El lío con los derechos de 'Los pecadores' y por qué "podría destruir el sistema de estudios"

Ryan Coogler ha dirigido una película de vampiros aclamada por la crítica a la vez que revulsiva para el modo en que se hacen las cosas actualmente en la industria.

Abr 24, 2025 - 13:23
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El lío con los derechos de 'Los pecadores' y por qué "podría destruir el sistema de estudios"

Gran parte del atractivo histórico de Warner Bros. ha radicado en su cercanía con los autores, pero esto cambió con la pandemia. La necesidad de clausurar los cines coincidía con una turbulenta situación económica que derivó en el controvertido Project Popcorn.

Esto es, el lanzamiento simultáneo de películas a cines y HBO Max. Denis Villeneuve temió que esto pudiera hacer que Dune se quedara sin secuela (afortunadamente el temor por la taquilla fue infundado), mientras Christopher Nolan decidía abandonar la major para irse con Universal, y la relación con Clint Eastwood también se resentía.

Desde entonces Nolan ha conseguido el Oscar a Mejor dirección por Oppenheimer (una producción con Universal que va a repetir de cara a La Odisea) y poco menos que han obligado a Eastwood a que Jurado nº2 sea su última película. Dos grandes autores defenestrados por la desorientación del estudio, que no obstante se halla ahora en una fase muy distinta a la de la pandemia.

Una vez se fusionara con Discovery, David Zaslav llegó al poder como CEO con unos objetivos muy claros: apartarse del streaming y devolver prioridad a las salas al tiempo que intentaban recuperar el prestigio.

De ahí se extrae una ambivalencia muy curiosa: desde luego que ahora Warner vuelve a apostar por los lanzamientos de toda la vida e invierte grandes sumas en proyectos arriesgados, pero esto se compatibiliza con un maltrato inaudito a producciones originalmente destinadas a HBO Max (ahora Max): por eso Batgirl y Coyote vs ACME fueron canceladas cuando ya había concluido su rodaje.

Eso no quita que en la división cinematográfica que capitanean Pam Abdy y Michael DeLuca se perciba un esfuerzo por traer a los autores de vuelta. Lo que nos lleva a Los pecadores, lo nuevo de Ryan Coogler.

Coogler tiene una carrera breve pero muy intensa. Tras su aclamado film independiente Fruitvale Station y el reinicio de Rocky que orquestó con Creed, Coogler siguió triunfando en el marco del Universo de Marvel con dos entregas de Black Panther: tanto revuelo causaron que la idea de tener un blockbuster protagonizado íntegramente por gente negra dejó de ser visto con (tanto) rechazo en la industria a partir de entonces.

Coogler se hallaba en una posición privilegiada para su siguiente film, y en invierno de 2023 hubo toda una lucha por sus derechos.

Warner se hizo con ellos, y la película se estrenó finalmente este 18 de abril. Se trata de una espectacular superproducción que protagoniza Michael B. Jordan (actor fetiche de Coogler) en un doble papel, a través del cual se teje una ambiciosa ficción que mezcla el blues, la cultura afroamericana de los tiempos de Jim Crow y… vampiros. Las críticas han sido excelentes. La película ha costado 90 millones de dólares y ahora mismo lleva recaudados 61, con lo que es posible que dé beneficios.

Pero en la industria no están contentos con esto. Según un reportaje de Vulture, hay malestar en la competencia por las condiciones del trato que Coogler firmó con Warner. Una era tener derecho al montaje final (algo que los estudios solo le permiten a hacer a cineastas de altísimo perfil), otra quedarse con el primer dólar bruto de taquilla (es decir, un porcentaje nada desdeñable de la recaudación) y la última, lo que más revuelo ha causado, que Coogler pueda quedarse con los derechos de la propiedad intelectual 25 años después del estreno de Los pecadores.

Por qué a Hollywood le preocupa tanto

De entrada puede sonar absurdo: ¿qué más da que dentro de un cuarto de siglo Coogler quede bajo control de la película? Pues, por ejemplo, puede conducir a que Warner deje de disponer en su catálogo de la película y desaparezca de la plataforma de streaming que disponga entonces (100% que no se llamará Max por entonces).

