Una primera vuelta en medio de la furia

En medio de un proceso electoral que conmueve a la dirigencia más que a los ciudadanos, Milei se ha dedicado a incitar al odio contra los periodistas

May 2, 2025 - 03:12
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Una primera vuelta en medio de la furia

Las hiperadelantadas elecciones porteñas despiertan -por ahora- entre los ciudadanos comunes un entusiasmo inversamente proporcional a la elevada expectativa que generan en la dirigencia. Mucho más por las consecuencias que tendrán fuera del ámbito capitalino, que por lo que formalmente se dirime: la conformación de la legislatura local.

Las principales fuerzas políticas ven casi como un oráculo el 18 de mayo próximo. Para los libertarios y los peronistas, estos comicios, que integran la primera gran tanda del año electoral, asoman como un gran ordenador de sus pasos futuros. Para Pro, en cambio, tienen un valor extra: serán un gran predictor para saber si le queda futuro como fuerza política competitiva y autónoma. Será así una primera vuelta virtual y muchas decisiones dependen de su resultado. Ni más ni menos.

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Por eso, las elecciones porteñas han sido nacionalizadas y, tal vez, por lo mismo están provocando más crispación en el ánimo de los dirigentes que interés en los electores.

En este contexto y mientras la nueva etapa de la economía todavía busca estabilizarse, el propio presidente Javier Milei, algunos de sus principales colaboradores y su milicia digital han lanzado una nueva oleada de metralla verbal (y algo más) contra el periodismo de un volumen, frecuencia e intensidad sin precedente. Que ya es mucho decir.

De la crítica, la descalificación, la estigmatización y el insulto el jefe del Estado en persona ha pasado a la incitación al odio contra periodistas en forma individual o colectiva. Inclusive ha llegado a crear fake news para construir nuevas fake news, como hizo con la tergiversación de un texto de Carlos Pagni o con opiniones de Jorge Fernández Díaz.

Como muestran varias estadísticas, el oficialismo y, en particular el jefe del Estado, ya compiten contra sí mismos en el terreno de los agravios a periodistas. Así como en otros planos. El Gobierno ya tiene su propio pasado y para bien o para mal el juicio sobre sus acciones pesará en estas elecciones. Ya no solo por sus promesas y propuestas o por la herencia recibida. Aunque también cuenten. Lo mismo que por la cualidades y defectos de sus de sus propios candidatos, los de los adversarios y las emociones que estos y cada espacio político despierten.

Todas las variables cuentan y mucho en un proceso electoral que en los principales distritos asoma disputado y en los que el oficialismo no parte como favorito en ninguno.

Es más, la primera ronda de elecciones, que se abrirá dentro de nueve días en Jujuy, Salta, San Luis y Chaco, no ofrece perspectivas de festejos para los libertarios. Salvo la posibilidad chaqueña de subirse a una celebración prestada. Ahí el mileísmo será el furgón de cola del oficialismo local del radical Leandro Zdero. Un gobernador demasiado necesitado de la asistencia nacional, que la gestión mileísta maneja con tanta discrecionalidad como los más discrecionales gobiernos precedentes.

No parece haber casualidad sino mucha causalidad en que cinco días después de que se concretara la inédita coalición radical-libertaria (que dejó afuera a Pro), la provincia de Chaco recibiera un préstamo de $ 120.000 millones para pagar sueldos. Zdero parece haber encontrado una verdadera razón de peso(s) para sumar libertarios a la lista oficialista. Lecciones aprendidas de su padrino político-partidario, el gobernador correntino Gustavo Valdés.

Todo indica que los comicios jujeños, salteños y puntanos serán aciagos para Milei, a pesar de la alta imagen positiva que el Presidente y su gestión siguen teniendo en la mayoría de las provincias argentinas.

Por eso, la elección porteña adquiere tanta significación. Lo admitió el vocero presidencial y primer candidato libertario, Manuel Adorni: habrá festejos si pierde por poco. Pero no contra cualquiera sino contra el peronismo que encabeza el exradical Leandro Santoro. El adversario por vencer es el macrismo.

Javier y Karina Milei (más que el súper gurú Santiago Caputo) se juegan a doblegar a Pro en su bastión para luego precipitar en la provincia de Buenos Aires el pase sin cargo de muchos dirigentes amarillos, para no tener que pagar el peaje de formar una alianza interpartidaria, como pretende Mauricio Macri.

La estrategia oficialista parece estar sostenida por las encuestas. La mayoría de las consultoras más reputadas tiene a Santoro al frente en intención de voto, algo despegado del resto, mientras que Adorni aventaja a la macrista Silvia Lospennato por un par de puntos. Los sondeos muestran un porcentaje bajo de indecisos a pesar de lo poco que la elección local parece mover el amperímetro de los porteños. La gran duda radica en la participación, ya que si la asistencia de espontáneos es baja, el aparato macrista porteño podría mejorar sus chances.

Por todo eso, más allá de los contactos públicos y reservados entre libertarios y macristas, nadie espera novedades relevantes en esa (tóxica) relación antes del 18 de mayo.

El expresidente y los estrategas amarillos, no obstante, buscan forzar acuerdos bajo la amenaza de que el desdoblamiento de la elección bonaerense les da una ventana de oportunidad para obtener aún en soledad un buen resultado en cada sección electoral y en buena parte de los 135 partidos de la provincia.

El argumento, no obstante, tiene una falla para el macrismo y es que el cierre de las listas nacionales, donde se libra la batalla de fondo entre mileístas y macristas, deberá hacerse un mes antes de que se celebre la elección provincial. Por lo tanto, el poder de la amenaza se vuelve difuso. Todo lleva al macrismo de vuelta al casillero porteño. Y a mirar las variables económicas, en las que el dólar y la inflación tienden a darle soporte al Gobierno.

