Sebastián Gutiérrez, el “outsider” del tenis de elite que rompió prejuicios y se encumbra como entrenador

De 46 años y sin una carrera como jugador profesional, potenció a Báez y Comesaña, entre otros, pero fue subestimado por distintos motivos; por qué sus dirigidos le agradecen todo el tiempo

Abr 2, 2025 - 13:42
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Sebastián Gutiérrez, el “outsider” del tenis de elite que rompió prejuicios y se encumbra como entrenador

Mañana otoñal en el Club Náutico San Isidro. Mateo Majdalani, ganador de la medalla plateada olímpica -junto con Eugenia Bosco- en la categoría Nacra 17 de vela en París 2024, está con LA NACION y, de golpe, en la conversación aparece el tenis, otra de las pasiones del regatista y, con curiosidad, pregunta: “¿Quién es Guti? ¿Por qué le agradecen tanto sus jugadores?”. La anécdota, por más simple que parezca, sirve para ilustrar cómo trascendió el protagonista de esta historia.

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Fue hace poco más de un mes, el 23 de febrero. Sebastián Báez se coronó bicampeón del ATP 500 de Río de Janeiro y tras la ceremonia de premiación entró en el microcine del Jockey Club Brasileiro, se sentó ante los periodistas y reveló: “No estaba seguro de venir a Río por los malos resultados que estaba teniendo y por cómo me sentía... Pero Guti me dijo: ‘Hay que ponerle el pecho con valentía y trabajo’. No sabía cómo afrontar la situación; gracias a él lo hice”.

Dos días antes, el 21 de febrero, en el mismo torneo, Francisco Comesaña, como 86° del mundo, dio un batacazo al vencer al 2° del ranking, Alexander Zverev. El marplatense se dirigió a la prensa y expresó: “Primero tengo que agradecerle a Guti por haber logrado que yo entrara en la cancha confiando en mí”.El afectuoso saludo entre Sebastián Báez y el entrenador Sebastián Gutiérrez tras la defensa del título en el Río Open, único ATP 500 de la región, en febrero pasado

La misma situación, el agradecimiento a “Guti”, se repitió una y otra vez con otros tenistas de la misma escudería que rompieron barreras tenísticas y emocionales; con Thiago Seyboth Wild, Solana Sierra, Juan Bautista Torres. Es difícil encontrar un coach que sea tantas veces mencionado públicamente por sus jugadores. ¿Cuál es la razón? ¿Por qué tanta influencia y dependencia? ¿Cuál es su método? Incluso, ¿por qué el reconocimiento irrita a algunos en el ambiente de las raquetas?

¿Quién es Guti?

Sebastián Gutiérrez, de 46 años, es uno de los entrenadores argentinos más destacados de la actualidad en el mundo de las raquetas. Su trabajo está sobre la mesa. La evolución y el éxito de los jugadores que conduce y/o supervisa hablan por sí mismos. Sin embargo, llegar a la valoración colectiva le costó muchísimo más que al resto en nuestro país. ¿Por qué? Hay varios motivos. Algunos, maliciosos.

No trascendió como tenista profesional. Jugó muy pocos Futures, logró un puñado de puntos ATP y apenas tuvo ranking de dobles (972°, el mejor) durante sólo dos años.

No es parte del “círculo rojo del tenis”. Tampoco pertenece a uno de los dos clubes de la súper elite porteña. Se formó en Arquitectura, en el barrio de Agronomía, club para el que jugó Interclubes de Primera durante veinte años.

Sin ser conocido en el tour llegó al cuerpo técnico de la Copa Davis, en 2015, por sugerencia de Daniel Orsanic, un capitán de bajo perfil que en ese entonces le ganó la pulseada a un campeón de Grand Slam de la Legión (Gastón Gaudio).

