Carlos Mazón, ahora de Vox, antes de Ciudadanos

El presidente de la Generalitat vendía talante de liberal, como su mentor Zaplana, y estuvo a punto de liderar la lista de Ciudadanos al Ayuntamiento de Alicante en 2019, cuando Teodoro García Egea lo repescó 'in extremis' ofreciéndole liderar el PP alicantino y presidir la Diputación provincial. Su novedoso giro hacia la extrema derecha con un discurso antiinmigración impostado evidencia su falta de escrúpulos con el único objetivo de mantener el sillón, el aforamiento y un sueldo durante 15 años con dos asesores cuando deje el cargoEl premio para Mazón por aferrarse al cargo hasta final de legislatura: 15 años de sueldo y dos asesores Cualquiera que haya hablado más de dos horas con Carlos Mazón sabe que no es un facha. O no lo era hasta el pasado 17 de marzo, cuando selló su segundo pacto con Vox con un discurso en el que puso en la diana y como fuente de todos los problemas de los valencianos y las valencianas a los menores migrantes no acompañados. El actual presidente de la Generalitat pertenece, o pertenecía, más bien a la corriente y modus vivendi de los cayetanos. Un joven liberal de clase media –su padre fue un reputado hematólogo– que arrancó su carrera política como líder estudiantil en la Facultad de Derecho de la Universidad de Alicante. Mazón, con náuticos y camisas de lino blancas en verano, lideró en su etapa universitaria un colectivo llamado Programa 10, independiente y alejado de las asociaciones estudiantiles de PP y PSOE. Esos pinitos como independiente fueron su carta de presentación cuando el PP de Alicante de José Joaquín Ripoll lo fichó para su filial juvenil en 1995, el año en que todo cambió en la Comunitat Valenciana. El actual líder conservador terminó la carrera en 1997. Abierto en lo económico y en lo social, fue una de las caras jóvenes que promocionó Eduardo Zaplana en su segundo Gobierno, cuando se deshizo de Unión Valenciana y consiguió mayoría absoluta en 1999. Como Zaplana, Mazón es amante de Julio Iglesias, de la balada mediterránea y del bronceado en verano. Sol, mucho sol. Mazón es de Sant Joan d'Alacant, un municipio que linda con Alicante y cuyas playas son un apéndice de las de la capital. Y se fue pronto a emparentar en la vecina Sant Vicent del Raspeig, otra localidad cercana y costera, donde por cierto, también ha acabado encontrando pareja el presidente de Vox, Santiago Abascal. La dureza del rictus y los discursos de Mazón desde que ha tenido que firmar los diez mandamientos de la ultraderecha para salvar su sillón de presidente, contrasta con el talante que tuvo como presidente de la Diputación de Alicante y en su primer año y medio como presidente de la Generalitat Valenciana. Hasta que llegó la DANA, su inexplicada e inexplicable comida en el Ventorro y sus tres cambios de versión sobre su llegada al Cecopi. Para salvarse, el presidente de la Generalitat no ha dudado en desdeñar al pueblo de Gaza, equiparar delincuencia e inmigración o negar el proyecto europeo que su propio partido ha diseñado y liderado. Todo por el Palau. Todo por la pasta. Porque, en realidad, Mazón nunca fue un pata negra del PP. Fue más bien un oportunista que se subió a la ola del cambio de los años 90 y que se bajó del tren diez minutos antes de que los distintos casos de corrupción abrieran el suelo sobre el PP valenciano y alicantino y acabaran con el partido hecho unos zorros. Su salida de la Diputación de Alicante hacia la Cámara de Comercio en 2009 pocas semanas antes de la detención de José Joaquín Ripoll, le sirvió para apartarse de la primera línea política mientras el partido se autodestruía (2008–2015) y se refundaba (2015–2023). Ni estuvo en la caída ni estuvo en la recuperación, que lideró Isabel Bonig y a quien Pablo Casado cambió por Mazón por haber apoyado en el congreso del PP a Soraya Sáenz de Santamaría. Y como muestra de su endeble fidelidad al proyecto popular, un botón. Carlos Mazón estuvo a una comida de ser el candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Alicante en 2019. Cuando Ciudadanos soñaba con el sorpasso al PP y la marca conservadora todavía se enfrentaba a graves procesos judiciales por corrupción política en España y en la Comunitat Valenciana. El actual presidente de la Generalitat se reunió con Fran Hervías, la mano derecha de Albert Rivera, para encabezar la lista de los naranjas en la segunda ciudad más poblada de la Comunitat Valenciana. Tras un café en el Corte Inglés días después de Reyes de 2019 y a cinco meses de las elecciones, la cosa estaba hecha. Pero semanas después, el grupo de amigos empresarios y periodistas llamado Delicatesen y del que forma parte Mazón invitó a Teodoro García Egea. Tras esa cena, la mano derecha de Casado se enteró de la jugada del ahora presidente del PPCV de su fichaje por Ciudadanos. García Egea consultó con varios asistentes sobre cómo verían a Mazón de presidente de la Diputación. Le dieron buenas referencias y acabó por ofrecerle seguir e

