Contra el olvido, raíz y vuelo
Guaza, muy ligado al grupo Alga —que desde la ciudad de Castelldefels edita la emblemática revista del mismo título—, ha sabido construir un universo poético profundamente personal a lo largo de casi cuatro décadas, un dialogo entre lo íntimo y lo universal, abordado con una voz honesta y carente de todo artificio. La geografía emocional... Leer más La entrada Contra el olvido, raíz y vuelo aparece primero en Zenda.

La reciente publicación de Un ave contra el viento (1985-2024), de Gerardo Guaza (Barcelona, 1961), constituye un hito en la trayectoria del poeta, ofreciendo un recorrido por su obra que no ha de representar un punto final, sino un momento de reflexión y consolidación. La edición de esta antología por Ediciones Vitruvio amplifica el alcance de una voz que merece ser reconocida por su hondura y autenticidad.
Así, entre la ola mediterránea y la espiga castellana basculan los poemas de Gerardo Guaza, en donde quedan expuestos sus principales motivos e inquietudes. Concretamente se podrían señalar seis líneas temáticas que van resonando e hilvanando todo su discurso: el olvido y la memoria, el universo de los afectos, la muerte, la naturaleza convertida en símbolo, el arte y la poesía como forma de resistencia y finalmente el tiempo y la fragilidad humana asociada a él.
Todo ese mundo íntimo es recogido ahora en esta antología, que podría ser interpretada simplemente como un compendio de su trayectoria, lo cual sería un torpe error, porque este libro alberga en realidad toda una filosofía de vida. Con versos sentidos, sensibles, y lúcidos, su autor va articulado lo que en realidad es una declaración de intenciones: el propósito de derrumbar la distancia entre el poema y el lector, entre lo efímero de una impresión o un sentimiento experimentados en carne propia, y lo universal común capturado en un verso.
La trayectoria que se recoge en el libro incluye poemas de La siembra de Selene (2007), De adobe y espuma (2011), Le escarcha y la lumbre (2018), Poemas a mi madre (2021), La luz en la clepsidra (2023), además de doce poemas nuevos, publicados por primera vez. A lo largo de esos poemarios se hace patente una voz que combina una sensibilidad personal particularísima, con la capacidad de trascender lo cotidiano. Es una poesía que está muy bien anclada en la tradición lírica española, y en la que se puede intuir la influencia (sin imitación) de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, o de Joan Margarit, que inspira algún poema particularmente logrado.
Todo ello con un lenguaje límpido, en el que la sencillez es una renuncia a todo lo que resulta superfluo en la expresión. Un lenguaje de una desnudez y una transparencia en la que no hay mercadeo de sentimentalismo, sino una mirada llena de agudeza y compasión.
Como apuntaba antes, uno de los motivos más recurrentes en la antología (y utilizo la palabra motivo en el sentido musical del término, como leitmotiv) es la memoria, una memoria que no es abordada como un archivo pasivo de recuerdos, sino casi como un territorio de combate. Sirva de ejemplo uno de los poemas del conjunto, titulado precisamente El olvido. En él Gerardo Guaza dibuja una imagen de lápidas erosionadas, de cruces caídas y nombres borrados por el tiempo. Pero frente a esa desolación, la voz del poeta se erige tenaz, comprometida en recuperar esos nombres y fechas, en rebeldía ante la muerte, como intentando reescribirlos sobre el mármol caliente:
“Mi voz como un venablo se clava enloquecido en el pecho del tiempo.”
La poesía se convierte así en un último recurso, en el refugio final de la memoria, una forma de inscribir lo efímero. Esta obsesión del poeta por preservar la memoria de los que fueron no es solo una preocupación personal, sino un intento de dotar de sentido a la experiencia humana, de salvaguardar aquello que nos define frente a la inevitable erosión de los años
Toda esta lucha por detener el tiempo en su tránsito se relaciona con otro de los topos (τόπος) sustanciales de la obra de Gerardo Guaza: el amor, y muy concretamente el amor a la madre. Así, por ejemplo, el recuerdo de la madre se convierte en un árbol que, lejos de marchitarse, sigue vivo y fructífero, un árbol cuyas raíces se hunden en la mente del poeta, generando vida y recuerdos:
“Así tu recuerdo es también un árbol, pero vivo y frondoso, que clava sus raíces en mi mente de tierra.”
Es una imagen, de una enorme carga emotiva, pero ese vínculo materno no es simplemente un tema autobiográfico; es una manera de proyectar lo más íntimo en forma de símbolo, de hablar de las raíces que nos sostienen a todos. Raíces de la memoria que no solo preservan el pasado, sino que lo nutren y lo renuevan.