Un ejecutivo lo sintetiza así: “Los estudios existen por una sencilla razón: para crear una biblioteca. El valor a largo plazo de nuestras películas es lo que hace que un estudio sea un estudio. Por eso David Ellison quería comprar Paramount. Por eso MGM se vendió por 8.000 millones”.

“Cosas como la concesión de licencias y la exhibición de estas películas siguen dando cientos y cientos de millones de dólares al año en todo el mundo. Ahora la idea de crear una biblioteca… ¿se pierde en 25 años? Pues acabas de renunciar a tus ingresos”. Que Coogler se quede en algún punto con los derechos totales de Los pecadores sienta un precedente “muy peligroso” en opinión del gremio de productores.

Otro ejecutivo dice nada menos que “podría ser el fin del sistema de estudios” mientras que Coogler, a lo largo de la promoción, ha destacado la importancia simbólica de que esta sea una producción totalmente original, y de que sea una persona negra quien está al mando.

“Si nosotros, como estudio, le damos eso a Coogler, cuando otra persona que realmente queremos que esté en el negocio dice: ‘Oye, yo también quiero este trato’ y tú dices ‘no, solo se lo di a él’, ¿cómo podemos esperar que trabajen con nosotros?”, prosigue otra fuente. “Es malo para el negocio. Es malo para las relaciones en la industria”.

Pero no es algo de lo que falten precedentes. Quentin Tarantino, de cara a desarrollar Érase una vez en Hollywood con Sony, hizo un pacto por el cual dentro de 30 años quedaría en posesión de sus derechos.

Esto no guarda relación con que Tarantino haya escrito el guion de la secuela de su película y que esta la vaya a dirigir David Fincher para Netflix (con la vuelta de Brad Pitt), pero sí con el hecho de que el acuerdo fuera un mero mantenimiento de las condiciones que Tarantino tenía con su productora previa: la Miramax de Harvey Weinstein.

La misión de Abdy y DeLuca

Abdy y DeLuca, por su parte, quieren mantener el estatus de Warner como meca de los autores, incluso viniendo de grandes fracasos como Furiosa: De la saga Mad Max, Joker: Folie à deux, The Alto Knights o Mickey 17 (una colaboración con Bong Joon-ho que estuvo rodeada de problemas a cuenta del corte final).

Es por eso que le han dado 130 millones a Paul Thomas Anderson para hacer Una batalla tras otra (una suma que será muy difícil de recuperar) y 80 millones a Emerald Fennell para su Cumbres borrascosas. Gestos que la gente de la industria considera un desatino.

“Warner está pagando más que todos por todo. Es una locura pagar eso por los derechos de Cumbres borrascosas”, asegura la misma fuente. Abdy y DeLuca quizá se hayan querido permitir estos derroches al amparo del tremebundo éxito de taquilla de Una película de Minecraft.

“Su actitud es ‘nuestro estudio tiene problemas y hay que sacarlo adelante: hagamos lo que sea’. Pero quienquiera que dirija el estudio dentro de 25 años no será Zaslav o Pam y Mike. Así que este acuerdo es una decisión a corto plazo para ayudar al trimestre financiero, para ayudar al año, para ayudarles a relanzarse”.

“Pero estas decisiones a corto plazo tienen efectos a largo plazo. No piensan ‘si haces esto, el sistema de estudios va a desaparecer’. No piensan en las ramificaciones”, insiste.

“No estoy en contra de Mike y Pam; son amigos de los cineastas, han dado algunos grandes golpes y han tenido enormes fracasos. Pero este acuerdo que han hecho va a joder el terreno de juego, y todo por desesperación. ¿Revertir los derechos de autor? Es muy peligroso”.

Los productores ven con miedo, pues, un Hollywood que tras varias crisis sucesivas (el streaming, la pandemia, la huelga de actores y guionistas) quede en dominio de los directores. No es un temor que nosotros, como público, seamos capaces de compartir.

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