Abr 8, 2025 - 08:51
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Carlos Mazón, ahora de Vox, antes de Ciudadanos

Carlos Mazón, ahora de Vox, antes de Ciudadanos

El presidente de la Generalitat vendía talante de liberal, como su mentor Zaplana, y estuvo a punto de liderar la lista de Ciudadanos al Ayuntamiento de Alicante en 2019, cuando Teodoro García Egea lo repescó 'in extremis' ofreciéndole liderar el PP alicantino y presidir la Diputación provincial. Su novedoso giro hacia la extrema derecha con un discurso antiinmigración impostado evidencia su falta de escrúpulos con el único objetivo de mantener el sillón, el aforamiento y un sueldo durante 15 años con dos asesores cuando deje el cargo

El premio para Mazón por aferrarse al cargo hasta final de legislatura: 15 años de sueldo y dos asesores

Cualquiera que haya hablado más de dos horas con Carlos Mazón sabe que no es un facha. O no lo era hasta el pasado 17 de marzo, cuando selló su segundo pacto con Vox con un discurso en el que puso en la diana y como fuente de todos los problemas de los valencianos y las valencianas a los menores migrantes no acompañados. El actual presidente de la Generalitat pertenece, o pertenecía, más bien a la corriente y modus vivendi de los cayetanos. Un joven liberal de clase media –su padre fue un reputado hematólogo– que arrancó su carrera política como líder estudiantil en la Facultad de Derecho de la Universidad de Alicante. Mazón, con náuticos y camisas de lino blancas en verano, lideró en su etapa universitaria un colectivo llamado Programa 10, independiente y alejado de las asociaciones estudiantiles de PP y PSOE. Esos pinitos como independiente fueron su carta de presentación cuando el PP de Alicante de José Joaquín Ripoll lo fichó para su filial juvenil en 1995, el año en que todo cambió en la Comunitat Valenciana. El actual líder conservador terminó la carrera en 1997.

Abierto en lo económico y en lo social, fue una de las caras jóvenes que promocionó Eduardo Zaplana en su segundo Gobierno, cuando se deshizo de Unión Valenciana y consiguió mayoría absoluta en 1999. Como Zaplana, Mazón es amante de Julio Iglesias, de la balada mediterránea y del bronceado en verano. Sol, mucho sol. Mazón es de Sant Joan d'Alacant, un municipio que linda con Alicante y cuyas playas son un apéndice de las de la capital. Y se fue pronto a emparentar en la vecina Sant Vicent del Raspeig, otra localidad cercana y costera, donde por cierto, también ha acabado encontrando pareja el presidente de Vox, Santiago Abascal.

La dureza del rictus y los discursos de Mazón desde que ha tenido que firmar los diez mandamientos de la ultraderecha para salvar su sillón de presidente, contrasta con el talante que tuvo como presidente de la Diputación de Alicante y en su primer año y medio como presidente de la Generalitat Valenciana. Hasta que llegó la DANA, su inexplicada e inexplicable comida en el Ventorro y sus tres cambios de versión sobre su llegada al Cecopi. Para salvarse, el presidente de la Generalitat no ha dudado en desdeñar al pueblo de Gaza, equiparar delincuencia e inmigración o negar el proyecto europeo que su propio partido ha diseñado y liderado. Todo por el Palau. Todo por la pasta.

Porque, en realidad, Mazón nunca fue un pata negra del PP. Fue más bien un oportunista que se subió a la ola del cambio de los años 90 y que se bajó del tren diez minutos antes de que los distintos casos de corrupción abrieran el suelo sobre el PP valenciano y alicantino y acabaran con el partido hecho unos zorros. Su salida de la Diputación de Alicante hacia la Cámara de Comercio en 2009 pocas semanas antes de la detención de José Joaquín Ripoll, le sirvió para apartarse de la primera línea política mientras el partido se autodestruía (2008–2015) y se refundaba (2015–2023). Ni estuvo en la caída ni estuvo en la recuperación, que lideró Isabel Bonig y a quien Pablo Casado cambió por Mazón por haber apoyado en el congreso del PP a Soraya Sáenz de Santamaría.

