Entre un oficialismo disfuncional y una oposición fragmentada y convaleciente

Los gestos autoritarios de Milei y su entorno, tolerados por buena parte de una sociedad que los veía cuestionables pero valoraba el compromiso con la austeridad fiscal, se volvieron una preocupación creciente

Mar 7, 2025 - 04:22
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Entre un oficialismo disfuncional y una oposición fragmentada y convaleciente

“Curiosamente, lo subieron al ring de dos golpes”. Las palabras del profesor Luis Tonelli para referirse al escándalo Manes sirven como punto de partida para evaluar las perspectivas de reconfiguración de la fragmentada y apagada oposición, en especial a partir de este incidente. El principal aliciente que encuentran los críticos de LLA es que el oficialismo parece haber entrado desde comienzos de año en una dinámica autodestructiva caracterizada por una sucesión ininterrumpida de errores no forzados. Los gestos autoritarios de Milei y su entorno, tolerados por mucho tiempo por buena parte de una sociedad que prefería interpretarlos como una cuestión de formas cuestionables, pero que no debían desdibujar el inédito compromiso con la austeridad fiscal, se convirtieron en una preocupación creciente, ya que exponen el serio problema de falta de cultura democrática y la bajísima calidad institucional que imperan en nuestro país y que el Gobierno, en una actitud congruente con sus prioridades y el decisionismo hiperpresidencialista que lo caracterizó desde que asumió, prefiere ignorar.

Al oficialismo le disgusta lidiar con lo que le resulta incómodo: increpar a un diputado con una opinión contraria se suma a decisiones absurdas y desafortunadas, como el botón para silenciar preguntas del personal de prensa acreditado en la Casa Rosada (¿un “botón de pánico” ante consultas incisivas?), las agresiones del Presidente a medios de comunicación y a connotados periodistas o el acoso en redes sociales a figuras no alineadas ni sumisas.

Aunque parezca contradictorio, todo indica que LLA será muy competitiva en 2025 y, si se continúa la senda de desinflación, se alcanza un nivel razonable de crecimiento y se superan los obstáculos cambiarios, también en 2027. A pesar del leve desgaste de los últimos meses (la imagen negativa del Presidente subió 5 puntos), los dirigentes políticos con mejor imagen en el país siguen siendo, de acuerdo con el último sondeo de D’Alessio-IROL/Berensztein, Patricia Bullrich, Victoria Villarruel y Milei. Los traspiés protagonizados por el círculo áureo del poder (el Presidente, su hermana Karina y Santiago Caputo) no fueron capitalizados por figuras de la oposición. Sin embargo, es imposible imaginar el entorno económico, político y social que predominará en 2027 (incluso falta para definir los ejes claves del debate electoral de este año) o qué desafíos plantearán (y qué morfología presentarán) las confundidas fuerzas de oposición.

La experiencia comparada sugiere que, en regímenes presidencialistas, quienes llegan al poder como outsiders tienen dificultades para ratificar sus liderazgos si mantienen las reglas del juego democrático y aseguran un entorno competitivo. Distinto es el caso de aquellos que derivan en autocracias, como Alberto Fujimori en Perú o el popular Nayib Bukele en El Salvador, que forzaron su reelección. Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil chocaron en sus segundos desafíos electorales contra candidatos que representaban el retorno del “antiguo régimen” político-partidario (es cierto que apenas 4 años más tarde Trump volvió recargado y logró un triunfo arrollador, que enrostró a sus rivales demócratas en el Congreso el martes pasado). Joe Biden y Lula da Silva III llegaron al poder respaldados por una coalición electoral amplia y diversa con un principal común denominador: evitar a cualquier precio la reelección de sus adversarios. En parte por eso sus administraciones generaron críticas y rechazos: los grupos más radicalizados de esas coaliciones impusieron parte de sus prioridades y eso generó disconformidad en los sectores más moderados. En Perú, por el contrario, luego de un hiato ejercido por otro representante de la “vieja política” como Alan García, se constituyó un escenario en el que cada nueva opción se autodefine como más outsider que la anterior, desde Ollanta Humala hasta Pedro Castillo, con una dinámica de fragmentación aguda y una inestabilidad política que luce imposible de resolver. Algunos observadores aventuran que en las próximas elecciones presidenciales podría haber en primera vuelta medio centenar de candidatos.