Uno de sus hermanos, Diego Gutiérrez, fue uno de los tres dirigentes más influyentes de la Asociación Argentina de Tenis en 2016, cuando el equipo ganó por única vez la Copa Davis. Y para acercarse a ese logro convenció, junto con Daniel Palito Fidalgo, a Juan Martín del Potro a regresar al grupo después de casi cuatro años y generó la salida de Héctor Romani, vicepresidente ejecutivo de ese momento y de trayectoria por su rol como exjugador y socio del Tenis Club Argentino.Sebastián Gutiérrez besando la Ensaladera tras la conquista argentina en la Copa Davis 2016, en Zagreb; integró el cuerpo técnico capitaneado por Daniel Orsanic

Sin experiencia como coach en el ATP Tour, guio a un jugador de 1,70 metro y sin golpes fulminantes (Báez) a ganar siete títulos y alcanzar el top 20. Ayudó a otro (Comesaña) a recuperar la alegría, ingresar en el top 100 (escaló al 64°), ganar en los Grand Slams y más también. En el tenis de alto rendimiento los protagonistas se miden y estudian día tras día y el celo profesional existe.

Entonces, ¿quién es Guti?

Nacido en 1979, es el más chico de tres hermanos. Sus padres, Miguel Ángel y Estela, vivían en Palermo, pero decidieron mudarse a Agronomía en busca de “un pulmón verde” y de que sus hijos hicieran deporte y tuvieran una “vida de club”, en el cruce de Beiró y Avenida de los Constituyentes. Miguel Ángel trabajó durante 25 años en ATC (Argentina Televisora Color), como cronista y hasta camarógrafo. También fue notero de Nuevediario (el histórico noticiero de Canal 9) y cubrió el resonante caso de la crotoxina en el país. Pero al quedarse sin trabajo en la TV creó una revista de tenis (Grip), el deporte que practicaban sus hijos; al inicio lo hizo como un hobby, luego en forma más seria.

“La publicación nació en blanco y negro; recontra amateur. La hacía en el garage de casa. Se imprimía y se abrochaba ahí. La primera nota fue a Branko Orsanic, el papá de Daniel, que era el profesor de tenis del club, tiempos en los que los profes tenían mucha identidad. Se repartía gratis en los clubes”, rememora Gutiérrez ante LA NACION. Y continúa: “Cuando a mi viejo lo echan de ATC, tiene que empezar a vivir de la revista. Empezó a perfeccionarla más. Se hacía a pulmón. La repartían mis hermanos a los clubes. Y también nos posibilitaba jugar al tenis, porque ciertas publicidades eran para que yo pudiera entrenarme y jugar, ya que económicamente no era fácil solventar a un chico que quería jugar al tenis. Empecé en la escuela de Arquitectura; jugué al fútbol, al hockey, pero me gustaba más el tenis, porque mis hermanos lo hacían. Después empecé a jugar en Comunicaciones y, en base a lo que se iba consiguiendo de ayuda, me entrenaba. Tenía buen nivel de tenis, pero era difícil viajar. Era bastante lúcido y no me animaba a dedicarme al tenis de lleno porque no tenía plata, entonces me anotaba en la facultad de Económicas, cursaba y dejaba el tenis, pero iba y volvía. El tenis era mi pasión, pero no le encontraba la vuelta para hacerlo. Tenía amigos y conocidos a los que sí les iban bien. En esa época, por ejemplo, llegué a entrenarme con Chucho Acasuso, que se metió muy rápido”.Noviembre de 2015: Gutiérrez con Daniel y Branko Orsanic, cuando el club Arquitectura le asignó el nombre de una cancha a este último, histórico profesor y formador

Branko Orsanic, fallecido en 2021, maestro de cientos de chicos de diversos clubes porteños y bonaerenses, y también profesor de juveniles en la escuela de la AAT, fue el primer referente de Gutiérrez: “Era mi ídolo de pibe. Iván, uno de sus hijos y hermano menor de Daniel, fue como mi hermano de la vida y me crie en su casa. Dani ya estaba jugando, obviamente. Íbamos a la casa de Daniel y veíamos las raquetas nuevas, decíamos ‘guau, mirá lo que tiene este flaco’. En ese momento no había el acceso de hoy, entonces veíamos ropa de tenis y raquetas y nos volvíamos locos. Branko nunca se dedicó al alto rendimiento; fue un tipo recto, trabajador, un gran tipo, al que quise mucho”.

