El problema no era la corrupción ¿Qué tan alejada está la percepción de la realidad? ¿y hasta qué punto el discurso influye en ella?
Con 26 de 100 puntos posibles, México descendió cinco lugares con respecto al año 2023 y terminó en la posición 140 de 180 del Índice de Percepción de Corrupción.

La corrupción en México está cada vez peor, al menos esa es la percepción, según la organización Transparencia Internacional (TI).
La percepción es la forma en la que interpretamos al mundo. No es la realidad en sí, sino nuestra versión de ella. Cuando tal interpretación se centra en un fenómeno específico, permite identificar tendencias y hacer comparaciones. Tal es el caso del Índice de Percepción de Corrupción (IPC) a cargo de TI, que se ha convertido en un referente global para evaluar este fenómeno en el sector público.
Con el entendimiento de que la corrupción es “el uso indebido del poder público para beneficio privado”, el IPC clasifica a los países y publica sus resultados anualmente desde 1995. Estos se basan en datos recopilados de 13 fuentes externas, entre ellas, el Banco Mundial, el Foro Económico Mundial, encuestas de opinión, firmas de consultoría y evaluación de riesgos, grupos de expertos en la materia, entre otros.
El Índice clasifica a 180 países en una escala de 0 (totalmente corrupto) a 100 (totalmente limpio), según la situación determinada para cada uno. El reporte del 2024, publicado la semana pasada, muestra la peor calificación de México desde su primera edición.
Con 26 de 100 puntos posibles, México descendió cinco lugares con respecto al año 2023 y terminó en la posición 140 de 180. Quedó, además, en el último lugar de los 38 integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y en el penúltimo dentro de las economías más grandes (G-20), solo por arriba de Rusia.
La percepción, al ser una interpretación de la realidad, es inseparable de ella. Así, la baja que muestra el IPC coincide con datos del INEGI, los cuales muestran que entre 2013 y 2023, la prevalencia de corrupción aumentó de 12.1 por ciento a 14.0 por ciento, lo que representa un incremento absoluto de 1.9 puntos porcentuales y un alza relativa de 15.7 por ciento. Los crímenes económicos que conforman los delitos de corrupción se han agravado y el índice revela que hay conocimiento de ello.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué tanto influye el discurso político - electoral en la percepción? Al tomar como referencia el eje discursivo del expresidente Andrés Manuel López Obrador – el combate a la corrupción – y los resultados del IPC, podemos decir que nada o muy poco.
Luego del triunfo arrollador de él y su partido, Morena, en las elecciones federales de 2018, y la continuidad de su proyecto político con Claudia Sheinbaum en 2024, resulta curioso notar que la percepción de la corrupción en México haya empeorado.
En contraste con los 26 puntos obtenidos en el último reporte del IPC, México había alcanzado una calificación de 29 en 2018 y de 31 en 2023. A pesar de estos cambios, el partido fundado por López Obrador se ha mantenido victorioso.
Esto revela dos cosas: 1. El discurso electoral y presidencial influye poco en la percepción de la realidad y 2. El problema no era la corrupción.
Justamente este es el tema con la percepción: al ser la manera en que interpretamos al mundo a través de nuestros sentidos y experiencias, no se centra en un año, en un gobierno, en un acto o una conducta específica; sino en una tendencia. Se mide este fenómeno en conjunto, con los tres poderes de la república y con la situación tanto a nivel federal como estatal.
Por supuesto que la narrativa no es suficiente para modificar la percepción. Tanto, que incluso la presidenta puede declarar ante la última publicación del IPC que: “Afortunadamente la percepción de la gente es distinta […] se acabaron los privilegios, se acabó la corrupción”.
Finalmente, para que la corrupción tenga lugar deben involucrarse personas que pertenecen al sector público, a las empresas privadas y a la sociedad misma. La corrupción no ha sido, no es y no será el problema. Los triunfos electorales dependen, más bien, del sector que se beneficia de ella.