Cuesta creer que se haya tardado tantísmo en realizar la primera gran retrospectiva de Maruja Mallo (Viveiro, 1902-Madrid, 1995). Ha habido alguna tentativa menor: en 1993, con motivo de la inauguración del CGAC, o ya en el siglo XXI, en 2010, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en la que estudió. Pero mientras en nuestro propio país nos hemos dedicado a la recuperación de otras 'olvidadas' extranjeras ( Hilma af Klint en el Picasso-Málaga en 2013, pavimentándole el terreno al Guggenheim el pasado 2024; o Leonora Carrington, en Mapfre, en 2023), aquí hemos vuelto a disfrutar de esa santa eterna siesta para con lo nuestro que tanto caracteriza a la mentecatería española. Y digo que cuesta entenderlo...
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