¿Cómo cambia el acoso callejero cuando las mujeres cumplimos 30 años?
Esta forma de violencia continúa, en menor medida y más sutil, pero continúa

Son las 12 del mediodía, me preparo para ir al gimnasio y, como empieza a hacer calor, me pongo la sudadera XL de mi pareja sobre la ropa de deporte. Habrá menos miradas, quizás hasta me 'salve' de algún comentario.
Sé que no garantiza nada. En marzo, con las lluvias, fui al supermercado con el abrigo y aun así un hombre consideró pertinente pasar por mi lado y susurrar en voz baja "Vaya culo" para seguir su camino como si nada. Cuando le llamé la atención delante de la cajera, me miró como si estuviera loca.
Mis casos son personales, pero no excepcionales. En octubre del año pasado, tres investigadoras del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba quisieron ver hasta qué punto nos atravesaba esta forma de violencia.
Para su investigación contaron con la participación de 245 mujeres de entre 18 y 61 años y el 98% de las mujeres encuestadas dijeron haber sufrido algún tipo de acoso callejero a lo largo de su vida (el 80% lo había experimentado de manera mensual y el 25,7% de forma diaria).
Un paso más para esta investigación sería el de analizar si la edad modifica esta forma de violencia. No para ellos, claro, sino más para nosotras. El perfil del acosador es universal, su manera de acosar, en cambio, se modifica según la víctima, mi hipótesis tras leer a mis seguidoras y repasando mi propia experiencia.
El acoso es menor que antes, sí, recuerdo que a los 15 o 16 podía pasar que un par de ancianos me tiraran de las trenzas en el autobús cuando volvía del colegio para llamar mi atención o que un desconocido trajeado parara su coche en la calle San Germán, al lado del Ministerio de Defensa y dirigiera la vista al asiento vacío del copiloto para que me subiera. Yo iba a 3º de la E.S.O. camino a quedar con mis amigas del colegio.
El 98% de las mujeres han sufrido acoso callejero, el 80% lo ha experimentado de manera mensual y el 25,7% de forma diaria.
Aquello no ha vuelto a suceder, ahora hay miradas, comentarios en voz muy baja, una discreción solo para mis -nuestros- oídos. "De más joven, me gritaban señores más mayores", "Ahora siento que es más sutil y de forma que quizás otros no se puedan dar tanta cuenta, quizás no me gritan en medio de la calle, pero si se me rebozan en el metro o me tocan la mano en el bus en repetidas ocasiones hasta que me tengo que mover de sitio", dicen unas seguidoras.
Coincidimos en el posible motivo de ello, si esas conductas tenían lugar siendo más jóvenes, ellos se atrevían porque veían menos probable que nos quejáramos y que nos creyeran las personas que estuvieran alrededor.
Aunque algunas formas de acoso se mantienen aunque vayamos cumpliendo años: "Silbidos, que te persigan, que te pidan el número en repetidas ocasiones…", "A mí me acosó este finde un chico a las 9 de la mañana, me persiguió un buen rato", me escriben.
Y a los 40 y a los 50…
Que nos movemos en una sociedad cuyo canon de belleza pasa por la blanquitud, la juventud, la delgadez y el cuerpo íntegro es algo que tampoco es sinónimo de ‘protección’ ante el acoso callejero en caso de salirnos de los márgenes de los estereotipos.
"Yo acabo de cumplir 40 años, estoy gorda y sigo sufriéndolo. Es cierto que en la última década decayó, nunca supe si por engordar y alejarme del canon o por envejecer (aunque parezco mucho más joven de lo que soy). Lo que sí he notado es que de más joven me decían cualquier cosa aunque fuera en chándal, ahora solo recibo miradas, comentarios soeces y demás cuando voy 'arreglada', es decir, cuando encarno un poco más la feminidad", explica otra seguidora.
"Y quizá de más joven se daban más situaciones de incomodar por la calle nivel perseguirte como de broma un grupo de chavales diciéndote cosas y así. Ahora ya solo me miran las tetas o el culo hombres y me dicen alguna burrada o un 'guapa'. En fin, disminuye, pero no para".
Yo acabo de cumplir 40 años, ahora ya solo me miran las tetas o el culo hombres y me dicen alguna burrada o un 'guapa'.
Otra compañera, mexicana, comenta que a sus 46 sigue aguantando el acoso callejero que incluso hay un coloquialismo para referirse a ello: "Desde silbidos hasta mamaceos y sabroseos. En México el mamaceo es cuando te dicen 'mamacita' y el sabroseo te dicen 'estás bien sabrosa'".
"Verano, en tirantes y mallas para una sesión de rehabilitación con 49 años. Un viejo me suelta un 'piropo'. No le respondí y ni lo miré. Empezó a insultarme y a perseguirme. Tuve que correr", me cuenta otra.
La conclusión que saco, después de leer sus experiencias (perdón porque no he podido sacar todos los testimonios, pero agradezco mucho la participación) es que el acoso callejero no va a irse a ningún lado porque los hombres no cambian su comportamiento hacia nosotras en espacios públicos. Ni por mucho que cumplamos años o cambie nuestro físico por la edad u otros motivos.
Pero algo sí ha cambiado, nosotras ya no nos quedamos tan calladas como en ocasiones pasadas. Muchas ni nos plantearíamos alzar la voz hace unos años y ahora, a lo que nos negamos, es a regalar una cabeza gacha y silencio, a someternos. Contenemos un hastío de aguantar un sinfín de interacciones no deseadas que resume una seguidora a la perfección: "Tenemos más experiencia para contestar, hay más enfado que miedo".