“Wolfgang (Extraordinario)”: Una excelente feel good movie española que no debe pasar inadvertida
Wolfgang (Extraordinario) es, en su variedad “niño superdotado”, sin duda una de esas películas. Y también un testimonio de que su director, Javier Ruiz Caldera (Promoción Fantasma, Anacleto), es capaz de modular su discurso cómico hacia territorios no exactamente más ambiciosos, pero sí quizá capaces de dirigirle hacia otras puertas, otras oportunidades narrativas al margen... Leer más La entrada “Wolfgang (Extraordinario)”: Una excelente feel good movie española que no debe pasar inadvertida aparece primero en Zenda.

¿Qué fue de las feel good movies? Hace no demasiado, aunque desde luego antes del asalto de las plataformas de streaming, Hollywood abundaba en cierta clase de cine heredado del modelo Frank Capra y su célebre ¡Qué bello es vivir!. Películas destinadas a hacer sentir bien al espectador, que presenciaba un melodrama atemperado por emociones cálidas y afectuosas gracias a un, en los mejores casos, cuidado equilibrio entre drama, humor, fantasía o, quizá, la superación de las adversidades de la vida mediante esfuerzo, talento y voluntad.
En definitiva, Wolfgang (Extraordinario), en la que el personaje de Miki Esparbé, un actor en crisis, debe hacerse cargo de su hijo superdotado y autista tras la muerte de su madre, es una de esas feel good movies a lo Quédate a mi lado, Los chicos del coro, El indomable Will Hunting o cualquiera de esas comedias exitosas que en los noventa condujeron realizadores como Chris Columbus o Nancy Meyers. Y lo decimos con toda seguridad, en tanto la película de Caldera es perfectamente homologable a muchas de las mejores de ese tipo: se trata de un producto perfectamente rematado, sólido, narrado con solvencia y que sabe navegar la fina línea entre lo sentimental y lo sentimentaloide con una seguridad pasmosa.
Tras recordar este modelo de cine comercial en cierto desuso cabe señalar algo que eleva un poco más la película al margen de su capacidad de entretener al público familiar. No nos referimos a cierta afilada crítica a la conciliación laboral en uno de esos sectores que quizá más presumen de exigirla, el artístico, por mucho que creamos que está ahí, sino a la bellísima cooperación que Caldera y sus guionistas (basándose, todo hay que decirlo, en la novela de Laia Aguilar) proponen entre esa Alta Cultura de las élites, o las melodías de Bach que el pequeño Wolfgang se propone repetir de manera traumática, con la más baja ejecución de la misma en los culebrones y folletines televisivos que interpreta su azorado padre (y los músicos callejeros con los que el niño colabora en una secuencia especialmente bien resuelta). Dos vertientes de una honesta y real necesidad de expresión artística de padre e hijo que la película ejecuta sin ambages y en la que, aquí también, se llama a la más bonita de las conciliaciones.
Wolfgang (Extraordinario) es por eso una película casi sobresaliente en sus propios postulados, que pese a su sobriedad sabe desarrollar y cerrar tramas como un largometraje de cine y no como un producto televisivo, y que remata la jugada con una reflexión sensible sobre cierta condición, la responsable de la desaparición de la madre de Wolfgang, que se revela en el momento adecuado, con fortuna y sin que además el film necesitase hacerlo a esas alturas, explicando de paso ciertos automatismos del principio que quedan perfectamente cerrados.
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