ROSS/Zeniodi: la del palito

Alguna vez hemos empleado el término 'bruma' para transmitir la sensación que nos llega de una orquesta a la que un director no es capaz de definir, sino vagamente, la música que nos ofrece. Y esta u otras calificaciones similares sentimos que nos llegaban del foso en la 'Ifigenia' reciente, de la que Zeniodi fue responsable. Pero al empezar a oír la 'Rêverie para orquesta', Op. 24 de Scriabin , creímos que esto ya no era bruma, sino calima: a la indefinición anterior ahora parecía cubrirla una nube de arena del desierto, de la nada, una 'terrosidad' que sepultaba cualquier línea melódica que no fuera la principal -y esta tampoco es que destacase muchas- y pensamos especialmente en la intervención de los chelos y de su solista, Alejandro Olóriz , que incluso nos pareció que intentó sacar adelante su intervención bajo la capa de interferencias que se le había echado encima. No había contrastes, ni dinámicas ni agógicas, y la sensación era la del avance de un glaciar, en velocidad y frialdad. Y es que por lo visto la gente se cree que porque esté cansada del esfuerzo que supone un instrumento lo de dirigir parece más fácil, porque es sólo cuestión de menear el palito , y por arte de magia la orquesta sonará como Filarmónica de Berlín (seguramente si lo hiciese con esta orquesta o alguna parecida, efectivamente sonaría como la Filarmónica de Berlín, porque son orquestas con un gran repertorio y que incluso pueden caer en el defecto de que ser difíciles de apartar de la senda que conocen de memoria). Pero para bien o para mal, la ROSS suena tal como la dirigen, trasluciendo el poco o mucho esfuerzo que le hayan dedicado los directores , Aquí lo que nos preguntamos es cómo ha llegado esta criatura a hacerse cargo del foso de una ópera con todos sus perejiles y además se permita el lujo de presentar aparte un programa de orquesta. Pero no para el conservatorio de su pueblo o barriada de su ciudad, sino para una formación como la ROSS; o en vez de dirigir una ópera en el conservatorio o en un centro cívico adaptado, lo haga en el Teatro de la Maestranza. Claro que, aunque muy joven, puede tener ya muchos enemigos. La verdad es que intentó cambiar de enfoque en el acompañamiento del 'Concierto para violín y orquesta' en Re menor, Op.47 de Sibelius , forzando más los volúmenes e intentando imprimir más energía al baladí ritmo que sufrió la pieza de Scriabin. Pero ya para entonces la arena había llegado a las butacas y dudamos que se pudiera hacer algo: al Scriabin le había dedicado poco tiempo, más allá de leerlo y hacerlo leer, y al concierto de violín no era cuestión de echarlo a andar, zamarreándolo, para que cayese la fruta. Es que nada sonaba limpio, no había brillo alguno, cada sección no enlazaba con las demás ni consigo misma. Por suerte, la Conunova volvía por tercera vez con la ROSS de la mano del precioso concierto de Sibelius, una de sus obras más valoradas, y que en las manos de la violinista moldava brillaba como debía. La energía, brío, ardor que le pone a su interpretación; o su delicadeza, finura e intimismo moldean un perfil atractivo ya desde el inicio, con un rápido recorrido desde el agudo a los preciosísimos graves de su violín, y luego en las dos cadencias también dentro del primer movimiento . En el segundo nos atrajo ese inicio sobre esas mismas cuerdas graves sonando sobre las trompas, que no sabemos si ya era obsesión, pero las sentimos un tanto hoscas, incluso en 'piano'. Y en el tercero se completó con la perfección con la que hace frente a las rapidísimas escalas, las dobles cuerdas con las que ejecutaba dos frases en imitación, las melodías de armónicos… Como propina ofreció algo que no recordamos que se haya hecho nunca, y fue ofrecernos un breve dúo para violines de Ligeti con la concertino , Alexa Farré , absolutamente encantador. No hubo sorpresas: como casi todo director, había ahorrado fuerzas para la segunda parte y hay que decir que se notaba una cierta mejoría, pero la tierra, la arena, lo que fuera que enturbiaba el sonido, seguía ahí, si bien ya se pudieron oír intervenciones solistas o seccionales, en lo que los metales ayudaron mucho a unificar desajustes. Pero la verdad es que la posibilidad de disfrutar de las ' Variaciones enigma' Op. 36 de Elgar , con todo su ingenio, brillo o contrastes, no se había conseguido. Así que, mientras, nos fijamos en si había algo que explicara esta indigencia musical y caímos en que durante todo el concierto había marcado los tiempos con las manos en espejo y, novedad, incluso con las dos manos a la vez, en la misma dirección (los dos primeros tiempos de cada compás, porque lo otro ya hubiese sido un verdadero espectáculo). Ello dice del nivel básico que arraastra. Pero es que además no daba las entradas. Una vez advertidos, observamos un momento en que Ciorata estaba esperando a que le diera la entrada -no a los contrabajos, a él solo- y si no llega a ser porque estaba muy pendiente, hubiera entrado tarde. Y esto seguramente se debiera a

Feb 21, 2025 - 01:34
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ROSS/Zeniodi: la del palito