Y como muestra de su endeble fidelidad al proyecto popular, un botón. Carlos Mazón estuvo a una comida de ser el candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Alicante en 2019. Cuando Ciudadanos soñaba con el sorpasso al PP y la marca conservadora todavía se enfrentaba a graves procesos judiciales por corrupción política en España y en la Comunitat Valenciana. El actual presidente de la Generalitat se reunió con Fran Hervías, la mano derecha de Albert Rivera, para encabezar la lista de los naranjas en la segunda ciudad más poblada de la Comunitat Valenciana. Tras un café en el Corte Inglés días después de Reyes de 2019 y a cinco meses de las elecciones, la cosa estaba hecha.

Pero semanas después, el grupo de amigos empresarios y periodistas llamado Delicatesen y del que forma parte Mazón invitó a Teodoro García Egea. Tras esa cena, la mano derecha de Casado se enteró de la jugada del ahora presidente del PPCV de su fichaje por Ciudadanos. García Egea consultó con varios asistentes sobre cómo verían a Mazón de presidente de la Diputación. Le dieron buenas referencias y acabó por ofrecerle seguir en el partido a cambio de ser presidente provincial y de la Diputación de Alicante. Fue entonces, cuando montaron la operación para que César Sánchez no repitiera en la Diputación de Alicante y se fuera a Madrid como diputado. Una operación teledirigida por Casado desde Madrid y similar a la posterior en la que descabalgaron a Isabel Bonig de la presidencia autonómica. Un buen puesto en primera línea sirvió para que Mazón abandonara el sueño centrista de Ciudadanos.

Mazón ha navegado en su carrera política como el 'Cayetano' de Carolina Durante. En la primera versión de la canción, la banda madrileña aseguraba: “Todos mis amigos se llaman Cayetano. No votan al PP, votan a Ciudadanos”. Era 2018 y el partido de Albert Ribera iba disparado en las encuestas y las elecciones. A finales de 2019 y con la explosión electoral de Vox, los Carolina Durante tuvieron que adaptar la letra. Que quedó así: “Todos mis amigos se llaman Cayetano. Ahora votan a Vox, antes a Ciudadanos”. Como Mazón, de Ciudadanos a Vox, según ha soplado el viento, pero siempre con un cargo en el PP donde agarrarse.

Caza de brujas contra diputados y senadores alicantinos que no adulan a Mazón

Mientras el PP valenciano intenta cerrar los presupuestos con Vox con salvajes recortes en Cultura, Bienestar Social y la entrega de miles de euros a medios afines y al sector del toro, los afines a Mazón aprietan las filas y persiguen a los disidentes. La idea es aguantar y dar la imagen de que todo el partido está con su líder, pese al desgaste político por sus mentiras en la DANA y la presión de las encuestas y los medios conservadores como ABC, La Razón u Onda Cero.

La secretaria general del Grupo Parlamentario del PP en el Congreso y diputada por Alicante, Macarena Montesinos, zaplanista y uno de los pocos apoyos que le quedan a Mazón en Madrid, se ha convertido en el azote de los diputados y senadores del PP alicantino críticos con Mazón. Montesinos supervisa las publicaciones en X de sus correligionarios sobre el presidente de la Generalitat y su gestión de la DANA y regaña y presiona a quienes arrastran los pies para mostrar adhesión o directamente no tuitean nada. Como los senadores Gerardo Camps, Eva Ortiz y Agustín Almodóvar, o el diputado César Sánchez, que obvian al presidente del PP de la Comunitat Valenciana en sus redes sociales y están ya en el punto de mira de su jefa en el Congreso. Roma no paga a traidores. Y Feijóo tampoco los protege.

El PP valenciano está en ebullición y su aparato mediático se está reconfigurando, pese a la millonada que Mazón se gasta en publicidad institucional. La de medios de Madrid que han abandonado al presidente, excepto algunos que siguen pegando verdaderos sablazos a la Generalitat en publicidad institucional. En Valencia, Mazón sigue manteniendo aliados, que también están sacando su tajada pública. En elDiario.es hemos intentado conocer cuánto fue el dinero que Presidencia dedicó a la propaganda, pero se nos ha denegado la información. Aseguran que la harán pública el 31 de diciembre de este año. Los números de 2024 y 2025 pueden ser un escándalo. Medios sin periodistas en la Comunitat Valenciana entre los que reciben cientos de miles de euros.

En elDiario.es seguiremos hasta el final y acabaremos sabiendo y contando cómo está repartiendo Mazón el dinero. Porque es dinero público y cada euro se debe otorgar con criterios objetivos, transparentes y para que la información que se transmite llegue a la mayor parte de la sociedad valenciana. No hacerlo así, como marca la Media Freedom Act europea, que es desde 2024 ley española, es ilegal.

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