Así fue el funeral del Papa Juan Pablo II: cuatro millones de asistentes y presidido por Benedicto XVI antes de ser nombrado
La despedida del pontífice polaco fue la más multitudinaria de la historia y estuvo cargada de simbolismos como el de haber sido celebrada por quien sería su sucesor sin saberlo.

A gritos de "santo ya" y "santo súbdito", cuatro millones fieles asistieron a Roma para despedir a uno de los papas más aclamados de la historia de la iglesia católica. Entre sollozos y fuertes vientos se ofició el funeral multitudinario, también en un mes de abril, hace 20 años. Y es que, San Juan Pablo II, a sus 84 años, murió en oficio tras 27 largos años de papado y por primera vez en el siglo se organizó un gran encuentro que hoy recordamos a raíz de la muerte del Papa Francisco.
En la plaza de San Pedro se citaron 300.000 personas provenientes de 80 países diferentes. Pero, no terminó ahí, porque en el funeral se presentaron líderes religiosos como el Patriarca ortodoxo, imanes, rabinos y representantes budistas e hindúes. El Papa Juan Pablo II era un papa viajero, "el Papa peregrino", estaba claro que tendría amigos y adeptos en cada rincón del mundo y la prueba fue que se trató del evento en al que los jefes de Estado no podían negarse.
La ceremonia fúnebre de Juan Pablo II
A las 10 am del día 8 de abril en 2005 salía su féretro para dar inicio a la ceremonia tal y como marca la tradición. Los sediarios, un grupo de laicos nombrados personalmente por el Papa para esta función vitalicia, llevaron en sus hombros el cadáver del pontífice hasta en una procesión que le honró y dio por finalizada su papado.
Sin embargo, la gran curiosidad fue que Joseph Aloisius Ratzinger, quien era uno de sus más estrechos colaboradores y sin saberlo, lo sustituiría, sería el encargado de oficiar el funeral en una lectura extensa y personal. Aquella frase, “Nuestro Papa nos está mirando desde la ventana de la casa del Padre, nos bendice”, han quedado en el recuerdo de los que vivieron la muerte de Juan Pablo II como si fuese la de un ser cercano.
Ratzinger era entonces decano del Colegio Cardenalicio, lo que lo colocaba como el principal celebrante de la Misa fúnebre del Papa fallecido. Pese a esto, el alemán no parecía estar entre los candidatos más papables, pero después de sus emotivas palabras, de repente tuvo sentido para el resto de cardenales, él, como Benedicto XVI, sería quien llenara los grandes zapatos que había dejado el polaco.
Ritos fúnebres para Juan Pablo II
Al igual que como está sucediendo con Francisco, desde días antes, el cuerpo del Papa había sido expuesto en la Basílica de San Pedro, donde más de tres millones de personas se acercaron a rendirle homenaje. Las filas para entrar duraban hasta 24 horas, y el silencio con el que los fieles lo despedían era, según aquellos que estuvieron presentes, ensordecedor.
La misa comenzó en una mañana soleada, pero el viento fue el protagonista con ráfagas que muchos fieles llegaron a considerar simbólicas. Finalizando la ceremonia, el viento cerró suavemente el Evangelio que descansaba sobre su ataúd y así, se pudo interpretar que su misión en la Tierra había concluido.
El ataúd fue de ciprés y estuvo puesto en el suelo, frente al altar mayor de la plaza, sin gran pompa ni adornos, tal como él había solicitado. En la misa participaron cardenales, obispos y sacerdotes de todos los continentes y se leyeron textos sagrados en varios idiomas. Juan Pablo II, a diferencia de la voluntad de Francisco, sí fue enterrado en tres ataúdes, el de ciprés, uno de zinc y uno de roble, junto con objetos simbólicos como monedas de su pontificado y una copia de su acta de muerte.
El mundo entero estuvo atento a esta despedida. Transmitida en directo por televisiones, en más de 200 países, fue vista por más de dos mil millones de personas. Hay quienes recuerdan que en la plaza y en las calles de Roma se reunieron unos cuatro millones de personas, durmiendo en el suelo o en carpas improvisadas.