Exposición fotográfica de centenarios en Madrid: «Vivir es una delicia»

Llegar a centenario no es tarea fácil. La generación de quienes lo están consiguiendo ahora, unas 1.700 personas en la Comunidad de Madrid, son, ya se sabe, de otra pasta: gente acostumbrada a arrostrar todo tipo de penalidades, con infancias y juventudes complicadas por vivirlas en medio de una guerra civil, seguida de una durísima posguerra. Son personas que lo han visto todo: una dictadura, una transición que se estudia en los libros de texto, y la llegada y evolución de la democracia. Gente flexible y capaz de adaptarse a los cambios más grandes que ha experimentado el mundo en siglos. Y ahí están. El fotógrafo de ABC Ignacio Gil los ha retratado y filmado para que den testimonio de lo que son: pura vida. La muestra, comisariada por el propio Gil y por Rocío Gayarre, está incluida en la Red Itiner 2025, y se expondrá a lo largo del año en distintas localidades de la región . Desde mañana, le llega el turno a Las Rozas, donde podrá ser contemplada hasta el 7 de abril, y luego volará a otro municipio. Madrid es la región con la mayor esperanza de vida de la Unión Europea: 86,1 años de media, todo un récord que estos centenarios se han encargado de pulverizar. Porque entre ellos hay alguno que ronda los 110 años incluso. Y sumando. Como Antonia Figueroa, con 108 primaveras y la coquetería aún latente. Su secreto, asegura, es el trabajo : «Empecé a trabajar en cuanto podía moverme». Sólo se le entristece la mirada al hablar de la guerra civil: «Eso, mejor olvidarlo». Recuerda los duros tiempos en que fregaba suelos de rodillas. «Y es que por la noche, cuando me acuesto, me acuerdo de todo; tengo una fila en la cabeza…». De la vida, destaca sus cinco hijos, «el primero de ellos nació en la cama de mi abuela», y sólo lanza un consejo a quien quiera escucharlo, tan sabio en este mundo de apariencias: «Hay que saber distinguir lo que es la realidad, es muy importante». Su resumen, a más de cien años vista del inicio del camino: «Vivir es una delicia». Carlos Fernández Candelas está a punto de llegar a los 102, desde que naciera, un 6 de mayo de 1923, «en la calle Trafalgar, en Chamberí». Se define de lo más castizo , como «madrileño fetén de dabuten». Y echando la vista atrás, recuerda aquel año 36, cuando se examinaba de tercero de Bachillerato, y «mi padre me prometió una bicicleta si sacaba buenas notas. Y cumplió: me llevó a la plaza de Ópera, a una tienda de bicis que había allí». De nuevo el trabajo como una constante en estas larguísimas vidas: «Es que yo no he tenido vacaciones nunca; he trabajado 67 años seguidos sin coger vacaciones». Se define como «muy español; me gusta el ejercicio, la disciplina sin ser tirano, me gusta el honor». Algunos de estos centenarios han saltado a la fama en los últimos años por mantenerse muy activos: es el caso de Charito Testa, 100 años recién cumplidos, que se ha presentado en las dos últimas elecciones municipales como candidata independiente por Patones de Arriba . Charito confiesa, aún con cierto rubor, que se enamoró de su marido «por las cartas, porque era lo más dulce que os podéis imaginar. Me gustaban otros más altos, más esbeltos, más elegantes, pero como me escribía unas cartas tan bonitas…». De su Bilbao natal vino a Madrid a vivir y quedó fascinada por la liberalidad de la capital: «Allí todo era pecado, y en Madrid, no. Mi prima se levantaba y se iba a tomar café a la cafetería; pero en aquellos tiempos, ir a desayunar fuera de casa, eso sí que era pecado». De la vejez, le ha sorprendido cómo limita: «Yo no sabía que los viejos llegamos a una edad que no podemos hacer nada, ni escribir ni nada. Yo no sabía que pasaba hasta que ha pasado». Pero pese al centenario, el espíritu sigue teniéndolo sin una arruga: «Yo no quiero morirme, mientras pueda volar, mientras tenga cabeza…». Su última petición es una carga de profundidad: «Me ilusiona un vecino; estoy deseando que me invite a tomar café, me hace tanta ilusión hablar con él, que me escuche, porque no te escucha nadie…». La sabiduría acumulada por años de vida, y estar ya en un estadio en el que los filtros no existen, llevan a estos centenarios a ser magníficos conversadores, capaces de dar lecciones con cada clase, incluso sin quererlo. «Cuánto