¿Cuándo se jodió Barcelona?

En mis libros de EGB, Madrid y Barcelona iban frec a frec, que decimos en catalán. Empatados. Madrid era la capital política. Barcelona, la económica. Un poco como Roma y Milán, que se repartían los papeles en Italia.A finales de los 80, viví un par de años cerca del Bernabéu -en esa época trabajaba en … Continuar leyendo "¿Cuándo se jodió Barcelona?"

Feb 14, 2025 - 11:11
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¿Cuándo se jodió Barcelona?

En mis libros de EGB, Madrid y Barcelona iban frec a frec, que decimos en catalán. Empatados. Madrid era la capital política. Barcelona, la económica. Un poco como Roma y Milán, que se repartían los papeles en Italia.

A finales de los 80, viví un par de años cerca del Bernabéu -en esa época trabajaba en la delegación madrileña de La Vanguardia- y el primer día que un taxista me metió en la M-30 me dije: aquí pasa algo.

Estaba lleno de sedes de multinacionales. La idea transmitida durante generaciones en Cataluña de que Madrid era una ciudad de funcionarios saltó hecha pedazos.

El procés acabó de joderlo todo. No era solo era la marcha de empresas, sino que muchas de ellas no han vuelto. ¿Cómo iban a volver si los que entonces mandaban en Palau amenazaban con un “ho tornarem a fer”?. “Lo volveremos a hacer”.

Con la excepción reciente del Banco Sabadell y alguna más. Por motivos más bien tácticos en plena encarnizada batalla por la opa del BBVA.

Aunque la cosa se jodió definitivamente con Ada Colau. Aquella que proclamaba que las leyes injustas había que incumplirlas.

Lo he dicho siempre: si Cataluña entraba en decadencia, pero Barcelona tiraba del carro -o al revés- había esperanzas. Pero si ambas iban de capa caída, no había remedio. Es exactamente lo que ha pasado.

No obstante, todo hay que decirlo, la cosa empezó con el convergente Xavier Trias. Un día me lo encontré en un ascensor y le sugerí: “Alcalde, tienes que endurecerle la Ordenanza Cívica”. Me dijo que no quería líos, que no tenía mayoría absoluta.

A Trias, le temblaron también las piernas con los okupas de Can Vies -no se atrevió a desalojarlos- y luego trascendió que hasta pagaba el alquiler de un local a otros de Gràcia.

Ahora la cosa pinta aún peor con el socialista Jaume Collboni. Un inquilino de una finca antigua se negaba a dejar el piso a pesar de que ya había caducado el contrato de alquiler.

No solo eso, sino que rechazaba pagar más de 700 euros por un ático con una terraza de 60 metros cuadrados en pleno Ensanche: Consejo de Ciento esquina Calabria. Yo, cuando me casé, ya tuve que irme porque los precios en la Barcelona postolímpica estaban por las nubes.

Al final ha encontrado la solución: montar un pollo con el Sindicat de Llogaters, cuya representatividad desconozco. Además, no se lo pierdan, el protagonista en cuestión es profesor de instituto. ¡Menudo ejemplo para nuestros jóvenes! ¡Cómo está la educación en Cataluña! ¡”Modelo de éxito”, gritaban a los cuatro vientos! Lo han convertido en un héroe.

Al final, el consistorio -por las movilizaciones y la presión mediática-, ha acabado comprando el edificio junto a una inmobiliaria por más de nueve millones de euros.

El que ha hecho el negocio del siglo es el propietario del inmueble, Albet Ollé. Me alegro por él porque, en los últimos días, ha salido en más de un millar de publicaciones como el malo de la película. Incluso lo llamaban el “buitre criminal”.

Pese a que el propio ayuntamiento -entonces gobernado por los Comunes- podía haber ejercido el derecho de tanteo por seis millones en el 2021. O sea que Collboni, más colauista que Colau.

Lo que no sabe el actual alcalde es que se ha cargado, de un plumazo, el mercado inmobiliario y hasta la seguridad jurídica.

Como decía Gonzalo Bernardos en un post en X: “Todos los inquilinos de Barcelona, tienen un nuevo derecho: pagar por el alquiler lo que deseen. Collboni comprará el piso al precio que desee el propietario con el dinero de todos”.

Por cierto, el profesor de economía -un habitual de La Sexta- no es nada sospechoso de afinidad ideológica con la derecha porque que cerró la lista del propio alcalde en el 2019,

Bienvenidos a Collbonilàndia. Lo dicho: somos la bola de nieve de los dibujos animados de mi infancia. Estamos bajando sin frenos a toda velocidad por una pendiente.