Casablanca o el cine como testimonio, por Francisco Ayala

El novelista y ensayista granadino llevó con frecuencia sus reflexiones a la prensa. En este caso, desde el exilio en Latinoamérica, escribe un artículo sobre los valores políticos de la película Casablanca, hoy convertida en clásico, pero que en aquel momento sólo hacía un año que se había estrenado. Sección coordinada por Juan Carlos Laviana. ******... Leer más La entrada Casablanca o el cine como testimonio, por Francisco Ayala aparece primero en Zenda.

Abr 29, 2025 - 00:08
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Casablanca o el cine como testimonio, por Francisco Ayala

El novelista y ensayista granadino llevó con frecuencia sus reflexiones a la prensa. En este caso, desde el exilio en Latinoamérica, escribe un artículo sobre los valores políticos de la película Casablanca, hoy convertida en clásico, pero que en aquel momento sólo hacía un año que se había estrenado. Sección coordinada por Juan Carlos Laviana.

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Desde que se agudizó hasta convertirse en guerra la gran crisis de nuestro tiempo, y ya no quedaron frente a ella más posibilidades de disimulo, la industria cinematográfica, requerida por las preocupaciones del ambiente, se dedica con preferencia —cuando menos en su principal centro: Norteamérica— a elaborar las realidades atingentes al conflicto. El conjunto de la producción exhibida en 1943 ofrece una abundancia muy preponderante de esa propaganda espontánea que —tal vez su rasgo más común— se resiente hasta ahora todavía de vacilación desmaña y hasta perplejidad en sus aspiraciones intelectuales, como si no acertara a hallar un sistema presentable e idóneo con que revestir la cruda pugna de poderes, prestándole congruencia, universalidad y, con ella, fuerza de convicción.

Pero a quien le interese no tanto juzgar de la eficacia de la propaganda como de la calidad de los testimonios que suministra —prescindamos aquí de todo juicio estético, no susceptible de generalizaciones ni, por lo tanto, aplicable en bloque a una multitud de obras muy disímiles—, le sorprenderá quizás la extraordinaria escasez de motivos utilizados, en contraste con la agobiadora riqueza de la realidad. Los testimonios de guerra están sometidos a las exigencias de idealización de la moral militar y, siendo lo más numerosos, son también los más desprovistos de un interés específico; el gran campo de experimentación humana creado por las nuevas circunstancias del mundo está emplazado más allá de los episodios del combate, en el seno de la población entera, incorporada al «esfuerzo bélico», implicada en la «guerra total»: desde el punto de vista del principal centro de producción cinematográfica, en la retaguardia angloamericana por un lado, y en los países invadidos por el otro. Pues bien: las experiencias de la retaguardia están apenas registradas con notas sueltas más allá de la desdichada bullanga de la «comedia musical» y anexos; y en cuanto a las experiencias del «nuevo orden» germánico, adolecen no ya de parcialidad, como sería de razón en interpretaciones hostiles, sino, lo que es más grave, de convencionalismo y de radical falsedad.

"Resultaría improcedente demorarnos aquí en discutir las causas de semejante ceguera hacia los nuevos temas de experiencia vital de que tan sobrecargada está la dolorosa realidad"

Resultaría improcedente demorarnos aquí en discutir las causas de semejante ceguera hacia los nuevos temas de experiencia vital de que tan sobrecargada está la dolorosa realidad presente; pero es obvio que, en gran parte, procede de las exigencias perentorias de la lucha, que obliga a omitir todo lo que pudiera distender la voluntad, y no deja ver sino aquello que está directamente involucrado en los términos de su dialéctica; ni los inquietantes problemas de la retaguardia, ni la complejidad efectiva, y también inquietante, de la situación en el terreno dominado por el adversario.

Por eso, allí donde el cine acertó a descubrir un ámbito substraído al rigor de esa dialéctica, digamos: una zona neutra, ha podido ofrecer, sin prejuicio —más bien con beneficio— de la propaganda, tanto como del arte mismo, un testimonio único de valor excelente. Es lo que ocurre en Casablanca.

"Casablanca, la película, documenta ese momento con singular fortuna; pone ante los ojos el contraste de ese fondo de corrompida indiferencia con la angustia indecible"

Casablanca, la ciudad, ha sido, durante un lapso, en virtud de determinaciones geográficas y políticas transitoriamente combinadas, el punto de la periferia donde han venido a concurrir, sobre un fondo abyecto, las furias de la persecución totalitaria, tocando ya el límite de su alcance. Casablanca, la película, documenta ese momento con singular fortuna; pone ante los ojos el contraste de ese fondo de corrompida indiferencia con la angustia indecible, con la tensión última de los refugiados políticos, y hace asistir a esa ruptura de todos los valores, a ese desorbitado anonadamiento —peor que mortal, pues ni siquiera consiente el mísero consuelo de la resignación— ocasionando en la radical inseguridad ante un mañana («mañana», literalmente) rebelde a cualquier previsión, y frente al cual sólo el desvarío es razonable…

No intento realizar aquí ahora una crítica de tan extraordinaria producción, llena sin duda de bellezas, y no exenta de graves tachas: mi propósito está cumplido con señalar las posibilidades de que es ejemplo. Unas posibilidades que quizás no empiecen a explotarse a fondo hasta que no haya recaído la decisión en la gran contienda donde toman origen.

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Artículo publicado en Correo Literario el 5 de enero de 1944.

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