Para el peronismo, hoy en plena guerra kirchnerista fratricida en la provincia de Buenos Aires, también podría operar como un ordenador la elección porteña. Un triunfo de Santoro no solo revitalizaría ese espacio, que no se impone en la ciudad de Buenos Aires desde hace 32 años y que acumula cinco derrotas en seis elecciones nacionales.

Los peronistas tendrían un estímulo adicional para no fracturarse ya que se les presentaría la oportunidad de salir airosos en dos de los cuatro distritos nacionales más poblados y proyectarse hacia 2027. Toda una señal de alarma para Milei por el impacto que ese escenario tendría tanto en el plano político como económico-financiero.

La probabilidad de un regreso del perokircherismo pondría en espera muchas inversiones, justo cuando el gobierno libertario las necesita como el aire para su despegue. Aunque nadie en el peronismo se anima a da por cierto que al final termine habiendo un acuerdo, aunque sea circunstancial, entre el cristicamporismo y el kicillofismo. Mucho menos después de la última semana en la que el ministro bonaerense Andrés “Cuervo” Larroque dijera abiertamente que su disputa es “con la bandita de Máximo” Kirchner.

Al mismo tiempo, el representante del hijo de la expresidenta en la legislatura bonaerense, Facundo Tignanelli, reivindicó explícitamente el dedo cristinista como último juez de las disputas internas. Justo lo que Axel Kicillof y los suyos se niegan a seguir aceptando dócilmente.

La duda es si esta vez el kirchnerismo se fracturará. No hay antecedentes al respecto, aunque nunca el desafío a Cristina Kirchner llegó tan lejos. También es cierto que el poder de “la jefa” nunca se había visto tan menguado. De la presidenta del 54% a una probable candidata a diputada provincial hay un largo y pronunciado camino descendente.

Pero esos son temas de debate y especulaciones del círculo rojo de la política, de la economía, las finanzas y el periodismo especializado.

Los electores deciden su voto por cosas mucho más cercanas. Racionales y, sobre todo, emocionales. En ese plano son varios los que advierten la importancia de variables económicas favorables a Milei por lo hecho en esa materia, tanto como que el electorado porteño tiene un componente de rechazo más alto que el resto del país a las propuestas, los modos y la gestión libertaria.

La imagen negativa de Milei en la ciudad de Buenos Aires llega al 55% por ciento y la positiva es de poco más del 40%, mientras que en el resto del país la negativa no supera el 50%. Otro tanto ocurre con la gestión nacional, cuya imagen negativa es del 53%”, advierte un consultor que asesora a dirigentes oficialistas y a macristas aliados de los libertarios.

A eso agregan todos los consultores la muy mala imagen (muchísimo peor que la de su hermano) que tienen los porteños de Karina Milei. Por eso, el macrismo se esmera por exponerla, mientras los libertarios tratan de diluir su presencia.

Otro tanto, aporta el supergurú Santiago Caputo, quien esta semana volvió a ganarse toda la atención y no por buenos motivos, cuando en un gesto intimidante tomó la credencial y registró los datos del reportero gráfico Antonio Becerra que le había sacado foto cuando el asesor llegó a presenciar el debate porteño.

Es la tercera oportunidad en la que Caputo capta la atención por las malas cuando debían lucirse y mejorar su posición quienes son sus asesorados. Lo hizo dos veces con Milei. Una al interrumpir e intentar censurar el diálogo televisivo en el que el Presidente se proponía mejorar su situación en el escándalo $LIBRA. La otra, en la apertura de sesiones del Congreso, cuando dedicó gestos y frases intimidantes al diputado radical Facundo Manes. El martes pasado le aguó la actuación a Adorni, aunque es cierto que el vocero lejos estuvo de lucirse en el debate.

Como atenuante de esas malas señales para los libertarios, un encuestador advierte que la opinión sobre la gestión de Jorge Macri está en un peor nivel que la de Milei: “La imagen positiva de la administración porteña no supera el 21%”, señala.

Pero los electores porteños pondrían más el foco en la cuestión nacional que en la local. Allí las definiciones políticas, las formas y la batalla cultural que libra Milei encuentran fuentes importantes de rechazo. Sobre todo en los electores blandos que se le sumaron en la segunda vuelta presidencial.

La inusitada ola de embates contra periodistas a los que muchos de esos votantes escuchan y leen podrían tener impacto. En solo dos semanas los posteos y reposteos presidenciales descalificatorios o instigadores al odio superaron varias centenas.

Crujidos de una fractura que puede transfigurar la política

El Gobierno tiende a perfeccionarse en la materia. En 2024 los ataques a la libertad de prensa aumentaron 53% respecto de 2023 y el 45,25% de esos casos registrados fueron de discurso estigmatizante, con el agravante de que el 65,43% de esos ataques los hizo el presidente de la Nación, según datos del Monitor de la Libertad de Expresión que el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) hizo públicos. De seguir con el ritmo de lo que va de este año, esos números, que son los peores desde 2013, quedarían muy minimizados.

Como señaló en ese informe el presidente del Colegio de la Abogacía de la Capital Federal y exjuez de la Cámara que condenó tanto a comandantes de la dictadura como a jefes guerrilleros, Ricardo Gil Lavedra, “los insultos no son libertad de expresión. Este tipo de manifestaciones exceden la protección constitucional y al ser efectuadas desde el más alto cargo de la República, constituyen una censura por medios indirectos que restringen el libre flujo de ideas, aspecto central en una sociedad democrática”.

En este contexto, los porteños van hacia una elección nacionalizada, que operará como una primera vuelta virtual. A votar en medio de la furia.