¿Puede esto ayudarnos a imaginar el tipo de opositor que enfrentará Milei? ¿Será un emergente de la política tradicional que se presente como el más capaz de derrotarlo (a lo Biden) o se repetirá la “moda antisistema” para que se cumpla el dicho “no hay peor astilla que la del mismo palo”? Vale decir que Milei sea visto como otro exponente de esa “casta” que tanto denostó (pero de cuyos mecanismos más cuestionables pudo haberse aprovechado, si se confirman las peores sospechas del escándalo de las criptomonedas). ¿Enfrentará una oposición fragmentada, empequeñecida y sin coordinación, como la que facilitó la victoria en primera vuelta de CFK en 2011? ¿O una fórmula consensuada y competitiva, como la de 2015? En este último caso, ¿surgirá el candidato principal de una elección interna? ¿Habrán sobrevivido las PASO o será necesario organizar algún mecanismo lógico de selección de fórmulas?

En ese sentido, el favorecido podría ser Axel Kicillof, si sale airoso del desplante que pergeña contra su madrina y mentora, la señora de Kirchner. ¿Cuál fue la última vez que un candidato presidencial de raíz peronista no estuvo envuelto en alguna sospecha creíble o una denuncia de corrupción? Le suma a esto guiños novedosos a los sectores independientes, al descontar a los docentes los días perdidos de clase. Sin embargo, el gobernador de Buenos Aires fue responsable de algunas de las peores decisiones de política pública de las últimas décadas, en especial en materia energética y de transporte (nacionalizaciones de Aerolíneas e YPF, subsidios generalizados). Para el inefable Milei, definir contra este keynesiano en un escenario de polarización sería un bocato di cardinale incluso más favorable que enfrentar a CFK, que intenta sin éxito convertirse en su némesis.

Muy distinto y complejo sería el caso si Milei debiera enfrentar líderes más de centro y hasta cooperativos con su gestión, con capacidad para debatir los temas económicos con una perspectiva más amplia (Rogelio Frigerio), con credenciales y ventajas relativas en otras áreas de gestión, como la seguridad, hoy la principal demanda de la ciudadanía (Maxi Pullaro), o con un liderazgo consolidado y un legado positivo y acreditado en ambos aspectos (Alfredo Cornejo). ¿Habría espacio para un figura con un perfil tan singular como el de Manes? Es médico, dona su dieta y no se considera un político clásico a pesar de ser radical y defender el sistema democrático. Una cosa es subirse al ring y otra, sostenerse allí por treinta meses.

Muchas veces predomina en una masa crítica de votantes la sensación de cansancio o saturación con un estilo de liderazgo percibido como conflictivo, controversial e imprevisible, aunque se rescaten componentes específicos que se consideran beneficios de inventario, cosas que se suponen aseguradas más allá de los vaivenes de la coyuntura. En un contexto en el que se habrán de sentir con más nitidez los costos del actual modelo económico (la apertura comercial puede tener impacto negativo en el empleo y la sustentabilidad de muchas pymes), la narrativa para seducir votantes debe incorporar otros ejes discursivos. Curiosamente, el éxito relativo de Milei podría quitarle atractivo a la importancia que hoy tiene “saber economía” para sostener su liderazgo o impulsar una candidatura. En relación con la inseguridad, el Gobierno hizo una lectura de este cambio de preferencias y comenzó el año legislativo impulsando reglas más duras de legislación penal, incluida la baja en la edad de imputabilidad. Pero puede ser insuficiente en la medida en que delegue estos temas en otras figuras (Bullrich) y no renueve su discurso de acuerdo con la evolución en las prioridades de sus votantes más leales y de los independientes que necesita para ganar.