Para Gutiérrez fue una “decepción” no haber podido trascender como tenista en el circuito profesional. “Sí. Ciento por ciento. Sí. Y me crié con ese estigma de: ‘No juegues al tenis porque si te va mal vas a terminar dando clases’. Y mucho tiempo llevé esa carga en la espalda, como que dar clases de tenis era poco. Me costó mucho tiempo amigarme con eso -narra Sebastián-. Hoy estoy orgulloso del recorrido que hice, pero antes me daba cierta vergüenza que me preguntaran qué hacía y decir: ‘Soy profe de tenis’. Pero por un problema mío, no por la profesión en sí. Por un preconcepto familiar, también, porque mi papá quería que fuéramos profesionales y, encima, mis hermanos lo eran [Ramiro es médico y, Diego, abogado]. Yo siempre pateé un poco el tablero con eso. Seguí mi camino y por eso muchas veces pienso: ‘Si mi viejo viera todo lo que fui logrando y los lugares a los que fui llegando siendo entrenador de tenis…’. Falleció en el 2008. Él era un outsider del tenis, pero amaba ir a Roland Garros, amaba Europa, sobre todo España y París. Y nosotros fuimos heredando eso. Para mí, Roland Garros es especial por él. Nos educó con una capacidad de trabajo enorme. Yo veía cómo lidiaba para sacar adelante la revista, que era bancada por sponsors y cuando se caían era todo un problema”.

Esperar que su papá regresara de las coberturas del Abierto de Francia con algún obsequio era una costumbre adolescente para Sebastián. A mediados de los 90 se identificaba con Michael Stich, por eso fue feliz cuando su papá volvió de París en 1996 con una remera firmada por el alemán, que ese año perdió la final con Yevgeny Kafelnikov. Gutiérrez conserva la prenda (encuadrada).Sebastián Gutiérrez y un souvenir muy especial que su papá -ya fallecido- le trajo de Roland Garros 1996: una remera firmada por el alemán Michael Stich, que era su ídolo

El matiz estratégico y la lectura del juego siempre le “divirtieron” a Gutiérrez. Su primer acercamiento a lo que luego maduraría en la función de entrenador fue con Andrés Dellatorre, el actual coach de Mariano Navone. “Con Andy ya éramos amigos, habíamos compartido algunos torneos y le había ido bien -recapitula-. Yo quería tener un mango en el bolsillo y justo él me propone: ‘Viajá conmigo, me entrenás y jugamos los dobles’. Hicimos eso; fue en el 2000, en Futures. Pero el vínculo laboral no perduró mucho, yo empezaba a facultad, hacía de todo. También trabajaba con Martín Stringari (125° en 1993). Después, mi hermano Diego me propone empezar a trabajar en la academia de Arquitectura y fui. La escuela pasó de tener 50 pibes a 250 en un año. Coordinábamos todo, desde los más chiquitos hasta los veteranos”.

-¿Cómo llegaste a la AAT?

-De la mano de Orsa, con quien yo había jugado Interclubes y trabajado en pretemporadas con jugadores. Él quiso que yo estuviera; mi hermano, que ya estaba en la dirigencia, no tuvo nada que ver. Empecé en Desarrollo ayudándolo a Daniel en los campos de entrenamiento. Después, en el primer viaje al que voy, al Orange Bowl (diciembre de 2015), los chicos la rompen. Se ganaron cuatro títulos. Estuve con (Sebastián) Báez; con (Thiago) Tirante estuvo con la tía y conmigo como referencia de la Asociación. Y con Lourdes (Carlé) estuvo el Negro, Marcelo Gómez. Ahí empiezo a ganarme un lugar entre los chicos. Me proponen ir al Sudamericano, salimos campeones ganándole la final a Brasil en Río y Seba (Báez) le gana a Seyboth. Se fue uniendo todo, sumado a que yo estaba en la Davis y era la persona que unía los mensajes entre los profesionales y los más chicos. Daniel me cuidó, porque no quería que yo apareciera demasiado. Voy a mi primer Grand Slam, en 2017, y pierden todos los pibes en primera vuelta. ¡Todos! Y dijimos: ‘Volvámonos corriendo al hotel’. Fue como un mensaje en medio de la frustración. Al día siguiente a las 6 de la mañana estábamos entrenando de vuelta. Y al otro año, en 2018, Seba llega a la final de Roland Garros; Lourdes (Carlé) había hecho semis del US Open 2017, hubo cuatro top ten... Fue un camino tremendo. Empecé a especializarme y me encantó, porque en los Grand Slams ves a los entrenadores profesionales y, como yo soy híper observador, miraba todo, todo, todo lo que hacían, lo que comían, cómo entrenaban. Y así fui creciendo en esa etapa.Sebastián Báez ganó el Orange Bowl en la categoría Sub 16, en 2015; Gutiérrez, por entonces integrante de Desarrollo de la AAT, lo acompañó como coach

