El circuito secreto de un millonario sin carnet de conducir que solo se podía visitar con invitación

Libertad al volante - Con 22 curvas y largas rectas, la pista privada brindaba la emoción de la conducción sin los peligros del tráficoLa nueva función de los radares con IA que podría costarte una multa a partir de marzo El rugido del motor retumbaba entre los árboles, una sinfonía mecánica que solo unos pocos privilegiados podían escuchar en vivo. No había semáforos, tráfico ni radares listos para arruinar la diversión. Solo asfalto impecable, curvas perfectamente trazadas y una velocidad sin límites. En un rincón apartado de Australia, escondido de la mirada pública, existía un circuito privado del que prácticamente nadie tenía constancia. Su dueño, Dean Wills, había encontrado la manera de seguir disfrutando de la conducción sin preocuparse por una licencia de conducir que, desde 1996, ya no le pertenecía. No tener carné no es un problema, sino una oportunidad Perder el carné por exceso de velocidad habría sido un obstáculo insalvable para muchos. No para Wills. En lugar de resignarse, transformó su propia finca en Nueva Gales del Sur en un paraíso automovilístico exclusivo. Aquel trazado, más parecido a una carretera rural que a un circuito de carreras convencional, le permitía rodar con total libertad. Su hijo, Mark Wills, explicó en el Daily Telegraph que la idea nació porque “la falta de oportunidades para una conducción deportiva en un entorno seguro” los llevó a buscar una solución definitiva. Dean Wills era un apasionado de la velocidad A finales de los años 80, la zona aún permitía a los apasionados del motor disfrutar de carreteras tranquilas los domingos por la mañana. Pero con el crecimiento poblacional, aquello cambió. “Se estaba volviendo cada vez menos seguro, por lo que realmente necesitábamos un lugar al que pudiéramos ir donde no nos metiéramos en situaciones que amenazaran nuestra vida. La seguridad era lo más importante, poder disfrutar de la conducción tal y como los fabricantes habían diseñado los coches para que fueran conducidos, sin coches ni ciclistas en dirección contraria”, detallaba Mark Wills. El resultado fue una pista privada de 5,1 kilómetros de longitud, con 22 curvas y dos largas rectas de más de 500 metros a la que bautizaron como The Farm. Diseñada para la velocidad, pero sin pretensiones de ser un circuito de competición, la carretera contaba con señales que indicaban las velocidades recomendadas en cada curva. Lo curioso es que, aunque la pista parecía hecha para desafiar cronómetros, las carreras estaban prohibidas. “No contamos los tiempos de vuelta, la única forma de medirlos es cuánto dura la sonrisa del piloto”, decía Mark Wills. El trazado de The Farm Construir esta pista tuvo un coste elevado: unos 10 millones de dólares y tres años de trabajo. Pero el dinero nunca fue un problema para Dean Wills. Como exdirector general de Coca-Cola Amatil, su fortuna le había permitido reunir una cole

Mar 5, 2025 - 13:00
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El circuito secreto de un millonario sin carnet de conducir que solo se podía visitar con invitación

El circuito secreto de un millonario sin carnet de conducir que solo se podía visitar con invitación

Libertad al volante - Con 22 curvas y largas rectas, la pista privada brindaba la emoción de la conducción sin los peligros del tráfico

La nueva función de los radares con IA que podría costarte una multa a partir de marzo

El rugido del motor retumbaba entre los árboles, una sinfonía mecánica que solo unos pocos privilegiados podían escuchar en vivo. No había semáforos, tráfico ni radares listos para arruinar la diversión. Solo asfalto impecable, curvas perfectamente trazadas y una velocidad sin límites.

En un rincón apartado de Australia, escondido de la mirada pública, existía un circuito privado del que prácticamente nadie tenía constancia. Su dueño, Dean Wills, había encontrado la manera de seguir disfrutando de la conducción sin preocuparse por una licencia de conducir que, desde 1996, ya no le pertenecía.

No tener carné no es un problema, sino una oportunidad

Perder el carné por exceso de velocidad habría sido un obstáculo insalvable para muchos. No para Wills. En lugar de resignarse, transformó su propia finca en Nueva Gales del Sur en un paraíso automovilístico exclusivo. Aquel trazado, más parecido a una carretera rural que a un circuito de carreras convencional, le permitía rodar con total libertad. Su hijo, Mark Wills, explicó en el Daily Telegraph que la idea nació porque “la falta de oportunidades para una conducción deportiva en un entorno seguro” los llevó a buscar una solución definitiva.

Dean Wills era un apasionado de la velocidad

A finales de los años 80, la zona aún permitía a los apasionados del motor disfrutar de carreteras tranquilas los domingos por la mañana. Pero con el crecimiento poblacional, aquello cambió. “Se estaba volviendo cada vez menos seguro, por lo que realmente necesitábamos un lugar al que pudiéramos ir donde no nos metiéramos en situaciones que amenazaran nuestra vida. La seguridad era lo más importante, poder disfrutar de la conducción tal y como los fabricantes habían diseñado los coches para que fueran conducidos, sin coches ni ciclistas en dirección contraria”, detallaba Mark Wills.

El resultado fue una pista privada de 5,1 kilómetros de longitud, con 22 curvas y dos largas rectas de más de 500 metros a la que bautizaron como The Farm. Diseñada para la velocidad, pero sin pretensiones de ser un circuito de competición, la carretera contaba con señales que indicaban las velocidades recomendadas en cada curva.

Lo curioso es que, aunque la pista parecía hecha para desafiar cronómetros, las carreras estaban prohibidas. “No contamos los tiempos de vuelta, la única forma de medirlos es cuánto dura la sonrisa del piloto”, decía Mark Wills.

El trazado de The Farm

Construir esta pista tuvo un coste elevado: unos 10 millones de dólares y tres años de trabajo. Pero el dinero nunca fue un problema para Dean Wills. Como exdirector general de Coca-Cola Amatil, su fortuna le había permitido reunir una colección impresionante de coches de lujo.

Entre ellos destacaba un McLaren F1 de edición limitada con el registro nº 009, el único que se vendió en un concesionario australiano. Sin la posibilidad de rodar por las carreteras, su circuito privado se convirtió en la única opción para mantener vivos esos motores.

Velocidad, lujo y amigos: el paraíso restringido de Dean Wills

Sin embargo, no cualquiera podía recorrer aquellas curvas. El acceso era restringido y solo los amigos de la familia, algunos invitados exclusivos y pilotos legendarios como Jack Brabham tenían el privilegio de rodar en su asfalto. “Todos son amigos de amigos. Conocemos a las personas que invitan y confiamos en su criterio”, explicaba Mark Wills. Incluso Jackie Stewart, tres veces campeón del mundo de Fórmula 1, tuvo la oportunidad de conocer aquel lugar, describiéndolo como la “segunda mejor pista de carreras del mundo”.

Lejos de la fama y el bullicio de los grandes circuitos, aquel trazado oculto en la naturaleza seguía siendo un refugio para quienes solo querían sentir la velocidad sin preocupaciones. Más que una pista, era un santuario automovilístico, un espacio donde los motores rugían sin restricciones y el único límite era el propio placer de conducir.

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