Criticar no es destruir

Forbes México. Criticar no es destruir El pensamiento crítico es el que nos pone los pies en la tierra y nos permite vislumbrar la viabilidad de ciertos proyectos, la validez de las ideas, la conveniencia de ponerlas en práctica y las consecuencias éticas de determinadas perspectivas. Criticar, en este sentido, es pensar.  Criticar no es destruir Cecilia Durán Mena

Feb 28, 2025 - 14:33
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Criticar no es destruir

Forbes México.
Criticar no es destruir

Vivimos en una época de altos contrastes que, por momentos, resulta difícil de interpretar. Vamos tan a la carrera que da la impresión de que más que entender, nos vamos dejando llevar por la corriente como si fuéramos un hilacho en vez de personas con voluntad. En un mundo en el que conviven la inteligencia artificial y la humana, la posibilidad de llegar a pensar por sí mismo —que no es igual que opinar lo que a uno le dé la gana y abrir la boca porque se puede— parece ser un tema de posverdad. Sin embargo, un privilegio que debemos de ejercer es la crítica. En el terreno profesional, eso es lo que se requiere de nosotros, con independencia del nivel jerárquico en el que nos encontremos.

Nuestro desempeño se evalúa por la eficiencia de nuestras recomendaciones y el sustento de nuestras recomendaciones. Además, más allá de las prisas y las urgencias, tenemos derecho a detenernos a analizar, porque ya lo dice el dicho: no todo lo que brilla es oro. Se trata de hacer un alto en el camino para tomar las mejores decisiones a partir de la información que tenemos a la mano. Criticar no es destruir.

Por el contrario, el pensamiento crítico es el que nos pone los pies en la tierra y nos permite vislumbrar la viabilidad de ciertos proyectos, la validez de las ideas, la conveniencia de ponerlas en práctica y las consecuencias éticas de determinadas perspectivas. Criticar, en este sentido, es pensar. 

El arte de la crítica requiere de dos elementos indispensables: claridad y diplomacia. La crítica no es un ajuste de cuentas o una venganza. Tampoco es hablar mal por el placer de hacerlo ni poner el dedo en la llaga para incomodar, eso es tener miras muy cortas. Más bien es todo lo contrario. Se trata de abrir un canal de comunicación con un propósito determinado: señalar dónde se encuentra una oportunidad para mejorar algo. La intención es arreglar, componer y no destruir.

La finalidad de la crítica positiva es transformar.  El objetivo que se pretende alcanzar es una mejora y si tenemos suerte, potenciarlo al nivel de innovación. Evidentemente, ello requiere un proceso de análisis y verificación más que una reacción impulsiva. Atreverse a elevar la voz y apuntar lo que no está bien es una actividad reservada a valientes. Porque, no se trata de andar de boca floja, sino de fijar una postura que evite mayores errores: el incurrir en costos y gastos innecesarios, un aumento en la tasa de riesgo, tomar una ruta equivocada. La crítica es necesaria y agradecida cuando llega en el momento de la toma de decisiones. Por ello, el tono es importante. Un buen planteamiento crítico se convierte en una solución en potencia y goza de un efecto renovador. En cambio, si el ejercicio de revisión se realiza con el fin de hurgar morbosamente en la herida, la crítica toma un carácter destructivo. Pierde el efecto o peor, tiene uno negativo.

Las ambivalencias de la modernidad ponen de relieve algunas sombrías contradicciones presentes que debemos atender y afrontar. Si algo está mal: hay que decirlo. Si algo no nos parece correcto, debemos de expresarlo. Si nos llega una crítica, hay que atenderla. Aquí empiezan las complicaciones: al recibir un comentario que contradice nuestro punto de vista o censura nuestro actuar, por lo general, elevaos las armas. Sea que intentemos justificarnos o que hagamos una defensa de nuestro punto de vista, lo cierto es que pocas veces escuchamos. Anulamos de inmediato lo que nos tratan de decir. Más allá de la intención de quien nos plantea la crítica, siempre hay en ella algo que en lo debemos poner atención.

Insisto en que es difícil porque algo dentro de nuestro ser quiere saber qué intenciones se han esgrimido para presentar algunas críticas, atendiendo sobre todo a las consecuencias que buscan. Especialmente, aquellas que ni fueron buscadas ni mucho menos solicitadas. ¿Qué negras intenciones vienen ocultas en esos comentarios? Incriminar impulsivamente al que nos critica no tiene nada de emancipador y sí de potencialmente reaccionario. Defendernos sin análisis es como elevar los puños sin motivo en el sentido de que esa defensa se alinea a lo equivocado y nos aferramos al error. La finalidad es enmendar aquello que resultó criticable.

Claro, no se trata de creernos todo lo que nos digan, el chiste es el análisis, la reflexión. Porque, cuando la crítica se convierte en un fin en sí mismo fácilmente se transforma en una rueda de molino que deja tras de sí un mundo embarrado en su bucle. En ocasiones parece que de tanto defendernos por lo que se nos critica, hemos acabado por contracturar el pensamiento racional, haciendo de cualquier discurso racional algo sospechosamente anquilosado. Y, en estas circunstancias es bastante difícil que el pensamiento no languidezca en sus propias sombras, sin grandes esperanzas de vislumbrar el mundo de otra forma.

¿Por qué reaccionamos defensivamente frente a la crítica? Porque nos enfrenta a una vulnerabilidad. A nadie nos gusta que nos señalen nuestros puntos débiles, sin embargo, la cadena se revienta por el eslabón más endeble. Además, en esta vida, tampoco hay perfecciones. Estamos siempre en periodos de reconstrucción, de innovación y de mejora continua. 

Una crítica bien atendida nos enfoca. Puede ser que en algún proyecto, dejáramos de considerar ciertos rubros o que nos estén haciendo notar un punto ciego que ni siquiera habíamos tomado en cuenta o algún elemento al que no le dimos la relevancia que merece. Es decir, con una actitud correcta, la crítica nos pone frente a una oportunidad. 

Por supuesto que no hay que exagerar. Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. La crítica tiene sus miserias –como lo tiene cualquier modelo de racionalidad–. Por más que nos entreguen un análisis de trazo fino, lo que a veces parece es que lo recibimos como una desfiguración integral de la cual acabamos siendo rehenes nosotros mismos, y de la cual quienes más tajada sacan son aquellos que nunca han creído demasiado en recibir y aceptar críticas. 

Resulta que se encadenan una serie de vicios y perversidades: un ego herido, una arrogancia que no permite la menor desviación, una ceguera de taller que nos impide detectar errores. Seamos críticos, sí, pero seamos también críticos con la claridad y diplomacia.  No vaya a ser que de tanto echarle agua al café se diluya definitivamente la posibilidad de encontrarle el gusto a la mejora continua y a la innovación. Es verdad, criticar no es destruir; es todo lo contrario.

Contacto:

Correo: ceciliaduran@me.com

Twitter: @CecyDuranMena

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