-¿Cómo es trabajar con tenistas jóvenes que, lógicamente, tienen incertidumbre, miedos, sueños, frustraciones, presiones…?

-Es una gran responsabilidad y desgasta mucho, porque un paso en falso puede hacer daño. Todas las patas son importantes: el jugador, la familia y el equipo. Tienen que estar alineadas. Sobre todo, el de lo personal. Porque si estamos ahí es porque sabemos de tenis. Me considero un enfermo del tenis. Intenté compensar con el estudio el hecho de no haber jugado al tenis profesional. Estoy todo el tiempo aprendiendo. Pero creo que el diferencial está en la persona. Es donde creo que soy bueno, porque soy genuino. Hablar con el papá de un jugador mío y que me diga cómo lo ve, es súper importante. Que el equipo de trabajo esté contento para que le dé lo mejor al jugador, es importante. Y que el jugador me cuente cómo se siente como persona es valioso. Si lográs que el tipo confíe en vos, que te crea la idea y haya confianza, todo es distinto y fluye. La cabeza se entrena: es como si fuera el músculo más importante, porque le baja mensajes al cuerpo constantemente. Yo me muestro tal cual soy y, aunque me equivoque, saben que será con la mejor intención. Insisto: es una responsabilidad, ellos se apoyan mucho en uno y el vínculo es fuerte.

-Tus jugadores suelen repetir: “gracias Guti”. ¿Por qué?

-Creo que vivir en un mundo de gratitud es lo más grande que puede pasar. Y está bueno que agradezcan, pero no públicamente. Odio que digan en público “gracias”. Pero sí puertas adentro. ¿Por qué el jugador de tenis tiene que ser un superhéroe? ¿El jugador de tenis es el más importante cuando juega? Sí. Pero afuera de la cancha somos todos iguales. Y a mí me gusta que el entrenador de tenis sea valorado, como el preparador físico, el fisioterapeuta, el psicólogo... Todos estamos viviendo y viajando para atender a un jugador. ¿Por qué no te va a agradecer? Está perfecto. Pero no quiero que lo haga públicamente. Entiendo que ellos quieran devolver lo que tienen actuando de esa manera, no lo sé. Yo, por ejemplo, sin Martiniano Orazi [destacado preparador físico, ex de Juan Martín del Potro y Diego Schwartzman y desde hace años con Báez], no sería quién soy hoy. Todos nos retroalimentamos. Trabajo con grandes profesionales. Hace poco perdimos un partido y con Marti nos dimos un abrazo y le agradecí por lo que hace. Y ese es el mensaje que le das al jugador. Si todos sabemos que la derecha se arma por acá, qué pasa si jugás corto, que tenemos que cortar diagonales porque somos bajos… Todos lo sabemos eso. Ahora, ¿cómo logramos que el jugador crea? Desde este lado, siendo simples. Porque a veces queremos mostrar que es una ciencia. La simpleza es el mayor don que podemos tener como entrenadores. Lo escuchás hablar a Lionel Scaloni y es simple.Sebastián Gutiérrez dice que intenta nutrirse de cada charla con extenistas: en 2024, en París, disfrutó de un encuentro con la leyenda francesa Yannick Noah

-¿Te sentiste observado de reojo en el mundo del tenis por no haber sido un jugador profesional?

