Para una bebida alcohólica: el cultivo argentino que puede ser ganador en medio de la tensión entre Estados Unidos y China
Los aranceles cruzados entre ambas potencias podrían redefinir el mapa global del comercio de sorgo, un grano utilizado en el gigante asiático para la alimentación animal y la producción de baijiu
La reciente escalada en el conflicto comercial entre Estados Unidos y China, que incluyó la imposición de aranceles del 125% por parte de Washington a productos chinos y una respuesta en las últimas horas también del 125% por parte de Pekín, podría abrir una ventana de oportunidad para el sorgo argentino. El cereal ocupa un rol importante en el comercio bilateral entre las dos potencias y la Argentina, uno de los pocos países que cuenta con protocolo sanitario vigente para exportar sorgo a China, se posiciona como una alternativa posible para cubrir parte de la demanda.
Según analistas del sector agroindustrial, esta coyuntura podría generar más negocios. Sin embargo, todo dependerá de cómo evolucione el conflicto, del comportamiento de los precios internacionales de los granos y de la capacidad de la Argentina para dar respuesta. “Existe una oportunidad, sí, pero hay que tener los pies en la tierra: puede aparecer un día y desaparecer al siguiente”, resumieron.
En diálogo con LA NACION, Juan Gear, expresidente de Maizar y presidente de Gear SA, explicó que China importa entre 7 y 8 millones de toneladas de sorgo por año, y aproximadamente el 80% de ese volumen proviene de Estados Unidos. Con los nuevos aranceles ese flujo comercial podría reducirse.
Actualmente China permite importar sorgo desde solo cuatro países: Estados Unidos, Australia, la Argentina y, desde el último año, Brasil. No obstante, aclaró que este último aún no ha concretado operaciones, por lo que el 20% o 30% restante que llega a China proviene exclusivamente de Australia y la Argentina.
Gear detalló el destino de estas compras: cerca del 80% que importa China se destina a uso forrajero —como alimento para el ganado—, mientras que el 20% restante se emplea en la elaboración de baijiu, una bebida alcohólica tradicional que solo puede producirse con sorgo. “Para eso no tienen alternativa”, aseguró.
Este dato es clave porque significa que la mayor parte de la demanda de China puede ser reemplazada por otros granos forrajeros si el precio del sorgo sube demasiado debido a las tensiones comerciales. “Un grano forrajero lo pueden reemplazar con otro grano forrajero”, indicó Gear, y detalló que las alternativas pueden ser el maíz de Brasil, Ucrania o Rusia; el trigo forrajero de menor calidad —no panadero—, producido por varios países o incluso cebada.
“Antes de pagar el arancel cualquier trigo forrajero le va a salir más barato que un sorgo”, advirtió. En ese sentido, las opciones que baraja China incluyen trigo australiano, europeo, argentino, o cebada, según precios y disponibilidad. “No es que se van a desesperar por comprar sorgo argentino. Van a ver a qué precio les conviene comprar y qué otras alternativas tienen”, resumió.
Aun así, existe una oportunidad para la Argentina. Si las compras chinas se reorientan por los aranceles a EE.UU., los exportadores argentinos podrían ocupar parte de ese mercado, aunque con una condición clave: la competitividad en precios frente a los demás granos forrajeros.
En este tablero también aparece Brasil, que aún no ha exportado, pero tiene un enorme potencial. “Con todo el área agrícola que tiene, si decide empezar a producir sorgo, rápidamente va a producir más que la Argentina”, dijo Gear.
Nelson Illescas, director de Contenidos y Comunicación en GPS, coincidió con ese análisis, aunque manifestó que todo dependerá de cómo termine la situación: “Tenemos una gran ventaja: el protocolo de exportación está abierto y ya se están enviando embarques”.
Sin embargo, advirtió que la principal dificultad es la volatilidad del escenario internacional. “Hay que tener en cuenta que todo puede modificarse de un día para el otro. Basta con que Trump o el nuevo gobierno estadounidense se sienten a negociar para que desaparezca la medida que hoy prohíbe a EE.UU. exportar sorgo a China. Por eso hay que ser cautelosos con la idea de una oportunidad sostenida. Puede aparecer un día y desaparecer al siguiente”, señaló.
Pese a ello, reiteró que la Argentina cuenta con condiciones favorables. “Ya produce, ya exporta y tiene el protocolo vigente con China. Eso lo podría aprovechar”, dijo Illescas. A diferencia de Brasil, que aún no ha colocado embarques, el país ya cuenta con una estructura exportadora activa. Además, el mercado argentino ha mostrado señales de recuperación en el área sembrada.
Durante la campaña 2023/24 se sembraron 950.000 hectáreas del cultivo en la Argentina, según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. Para el ciclo 2024/25, se estimó una superficie mayor a un millón de hectáreas y 3 millones de toneladas. Parte de este crecimiento estuvo relacionado con la aparición de la chicharrita, que afectó los cultivos de maíz y llevó a muchos productores a buscar alternativas.
“El productor empezó a conocer más el cultivo. Lo positivo es que no fue una reacción puntual, sino que se generó una base para que el sorgo vuelva a formar parte de las decisiones de siembra”, explicaron desde la Bolsa de Cereales porteña.
En Argentina, el sorgo se usa principalmente para forraje y silaje. El especialista explicó que el grano, debido a su alto contenido de taninos, no se utiliza de forma masiva en la alimentación animal doméstica. Casi toda la producción del grano tiene destino de exportación y ese tipo de sorgo es el que demanda el mercado chino.
Un punto alentador, indicó, es que China ya ha demostrado capacidad para reconfigurar su sistema de alimentación animal. En el pasado, tras sufrir una fuerte pérdida de su stock porcino y enfrentar restricciones a la importación de cebada australiana, recurrió al sorgo como alternativa. “Es un mercado que se adapta, pero también reacciona rápido ante los cambios de precios y políticas”, apuntó.