Alguna vez hemos empleado el término 'bruma' para transmitir la sensación que nos llega de una orquesta a la que un director no es capaz de definir, sino vagamente, la música que nos ofrece. Y esta u otras calificaciones similares sentimos que nos llegaban del foso en la 'Ifigenia' reciente, de la que Zeniodi fue responsable. Pero al empezar a oír la 'Rêverie para orquesta', Op. 24 de Scriabin , creímos que esto ya no era bruma, sino calima: a la indefinición anterior ahora parecía cubrirla una nube de arena del desierto, de la nada, una 'terrosidad' que sepultaba cualquier línea melódica que no fuera la principal -y esta tampoco es que destacase muchas- y pensamos especialmente en la intervención de los chelos y de su solista, Alejandro Olóriz , que incluso nos pareció que intentó sacar adelante su intervención bajo la capa de interferencias que se le había echado encima. No había contrastes, ni dinámicas ni agógicas, y la sensación era la del avance de un glaciar, en velocidad y frialdad. Y es que por lo visto la gente se cree que porque esté cansada del esfuerzo que supone un instrumento lo de dirigir parece más fácil, porque es sólo cuestión de menear el palito , y por arte de magia la orquesta sonará como Filarmónica de Berlín (seguramente si lo hiciese con esta orquesta o alguna parecida, efectivamente sonaría como la Filarmónica de Berlín, porque son orquestas con un gran repertorio y que incluso pueden caer en el defecto de que ser difíciles de apartar de la senda que conocen de memoria). Pero para bien o para mal, la ROSS suena tal como la dirigen, trasluciendo el poco o mucho esfuerzo que le hayan dedicado los directores , Aquí lo que nos preguntamos es cómo ha llegado esta criatura a hacerse cargo del foso de una ópera con todos sus perejiles y además se permita el lujo de presentar aparte un programa de orquesta. Pero no para el conservatorio de su pueblo o barriada de su ciudad, sino para una formación como la ROSS; o en vez de dirigir una ópera en el conservatorio o en un centro cívico adaptado, lo haga en el Teatro de la Maestranza. Claro que, aunque muy joven, puede tener ya muchos enemigos. La verdad es que intentó cambiar de enfoque en el acompañamiento del 'Concierto para violín y orquesta' en Re menor, Op.47 de Sibelius , forzando más los volúmenes e intentando imprimir más energía al baladí ritmo que sufrió la pieza de Scriabin. Pero ya para entonces la arena había llegado a las butacas y dudamos que se pudiera hacer algo: al Scriabin le había dedicado poco tiempo, más allá de leerlo y hacerlo leer, y al concierto de violín no era cuestión de echarlo a andar, zamarreándolo, para que cayese la fruta. Es que nada sonaba limpio, no había brillo alguno, cada sección no enlazaba con las demás ni consigo misma. Por suerte, la Conunova volvía por tercera vez con la ROSS de la mano del precioso concierto de Sibelius, una de sus obras más valoradas, y que en las manos de la violinista moldava brillaba como debía. La energía, brío, ardor que le pone a su interpretación; o su delicadeza, finura e intimismo moldean un perfil atractivo ya desde el inicio, con un rápido recorrido desde el agudo a los preciosísimos graves de su violín, y luego en las dos cadencias también dentro del primer movimiento . En el segundo nos atrajo ese inicio sobre esas mismas cuerdas graves sonando sobre las trompas, que no sabemos si ya era obsesión, pero las sentimos un tanto hoscas, incluso en 'piano'. Y en el tercero se completó con la perfección con la que hace frente a las rapidísimas escalas, las dobles cuerdas con las que ejecutaba dos frases en imitación, las melodías de armónicos… Como propina ofreció algo que no recordamos que se haya hecho nunca, y fue ofrecernos un breve dúo para violines de Ligeti con la concertino , Alexa Farré , absolutamente encantador. No hubo sorpresas: como casi todo director, había ahorrado fuerzas para la segunda parte y hay que decir que se notaba una cierta mejoría, pero la tierra, la arena, lo que fuera que enturbiaba el sonido, seguía ahí, si bien ya se pudieron oír intervenciones solistas o seccionales, en lo que los metales ayudaron mucho a unificar desajustes. Pero la verdad es que la posibilidad de disfrutar de las ' Variaciones enigma' Op. 36 de Elgar , con todo su ingenio, brillo o contrastes, no se había conseguido. Así que, mientras, nos fijamos en si había algo que explicara esta indigencia musical y caímos en que durante todo el concierto había marcado los tiempos con las manos en espejo y, novedad, incluso con las dos manos a la vez, en la misma dirección (los dos primeros tiempos de cada compás, porque lo otro ya hubiese sido un verdadero espectáculo). Ello dice del nivel básico que arraastra. Pero es que además no daba las entradas. Una vez advertidos, observamos un momento en que Ciorata estaba esperando a que le diera la entrada -no a los contrabajos, a él solo- y si no llega a ser porque estaba muy pendiente, hubiera entrado tarde. Y esto seguramente se debiera a que no quitabaa los ojos de la partitura. Al final levantó a toda la orquesta, a unos como solistas y a otros como secciones enteras: al fin y al cabo habían sido ellos quienes habían sacado adelante el programa, y no la del palito…