-Y… mirá. Lo hablé con Hernán Crespo una vez durante la pandemia, cuando hacíamos charlas por redes sociales. Y él me dijo: al haber sido profesional, con el jugador generás más atención que uno que no lo fue. Aseguró: ‘Durante los primeros 30 minutos yo voy a ganar más la atención que vos. Pero después, si digo tres pelo… automáticamente soné’. Con el jugador hoy tengo otra realidad, otros pergaminos. Pero en el comienzo todo fue muy duro y hostil, porque yo no jugué al tenis como estos chicos. Ahora, ¿qué entrenador puede decir que fue jugador como Zverev? No lo sé. ¿Qué es jugar al tenis? Es relativo, porque hay muchos niveles. Pero sí siento que era un outsider del ambiente, que estaba muy observado, pero por suerte no he mirado hacia el costado. Es un ambiente en el que muchos hablan mal de los otros y eso genera desgaste. Ni yo ni a nadie de mis equipos de trabajo vas a escuchar hablando mal de otro coach. Entonces, no presté demasiada atención a esas voces que decían: ‘Este fantasma que no jugó…’.

-¿Pero te sentías con más obligaciones que el resto?

-Eso lo viví siempre. En la época de la Asociación, porque mi hermano era dirigente, porque Daniel era amigo mío, porque Hood [Mariano, subcapitán de Orsanic] era amigo mío y porque yo no era de un club tradicional. Pero el tiempo acomoda todo. Y el trabajo y la capacidad acomodan todo. Entonces, la gente que podía mirarme así, se dio cuenta de que soy buena gente, de que los jugadores que estuvieron o están conmigo hablan por mí. Y el que no me conoce y ha dicho cosas... habla de ellos. Obviamente que en su momento era nuevo y algunas críticas me podían doler. Trataba de destinarle el menor tiempo posible. Aunque reconozco que la pasé dura en algún momento, eh...Sebastián Gutiérrez, Leo Alonso, Leonardo Mayer y el ya fallecido psicólogo Juanjo Grande, alentando a Del Potro en la final de la Copa Davis 2016 frente a Croacia, en Zagreb

-Tuviste que lograr algo extraordinario con tus jugadores para que te valoraran. ¿Te sentiste subestimado?

-Muchos quieren vender que si no jugaste bien al tenis no valés. Y así también sacan competencia. Te van cerrando las puertas. En algún momento me sentí subestimado, sí. También hubo gente que me trató muy bien desde el día 1 y me mostró el circuito sin compromiso. Y también me pasó que quisieran bajarle el precio a mi trabajo. ‘No, bueno, Báez es muy bueno’, dijeron. Pero cuando tenía 18 años nadie lo apoyaba. El circuito es durísimo, muy competitivo y cuanto más alto estás más competitivo es. Porque estás conviviendo con la gente que quiere lo mismo que vos. Es como que tendemos a desvalorizar. A Báez, por ejemplo, le costaba encontrar gente para entrenarse, incluso siendo un junior destacado. Y me tuve que remangar. Por suerte después apareció la figura de Juan Martín.

-¿Cómo alimentaste el vínculo con Del Potro?

-Cuando Juan estaba por volver, antes de 2016, el Negro Gómez me dice: ‘Che, por qué no le das una mano cuando esté en Argentina’. Yo estaba en el Orange, a fines de 2015. ‘¿Me estás bromeando? ¿A Del Potro? Le pido una foto. ¿Cómo no voy a ayudarlo?’, le dije al Negro. Ahí lo conocí personalmente y cuando él estaba en Buenos Aires yo lo ayudaba para entrenar, jugaba con él un poco, le tiraba unos canastos y con el Negro le dimos una mano antes de que jugara Delray Beach [en febrero de 2016, su primer torneo en mucho tiempo]. A mí me cambió la vida, porque vi cómo trabajaba, miraba las cosas que hacía, lo que le gustaba, lo que no. Me acuerdo que un día me dice, en chiste: ‘¿Sabés tirar canasto o no?’. Y yo le respondo: ‘Sí. Igual, lo que no sé lo aprendo rápido’. No me olvido más. Profesionalmente, Juan Martín me cambió la vida. Después, cuando Báez empieza a mejorar, lo llamo a Juan para ver si podía entrenarse y a Seba le di todos los tips para que a Juan Martín le gustara practicar con él. ‘No errés, no juegues con curva, esto y lo otro’, porque a Seba le servía mucho. Juan fue un gran referente de Báez y le perfeccionó el entrenamiento. Nos costaba mucho conseguir gente para entrenar y eso que Seba había sido número 1 junior, pero no era fácil conseguir consejos. Seba no tenía padrinos.Sebastián Gutiérrez junto con Juan Martín del Potro y Marcelo

