El cuarto de no estar
El concepto suena de maravilla y es tan sencillo como genial.


Hace tiempo que la televisión y la radio han renunciado a la práctica periodística de la entrevista en profundidad y se han abandonado en los brazos de una velocidad presuntamente necesaria, del griterío tonto, la venta ambulante y la búsqueda del clip viral que, en realidad, no sirve para nada. El espacio necesario del diálogo reposado y profundo lo han ocupado con bastante acierto algunos comunicadores de internet en ese formato de decorados caprichosos y micrófonos imposibles que llamamos pódcast.
El sentido de la birra, Lo que tú digas, Jordi Wild o Tengo un plan son algunos de los formatos de mayor éxito en este género y tienen una característica común: el tiempo es un factor secundario. Pedro Ruiz, el presentador de uno de los programas de entrevistas más recordado de la televisión, estuvo hace poco en Lo que tú digas con Álex Fidalgo y habló con una melancolía consciente sobre la vuelta de un formato parecido a La noche abierta en la televisión. Difícil paradoja.
Hace ya tiempo que se ha corrido la voz y mucha gente famosa e interesante ya es consciente de dónde te dejan hablar en paz. El empresario José Elías, surfeando su ola de popularidad digital, ha manifestado que prefiere ir como invitado a Jordi Wild que acudir a la Revuelta o a El Hormiguero porque la repercusión es mayor. También es una paradoja divertida y una solución salomónica a un conflicto de audiencias forzado que ya aburre.
Hace ya tiempo que se ha corrido la voz y mucha gente famosa e interesante ya es consciente de dónde te dejan hablar en paz.
El sentido de la birra es otro espacio brillante en el que Ricardo Moya recibe a gente de diferente pelaje con un desprejuicio genuino. Hace unas semanas estuvo Arturo González Campos y dejó unas cuantas reflexiones que me han interesado mucho. Además de abrazar la cancelación como puerta de entrada a la impunidad, el cómico explicó que ha montado en su casa una salita de no estar. El concepto suena de maravilla y es tan sencillo como genial.
Dice González Campos -humorista, por cierto, con nombre de ministro- que existe una obsesión por estar, por aparecer en todas partes y por sentirse valorado y aceptado. Los me gustas de las redes parecen un indicador del éxito y le presencia en cualquier acto público con su posterior eco social es una suerte de termómetro de la popularidad de las personas. En este contexto, González Campos afirma tener una sala de no estar, para desaparecer, desconectarse y dedicarse a la bella ocupación de la lectura.
A algunos les sonará a evidencia. Son los privilegiados que no han caído en ninguna adicción digital. A mí, que he caído en muchas, me parece un viaje interesante y un nombre brillante que me permite tomar prestado un titular inmejorable para esta columna y descubrir otro Mediterráneo más. El silencio es un impuesto demasiado caro para muchas personas, pero es, sin duda, el camino para encontrarse.