el país. Incluso te lo daban en el micro cuando íbamos de viaje porque jugábamos de visitante a la noche.

-¿Podías entrenar después de todo eso?

-Noooo, le esquivaba, me parecía muy pesado, casi un almuerzo. Yo era más de mate, café, alguna tostada y fruta.

-Da la sensación de que te encariñaste con Nicaragua.

-Sí, porque he vivido bien y me han tratado bárbaro en los dos equipos en los que estuve. Estoy agradecido por lo que me dieron. Si me llaman, no descarto volver en junio o diciembre.

-No hablamos del fútbol nicaragüense, que en los números es de los más flojos de la región.

-Hay buenos jugadores, pero les faltan profesores y también infraestructuras. La cancha de fútbol sintético en la que juega la selección, en Managua, la usan cuatro de los diez equipos de la liga. No se trabaja para darles una buena base a los juveniles, entonces la mayoría de los equipos corren mucho, pero son tácticamente desorganizados. Por eso, el que tiene una idea básica de juego saca diferencias. No es un fútbol que valga de vidriera como para decir ‘de acá despego y me voy para otro lado mejor’, además porque tampoco es muy visto. Siempre pensé que estando ahí un poco me devaluaba. Pero bueno, a veces no estás bien parado en el lugar donde estás, te llaman, te ofrecen un buen contrato, lo pensás y te vas. No siempre se pueden dejar pasar las posibilidades que te tocan.

-¿Seguís viendo a Independiente?

-Sí, claro. Yo estaré siempre agradecido con Independiente porque me formó como persona y me pone contento verlo bien, que se le estén dando los resultados. Ojalá esté pronto peleando los primeros puestos, que es donde tiene que estar.