hemos visto, y cuánto hemos hecho», recordaba Damiana Lozano, 105 años, a la que todo el mundo conoce como Nana. «Aquellos tiempos no son estos», advierte. Desde las vidas anónimas a las más públicas, todas tienen a estas alturas de la vida un recorrido de película. Como la de Luis Carrasco-Muñoz,111 años cumplidos el 13 de febrero, y que se salvó dos veces del fusilamiento en la guerra. O la de Julio Albert, recién centenario, que fue teniente de navío y viajó en el Juan Sebastián Elcano, y hasta llegó a estar en documentos de ETA como posible víctima: «Me dijeron, 'Julio, quítate del medio'». Ahora, con sus 29 nietos y 10 hijos, está orgulloso de que «no haya ningún matrimonio separado». Los vídeos incluyen fotografías de la juventud de estas mismas personas, y

Mar 20, 2025 - 06:16
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Exposición fotográfica de centenarios en Madrid: «Vivir es una delicia»
Llegar a centenario no es tarea fácil. La generación de quienes lo están consiguiendo ahora, unas 1.700 personas en la Comunidad de Madrid, son, ya se sabe, de otra pasta: gente acostumbrada a arrostrar todo tipo de penalidades, con infancias y juventudes complicadas por vivirlas en medio de una guerra civil, seguida de una durísima posguerra. Son personas que lo han visto todo: una dictadura, una transición que se estudia en los libros de texto, y la llegada y evolución de la democracia. Gente flexible y capaz de adaptarse a los cambios más grandes que ha experimentado el mundo en siglos. Y ahí están. El fotógrafo de ABC Ignacio Gil los ha retratado y filmado para que den testimonio de lo que son: pura vida. La muestra, comisariada por el propio Gil y por Rocío Gayarre, está incluida en la Red Itiner 2025, y se expondrá a lo largo del año en distintas localidades de la región . Desde mañana, le llega el turno a Las Rozas, donde podrá ser contemplada hasta el 7 de abril, y luego volará a otro municipio. Madrid es la región con la mayor esperanza de vida de la Unión Europea: 86,1 años de media, todo un récord que estos centenarios se han encargado de pulverizar. Porque entre ellos hay alguno que ronda los 110 años incluso. Y sumando. Como Antonia Figueroa, con 108 primaveras y la coquetería aún latente. Su secreto, asegura, es el trabajo : «Empecé a trabajar en cuanto podía moverme». Sólo se le entristece la mirada al hablar de la guerra civil: «Eso, mejor olvidarlo». Recuerda los duros tiempos en que fregaba suelos de rodillas. «Y es que por la noche, cuando me acuesto, me acuerdo de todo; tengo una fila en la cabeza…». De la vida, destaca sus cinco hijos, «el primero de ellos nació en la cama de mi abuela», y sólo lanza un consejo a quien quiera escucharlo, tan sabio en este mundo de apariencias: «Hay que saber distinguir lo que es la realidad, es muy importante». Su resumen, a más de cien años vista del inicio del camino: «Vivir es una delicia». Carlos Fernández Candelas está a punto de llegar a los 102, desde que naciera, un 6 de mayo de 1923, «en la calle Trafalgar, en Chamberí». Se define de lo más castizo , como «madrileño fetén de dabuten». Y echando la vista atrás, recuerda aquel año 36, cuando se examinaba de tercero de Bachillerato, y «mi padre me prometió una bicicleta si sacaba buenas notas. Y cumplió: me llevó a la plaza de Ópera, a una tienda de bicis que había allí». De nuevo el trabajo como una constante en estas larguísimas vidas: «Es que yo no he tenido vacaciones nunca; he trabajado 67 años seguidos sin coger vacaciones». Se define como «muy español; me gusta el ejercicio, la disciplina sin ser tirano, me gusta el honor». Algunos de estos centenarios han saltado a la fama en los últimos años por mantenerse muy activos: es el caso de Charito Testa, 100 años recién cumplidos, que se ha presentado en las dos últimas elecciones municipales como candidata independiente por Patones de Arriba . Charito confiesa, aún con cierto rubor, que se enamoró de su marido «por las cartas, porque era lo más dulce que os podéis imaginar. Me gustaban otros más altos, más esbeltos, más elegantes, pero como me escribía unas cartas tan bonitas…». De su Bilbao natal vino a Madrid a vivir y quedó fascinada por la liberalidad de la capital: «Allí todo era pecado, y en Madrid, no. Mi prima se levantaba y se iba a tomar