-¿Hoy ya te sentís parte?

-Sí, me siento parte. Me apasiona el armado de equipos, me gusta escuchar, investigar en muchas áreas. Báez, por ejemplo, hizo mindfulness cuatro años [técnica de meditación]. Soy muy abierto. Fui logrando las cosas sin buscar los resultados que tuve. Intento estar en el presente lo más posible y la vida me fue sorprendiendo. El día que entré en el banco de una Copa Davis, con Brasil en 2015, dije: ‘Me puedo morir tranquilo’. Y mirá lo que me tocó vivir después... Estar sentado con David Ferrer hablando de tenis o que me dé un premio [en el Río Open 2024] o compartir entrenamientos con Ivan Lendl, como sucedió en el Masters en el que Báez fue como sparring [en 2018; el checo era coach de Alexander Zverev]. Entonces, no me quiero limitar con ningún objetivo. Amo el tenis, amo este trabajo.

Seba es todo. De chico yo tenía serios problemas de orden, en todo sentido, pero tuve la suerte de conocerlo y de que me acompañara dentro de la Asociación en algunos torneos ITF. Por ejemplo, me miraba tomar gaseosa y me decía: ‘No tomés eso’. Esa es una de las miles de cosas que me corrigió. Me llenó de confianza. No podría estar acá sin él. Tenemos una gran química. Tener este vínculo con un entrenador es difícil y yo tengo la suerte de tenerlo

Sebastián Báez, actual 36°, 18° en 2024

-Otro de tus referentes fue Jorge “Chino” Gerosi, destacado entrenador desde la década del 80 y formador de juveniles.

-Sí, claro. Cuando Báez y yo casi no teníamos ninguna puerta abierta surgió la posibilidad de jugar Interclubes en GEBA. El Chino fue el que motivó la incorporación de Seba al club y ahí me acerqué mucho a él, porque estaba más grande, no pasaba un buen momento de salud, yo lo llamaba, lo iba a buscar para que viera los entrenamientos de Seba y nos abrió sus puertas. Un día me dijo si podía hacerme cargo del armado de los equipos de Interclubes y así empecé en GEBA. Me daba muchos consejos. Él creía en el coach que quería vivir la historia. Lamentablemente lo conocí en la última etapa de su vida [falleció en 2021]. Después sumamos a la academia a Javi Frana [actual capitán de la Copa Davis], que era un producto del Chino entrenador, y le preguntaba qué hacía, cómo trabajaba.Gutiérrez supervisando un entrenamiento de Francisco Comesaña, en el club GEBA

-¿Tu teléfono está abierto todo el día para tus jugadores o en algún momento cortás?

-Hablo casi todos los días con los tres o cuatro jugadores que tengo como prioridad en la academia. Hacemos videollamadas antes de los partidos. Le doy mucha importancia a mi trabajo y también intento aislar a mi familia de todo lo que se vive en el ambiente. Soy fanático de los números, de las estadísticas. Pero el juego es lo que más me divierte. Sigo aprendiendo y cada vez tenés más dudas, porque cada vez sabés más. El tenis, muchas veces, es la jungla. Pero hoy me di cuenta de que di vuelta la mirada desconfiada de algunos trabajando con respeto y humildad. Me encanta hablar con exjugadores y preguntarles cosas. Amo el tenis como cuando era chico.