La mano de Trump disimula torpezas y aleja el plan B
Estados Unidos es el principal socio y el único con poder de veto en el FMI: ¿qué otro motivo tendría Milei para exponerse y cambiar drásticamente su decisión sobre Ucrania?

El indicio más claro de que la Argentina tendría pleno respaldo de Trump para la negociación con el Fondo Monetario Internacional apareció hace dos lunes en la ONU. Ese día, 24 de febrero, la Cancillería se abstuvo de votar con otras 93 naciones una resolución que le reclamaba a Rusia retirar sus tropas de Ucrania. Fue una sorpresa mundial. No hizo falta hurgar demasiado en las razones del viraje diplomático porque el propio Gobierno admitió horas después a través de su vocero, Manuel Adorni, que la decisión se tomaba para acompañar la propuesta de paz de la Casa Blanca. Estados Unidos es el principal socio y el único con poder de veto en el FMI: ¿qué otro motivo tendría Milei para exponerse y cambiar drásticamente su decisión sobre un país a cuyo líder, Volodimir Zelensky, acababa de abrazar en Davos al grito de “Oh, my friend”?
La Argentina volvió a elegir el camino del alineamiento con la principal potencia. La abstención, que molestó a la OTAN y a parte de la oposición argentina y que recibió críticas de analistas y diplomáticos, fue interpretada con mayor indulgencia en el mundo de las empresas, donde se la juzgó como un movimiento geopolítico pragmático. “Una jugada profesional en un gobierno que a veces comete errores de amateur”, dijeron en una multinacional.
A Milei no le costó tanto acomodarse. Horas antes, probablemente en el encuentro que ambos tuvieron en la CPAC, Trump lo había convencido con varios argumentos. Entre ellos, algo que viene exponiendo en público: las supuestas irregularidades que, dice el republicano, se habrían cometido en Ucrania con los 350.000 millones de dólares de ayuda de Estados Unidos. Quienes frecuentan al presidente argentino dicen que lo vieron firme en la decisión. Y que tampoco dudó el domingo pasado, cuando escuchó a Mauricio Claver-Carone, enviado especial del Departamento de Estado para América latina, calificar el caso $LIBRA como “una lección” para Milei y, peor, poner en duda la posibilidad de un tratado de libre comercio entre ambas naciones. Es cierto que la opinión de Claver-Carone viene seguramente influida por una vieja enemistad que tiene con Guillermo Francos desde los tiempos del BID, cuando el ahora jefe de Gabinete votó en favor de removerlo del cargo. Y que el propio Trump pareció querer corregir la declaración cuando, consultado horas después por Rafael Mathus Ruiz, corresponsal de la nacion, sobre si consideraría la posibilidad de un tratado de libre comercio, contestó que sí y volvió a elogiar Milei.
Pero ¿por qué tanta generosidad de Trump? No lo hace solo por afinidad. Detrás de su respaldo hay también intereses. Por lo pronto en el conflicto en Ucrania, a cuyo presidente le objeta hasta el apoyo que les dio a los demócratas en la campaña. En la versión completa del video de la accidentada charla que tuvieron en el Salón Oval, el vicepresidente J. D. Vance le enrostra a Zelensky una visita que hizo en septiembre a una fábrica de municiones y haberse reunido con Kamala Harris en la Casa Blanca. “Fuiste a Pensilvania e hiciste campaña para la oposición”, le dice delante de los periodistas.
Trump, que tiene vínculos con Putin, necesita que la guerra termine y atribuirse ese mérito. Pretende además evitar que, acorralado por el conflicto, el líder ruso decida acercarse a China. Lo mueven también intereses económicos: Rusia es el mayor productor del mundo de combustible nuclear y un gran proveedor de las 98 centrales atómicas de Estados Unidos. No sería fácil reemplazarlo: no existe tanta oferta disponible y, una vez apagadas, rehabilitar estas usinas requiere de al menos tres años de autorizaciones técnicas. El 27% de la energía de Estados Unidos depende de estos insumos. Incluso Biden cuidaba este tema sensible: pese a las sanciones comerciales al Kremlin, les concedió a las empresas norteamericanas exenciones hasta 2027 para importar uranio enriquecido de Rosatom, la agencia nuclear rusa.
Por eso la Casa Blanca valora el gesto de Milei, a quien ve además como un ejemplo digno de ser mostrado a los norteamericanos: hasta un país indisciplinado como la Argentina puede reducir gasto. Es política interna. Trump pretende aplicarla en una economía complicada por el relativo aumento en la inflación y las tasas de interés. Un crédito prendario para comprar un auto, que costaba en 2021 un 2,5% anual, llegó a fines del año pasado al 10%. Una botellita de agua mineral Whole Foods pasó en el mismo lapso de 1,39 a 2,50 dólares en Washington. Y una libra de skirt steak, el equivalente a la entraña argentina, de 11,99 a 18,99. Por eso a Elon Musk le sirve el regalo de Milei, la motosierra. La Casa Blanca viene planteando, por ejemplo, que la asistencia a Ucrania se hizo con impuestos de los norteamericanos que deberían ser reintegrados de algún modo, aunque fuera mediante acuerdos para explotar minerales en territorio europeo.
Razones que explican el espaldarazo a un acuerdo con el Fondo que hace diez días parecía difuso. “Si no sale vamos a tener que arreglarnos con lo que tenemos”, habían llegado a decir en el Palacio de Hacienda. La incógnita es ahora cuánto cepo está dispuesto a flexibilizar el Gobierno no bien reciba el desembolso. Y en qué momento. Milei quisiera empezar antes de mayo para incentivar las liquidaciones del agro. Su ministro de Economía parece en cambio más cuidadoso. Dependerá en todo caso del monto del aporte.
Pero ya la inminencia del anuncio le da al Gobierno un alivio. Atenúa por lo pronto los reverberos del caso $LIBRA o el incidente de Santiago Caputo con Manes justo cuando empezaban a escucharse cuestionamientos internos al asesor del Presidente. En el propio Palacio de Hacienda, por ejemplo. Y hasta renueva el ánimo de empresarios que venían quejándose del tipo de cambio o de los aranceles de Trump.
Si el vínculo es bueno, dicen ahora las corporaciones, que al menos sirva para cerrar acuerdos bilaterales con sectores como el biodiésel o los cítricos. Y hasta para conseguir, como en 2018 con Macri, cupos de excepción para los aranceles al acero y el aluminio. Techint, que se diversificó en los últimos años con inversiones en el Golfo de México y Texas, y Acero Metal –con pocas exportaciones a Estados Unidos– no están tan expuestas como Aluar, que sigue arriba de 400 millones de dólares. La pregunta es, con todo, cuánto interés pondrá la Cancillería argentina en estas negociaciones. “Milei no es Macri: a él no le preocupa tanto la micro”, se anticiparon en una cámara.
La urgencia sigue siendo la macro. Por eso los empresarios celebran las novedades. Y si han detectado torpezas del Gobierno en el ámbito institucional, manda la macro: es probable que las cámaras que emitieron comunicados contra las designaciones en comisión de los jueces para la Corte no cuestionen ahora el decreto para el FMI. Porque son problemas distintos. Una vez aprobado por el staff, el acuerdo tendrá efecto inmediato y no corre peligro. La carencia de un marco jurídico o político adecuado podría en cambio condicionar inversiones que necesitan que la Argentina sea un país normal. He ahí la dificultad: la fragilidad del oficialismo y, peor, lo que proyectan como alternativa si fracasa. “El plan B es una vuelta al pasado”, definió un lobista. La mano de Trump significa todo eso: que la última oportunidad no se eche a perder.