café a la cafetería; pero en aquellos tiempos, ir a desayunar fuera de casa, eso sí que era pecado». De la vejez, le ha sorprendido cómo limita: «Yo no sabía que los viejos llegamos a una edad que no podemos hacer nada, ni escribir ni nada. Yo no sabía que pasaba hasta que ha pasado». Pero pese al centenario, el espíritu sigue teniéndolo sin una arruga: «Yo no quiero morirme, mientras pueda volar, mientras tenga cabeza…». Su última petición es una carga de profundidad: «Me ilusiona un vecino; estoy deseando que me invite a tomar café, me hace tanta ilusión hablar con él, que me escuche, porque no te escucha nadie…». La sabiduría acumulada por años de vida, y estar ya en un estadio en el que los filtros no existen, llevan a estos centenarios a ser magníficos conversadores, capaces de dar lecciones con cada clase, incluso sin quererlo. «Cuánto hemos visto, y cuánto hemos hecho», recordaba Damiana Lozano, 105 años, a la que todo el mundo conoce como Nana. «Aquellos tiempos no son estos», advierte. Desde las vidas anónimas a las más públicas, todas tienen a estas alturas de la vida un recorrido de película. Como la de Luis Carrasco-Muñoz,111 años cumplidos el 13 de febrero, y que se salvó dos veces del fusilamiento en la guerra. O la de Julio Albert, recién centenario, que fue teniente de navío y viajó en el Juan Sebastián Elcano, y hasta llegó a estar en documentos de ETA como posible víctima: «Me dijeron, 'Julio, quítate del medio'». Ahora, con sus 29 nietos y 10 hijos, está orgulloso de que «no haya ningún matrimonio separado». Los vídeos incluyen fotografías de la juventud de estas mismas personas, y si uno se fija, es imposible no ver, tras las actuales arrugas, los rasgos que destacaron en ellos más de ochenta años atrás. Como la sonrisa de Manuel Álvarez, 100 años justos, que confiesa que ahora el tiempo pasa volando: los años «se me hacen cortos». Su Madrid de juventud no era tan grande como el actual: «Doctor Esquerdo se acababa en O'Donnell, y luego todo era campo hasta Vallecas. Eso sí, era todo muy lisito y allí pude aprender a montar en bici». Sus secretos de longevidad son dos: «El humor, que es muy importante. Y otra cosa, que ya no estoy seguro de nada; con sobrevivir, ya es bastante». A Mari Paz Lechosa, de 101 años, le viene de la guerra un recuerdo menos duro que a otros, porque en su pueblo se tradujo en que «cerraron la escuela». Vio pasar a personajes de la época: «A Pasionaria, en un camión, y llevaba un pistolazo grandísimo…». La vida le trajo a Miguel, y se lo quitó cuando su hijo más pequeño tenía un año y medio. Y desde entonces, luchar y luchar es el resumen de su vida. «Cuando llegué a la Bolsa, todos eran hombres, cien o más, y sólo había una mujer. Yo hablaba con ella. Ahí empecé, comprando petróleos»». Las pasiones, ya se sabe, no se pierden nunca, y la suya es el Real Madrid. «Ahora hay un jugador negro que lleva el número 7 y que me parece fabuloso, mete unos goles que tiemblan». Una visión muy distinta es la que ofrece otro de los más veteranos de la exposición, Ramiro Merino, 110 años, quizá, como el mismo dice, una de las últimas personas vivas que luchó en la guerra de España: «Lo pasé muy mal, no quiero ni recordarlo; 17 bajo cero y sin comida ni bebida en Teruel… Lo único que tomamos, una cosa que decían coñac, era alcohol puro, lo tomabas para que el cuerpo reaccionara algo». Es difícil imaginar en su menuda figura de ahora el cuerpo de un jugador de rugby que tenía con 18 años. Trabajó cerca del doctor Carlos Jiménez Díaz, y recuerda con nostalgia aquel Madrid del que apenas queda nada que reconozca: «No se conserva más que el chotis, el que lo sepa bailar». Pero el ejemplo más claro de que el clásico 'genio y figura' se cumple a rajatabla es Regina Ramos, 110 años y la coquetería a flor de piel: «Voy a la peluquería cada 15 días porque me gusta ir limpia y curiosa, y guapa. Y le dijo a mi Concha: 'Píntame un poquito las uñas'». A sus nietos les gustan sus croquetas, y Regina se las hace. «Cuando vienen, además, les doy un billetillo, y se ponen más contentos…». Enfrascada en la conversación, evoca aquel patio grande de Carabanchel donde vivió tantos años, y donde celebraban todas las fiestas familiares. «Y las vecinas me decían: 'jolines, Regina, usted siempre tiene invitados'».