Algo que aprender

El concepto de violencia vicaria ha calado y determinado muchas reacciones en el caso del libro 'El odio'.

Mar 26, 2025 - 06:11
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Algo que aprender

En algún momento de esta callada carrera hacia la muerte que es la madurez perdí la pulsión por defender mis opiniones hasta el cansancio, y las discusiones conmigo, hasta ese momento inacabables, se transformaron en una sucesión de preguntas y silencios cada vez más largos. La desventaja fue que me convertí en alguien mucho menos entretenido. La ventaja, un arrepentimiento menor por mis palabras.

Llego por lo tanto tarde a casi toda polémica, cuando todo se ha dicho e incluso algunas cosas se han resuelto: sabemos, por ejemplo, que el Juzgado de Primera Instancia n.º 39 de Barcelona ha denegado la suspensión de la publicación del libro El odio, de Luisgé Martín, y con ello, al menos de momento, queda zanjada la legalidad del asunto. Recordemos además que existe una diferencia entre tratar un tema y su apología. Pero entre las opiniones que se han vertido sobre esta historia quisiera deslizar una esperanzada llamada de atención hacia algo que ha pasado en cierta medida inadvertido entre declaraciones mucho más llamativas y enormemente rentables: la manera en la que el concepto de violencia vicaria ha calado y determinado muchas de las reacciones públicas.

En 2012 la psicóloga Sonia Vaccaro acuñó este término para llenar el clamoroso hueco de la violencia machista generada por interposita persona, casi siempre niños. En la reforma de 2015 se incorporó al Código Penal. En apenas unos años aquello que no tenía nombre pasó a definirse con dolorosa precisión: aparecerá cada vez más a menudo en literatura, donde carecía de hueco entre las muy numerosas novelas negras centradas, sobre todo, en la figura del asesino y el esclarecimiento del crimen. El logro de que se reconozca y valore este tipo de violencia implica enormes cambios, ya irreversibles, en la mentalidad general: no olvidemos lo que muchas víctimas han padecido para que aprendamos esto.