Del mismo modo que La madre es la representación del amor incondicional y de la fuerza primordial que da sentido a la vida, la familia y la infancia, están también incluidos en ese espacio del corazón, sintetizado por ejemplo en la imagen de unos platos decorativos en una pared que despiertan un torrente de recuerdos:
“Dos platos en la pared… transmiten una paz que habitaba en otros siglos.”
En dicho poema, como en otros del libro, los objetos cotidianos se convierten en portadores de una memoria afectiva que va más allá de lo temporal. Pero esa nostalgia no es meramente sentimental; es un intento de preservar lo valioso, de proteger la identidad frente al olvido, pero también —en último término— frente a la extinción final de la muerte, a la que nombra en un poema como ese leve soplo producido por el fin de alguien querido, y que es capaz de derribar una catedral como si fuera un castillo de naipes.
En la recreación de ese mundo frágil y transitorio que se intenta preservar,—de ese lugar sagrado de la memoria—, juega un papel central la naturaleza, no solo como escenario, sino como aliento del mundo en sus ciclos de renovación, hacia los que Gerardo Guaza proyecta su esperanza. En el poema La espiga, el trigo que brota, crece y finalmente se inclina hacia el surco es una metáfora de la propia existencia:
“Después cuando grana se encorva hacia el surco para vaciarse y empezar de nuevo.”
Ese círculo de nacimiento y muerte nos habla igualmente de un pulso de renovación constante, inscrito en todas las cosas, incluso en la propia literatura. Así el poeta, como la espiga, se inclina sobre el papel, tratando de sembrar palabras que le trasciendan, aunque sabe que el tiempo, como una hoz, lo convertirá en rastrojo; con la convicción de que alguien más tomará el relevo, insuflando un aliento renovado sobre las cosas, y sobre las palabras mismas, ancianas milenarias, Las palabras de la tribu de las que habló, entre otros, José Ángel Valente.
Cabe añadir que en los poemas de esta antología la naturaleza es además un vínculo emocional que conecta a los vivos con los muertos, un marco para la despedida, y también para el reencuentro, como cuando la primavera trae consigo el aroma de las flores, y con ello, la memoria del padre fallecido:
“El aroma de las flores te llevó con ellas, padre, hacia el azul y la luz.”
Por último, el propio arte y por extensión la poesía emergen como hilos conductores de su poética. En uno de los versos más resonantes de toda la obra, nos habla de ciertos arquetipos que están más allá del tiempo:
“El culto a la belleza nos sobrevivirá.”
Porque para Gerardo Guaza, la poesía es una forma de persistencia frente al vacío, una manera de alumbrar incluso los aspectos más oscuros de la existencia. Por ello, como ya he señalado no estamos exclusivamente ante una colección de poemas. Un ave contra el viento tiene también algo de manifiesto personal sobre la importancia del arte como refugio, como defensa y como legado.
Para concluir quisiera referirme al poema que da título a la obra; uno de los doce poemas nuevos publicados por vez primera, del que toma el nombre la recopilación: Un ave contra el viento. Un título muy bien escogido, certero, y que nos da la clave interpretativa de la poética de Gerardo Guaza. En este poema, la vida se presenta como una dualidad de contrastes entre lo leve y lo adverso. Un vaivén de fuerzas opuestas en el que oscila la quintaesencia de nuestro ser. Todos nosotros nos hallamos entre “esa brisa cálida que sustenta al ave en el leve azul”, y “un viento impetuoso que las alas entorpece”. Es decir, en una pugna —punteada por momentos de belleza— que eventualmente ha de hundirnos en la aniquilación. Contra esas fuerzas que intentan doblegarnos podemos oponer muy poco, apenas —quizá— el don del poeta para dar vuelo a las cosas, su capacidad para nombrarlas y cargarlas de significado:
“y torna esa mirada que seduce / trigales y colinas / en busca de esa rama que fue nido / y de la que ya solo quedan / palabras en el aire.”
Ese deseo de regresar a la rama que fue nido, al origen, al hogar perdido, al lugar en la memoria que, aunque erosionado, persiste en forma de palabras, —”palabras en el aire”— es la poesía misma, un testimonio fugaz pero punzante de nuestro paso por el mundo.
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Autor: Gerardo Guaza. Título: Un ave contra el viento (1983-2021). Editorial: Vitruvio. Venta: Todos tus libros.
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