Estudiantado, alumnado y profesorado
Hace ya tiempo que la mayor parte de los profesores habla como políticos.


Hace ya tiempo que la mayor parte de los profesores habla como políticos. Cuando te toca acudir a una reunión en cualquier colegio, escuchas una curiosa lista de expresiones absurdas y pedantes junto a una colección de circunloquios, eufemismos y tecnicismos innecesarios que sólo se utilizan en sede parlamentaria. Los desdoblamientos constantes de masculino y femenino convierten cualquier explicación en una tortura.
Las causas de que los profesores hablen así son variadas y complejas. No voy a analizarlas aquí, aunque sospecho que son el miedo, el empeño de los propios políticos y la emulación, motores antiguos del comportamiento humano. Hoy he venido a hablar de las palabras alumnado, estudiantado y profesorado. Madre mía, qué paliza. Parece que con ellas hemos descubierto la piedra filosofal. Somos, por fin, sabios e inmortales.
Parece ser que estas palabras mágicas solucionan todos los problemas de igualdad de género y visualización. Tanta visualización no nos deja ver. La repetición de estas expresiones es una tortura para cualquier oído, pero la comunidad educativa parece haber encontrado en ellas un parapeto contra el miedo a incurrir en algún horrible delito que no incluya y no visibilice a alguien. Deberíamos ser más razonables y utilizarlas con moderación y con cierta comprensión hacia el otro. Podemos decir también "la comunidad estudiantil", "los estudiantes" o utilizar el comodín de la palabra "persona" que siempre nos saca de la hoguera de lo incorrecto.
Tanta visualización no nos deja ver
Alumnado, profesorado y, especialmente, estudiantado son palabras tan masculinas como feas. Su única virtud es que no coinciden con las palabras que definen estrictamente a un grupo de hombres. Dentro de un tiempo tampoco servirán, habrá que decir "la estudiantada" y sonará fatal. No sé por qué aceptamos que detrás de la palabra estudiantes sólo había hombres. No es verdad. Los estudiantes son chicos y chicas. Los padres son mujeres y hombres. Los periodistas, los catedráticos, los fontaneros también lo son. No hay nada más bello que una palabra en la que nos incluimos todos.
Desde aquí animo a la comunidad educativa a recuperar la libertad de expresión en el sentido estricto de la palabra. Hay que recuperar la libertad de expresión hablada y escrita, con normalidad, naturalidad y sin miedo, aceptando e incluyendo a todos, sin hacer el mamarracho, hablando con el corazón en la mano, no con la última circular de la consejería de turno.