Aquel texto sigue encendiendo breve y absorta el alma de quienes lo leen en voz baja. Patio, túnica, madrugada. Recio y alto, altísimo el negro capirote. Aquel silencioso rito, «no aprendido, sino heredado, yéndole en la sangre / pues los siglos se ven hasta en la forma / de sujetarse el antifaz al rostro». Cualquier ensimismado de la pasión que nos entregó Rafael Montesinos es capaz de atrapar cada retazo de su nostalgia. Aprehender todas las luces que revive su vasto anhelo. Rendirse al paraíso perdido que un buen día le enseñó esa cernudiana voz que fue 'Ocnos' como principal fuente de inspiración. La suya es la de un poeta que hizo de su tierra el mástil al que asir...
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