LA GRAN COMPAÑÍA ARAGONESA DE ROGER DE BRINDISI. FUENTES GRIEGAS SOBRE SU ESTANCIA Y ACTIVIDAD EN BIZANCIO – José Luis Calvo Martínez
En 2021, la Universidad de Granada, en su colección Monumenta Regni Granatensis Historica, publicó, bajo el título que encabeza la presente reseña, la traducción y traslación directa del griego al castellano de los escritores bizantinos que trataron sobre la desmesurada expedición almogávar a Oriente. De este modo y de la mano de su autor, el […]
En 2021, la Universidad de Granada, en su colección Monumenta Regni Granatensis Historica, publicó, bajo el título que encabeza la presente reseña, la traducción y traslación directa del griego al castellano de los escritores bizantinos que trataron sobre la desmesurada expedición almogávar a Oriente. De este modo y de la mano de su autor, el profesor Luis Calvo Martínez, se nos permite acceder, en la segunda parte del libro, a los textos de Giorgios Paquimeres (Historias sobre Andrónico Paleólogo), Nicéforo Gregorás (Historia romana), Atanasio I, patriarca de Constantinopla,(Cuatro cartas a Andrónico II), Teódulo Magister, el Pseudo Sfrantzés, Laónikos Chalcocondylas, la Crónica de Morea o la de Galaxidión. Si bien, todo ello es introducido, en la primera de las partes del libro, por el pertinente análisis de las fuentes, incluyendo la propia Crònica de Ramon Muntaner, pues serán objeto de comparación entre ellas y con los propios hechos históricos.
Antes de entrar en materia, no puedo privarme de hacer una curiosa observación, puesto que el autor, José Luis Calvo Martínez, es catedrático de Lengua y Literatura Griega en esa misma Universidad de Granada y doctor por la Complutense de Madrid. ¿Y por qué esto me llama la atención? Pues porque los primeros acercamientos académicos a «la Gran Expedición» vinieron también desde el mundo de la Literatura y la Lengua —Antonio Rubió i Lluch, Nicolau d’Olwer…—. Aunque tampoco es mucho de extrañar puesto que la materia se presta a la épica, siquiera salvaje y brutal, y a la pura narrativa. Y a ello bien que ayudó el estilo del primer cronista y canciller de la hueste.
El trabajo de Luis Calvo Martínez se articula en dos grandes bloques. El primero se centra en la presentación de fuentes y autores, los cuales relaciona y enumera, situándolos en su contexto histórico y poniendo de relieve los rasgos característicos y personales de cada uno de los emisores. De este modo, José Luis Calvo enmarca la Crònica de Ramon Muntaner sobre su base principal, su valor como testigo presencial de los hechos, aunque matiza el momento en que la obra fue redactada, ya en la vejez, así como su deuda personal con determinados personajes de la Casa de Aragón, Mallorca y Sicilia, o el hecho de que, tras el apresamiento de Berenguer de Entenza, el cronista abandonó la hueste en Gallipoli, por lo que su narración depende ya de terceros. Pero, quizá el mayor matiz venga dado, a juicio de Luis Calvo, por el hecho de que «Muntaner no es un historiador, es un cronista», al que «la función poética del lenguaje» le lleva a «no ser tan preciso como debiera», por lo que tiende a obviar los hechos negativos y a «embellecer y/o a engrandecer las cifras y los hechos». De Jerónimo Zurita, citado varias veces al paso, pone de relieve el hecho de que, en ocasiones, este Cronista oficial del Reino de Aragón, como buen conocedor del griego clásico, traslada directamente el texto de Paquimeres, cosa nada extraordinaria, puesto que es bien sabido que la principal virtud de este historiador es la fidelidad al documento cancilleresco y no tanto cuando sigue a otros cronistas anteriores, de los que muchas veces duda.
Por lo demás, el autor del trabajo sitúa las dos principales fuentes bizantinas, Georges Paquimeres y Nicéforo Gregorás, en el ámbito cultural del segundo renacimiento bizantino, el llamado «Renacimiento de los Paleólogo». Del primer cronista, hombre de letras y leyes, presidente de un alto tribunal eclesiástico —el protékdikos—, resalta su visión completamente pesimista de la historia humana: los hechos no son sino mero trasunto de la justicia divina; es hombre fiel a su emperador, antiunionista en el asunto del cisma y, por tanto, impregnado del sempiterno odio a francos y latinos. Pero también juega en él, la antinomia historiador/literato, de modo que oblitera hechos relevantes y reitera machaconamente otros que interesan menos a su personal visión. José Luis Calvo lo expresa muy bien: «allí donde este [Muntaner] exagera y exalta, Paquimeres oculta y justifica»; sin embargo, Paquimeres está, vital y geográficamente, muy cercano a los hechos que historia, pues vive en Constantinopla al tiempo de la Gran Expedición, y es el autor griego que con más detenimiento habla de los almogávares en su Syngraphikaí Istoríai, aunque su texto solo alcanza hasta la muerte de Entenza.
De Gregorás, el archivero —bibliofilakas— de origen póntico e igualmente fiel a Andrónico II, aunque menos servil que Giorgios —legó a sufrir reclusión por su oposición a la facción triunfadora de los hesycastas, ascetas místicos enemigos de toda cultura, liderados por el monje Palamás— José Luis Calvo destaca que aquél cifra toda causa generadora de los sucesos históricos en la Providencia Divina, si bien con toques de referencias clásicas que apuntan a la hybris humana como detonante de la tragedia y de la ruina, la ate, que cae tanto sobre el propio pueblo romeo como sobre Roger, Berenguer de Entenza o Rocafort—. Por eso, las andanzas almogávares no son, trasladando el esquema clásico al cosmos cristiano, sino el merecido castigo expiatorio por los pecados cometidos. Los hechos que nos interesan ocupan una parte del libro VIII de su Historia romana y llega más allá del relato de Paquimeres y, más en concreto, hasta las riberas beocias del Cefiso (o del Halmyros tesalio, según otros).
La siguiente fuente de relevancia viene dada por las cuatro cartas del patriarca de Constantinopla Anastasio I, santo ortodoxo, caritativo y ascético, pero extremado antiunionista, el cual llega a solicitar del autocrátoras bizantino que, actuando como Moisés, libre a su pueblo ortodoxo de aquél al que llama el Siciliano, «inhumano y cruel», peor que las diez plagas de Egipto, «pues a todas se iguala, casi, en maldad e impiedad». La fuente en sí tiene más valor por el digujo de los personajes que por los hechos que contiene.
Las fuentes coetáneas terminan con los discursos y cartas del rétor y escoliasta Tomás Magistro —Teódulo, una vez ordenado—. La primera, dirigida al emperador (el discurso Presbeutikós) se centra en la defensa del general Jandreno, azote de los almogávares en Tracia y familiar político de Tomás, posible educador de Andrónico. La segunda es la remitida al filósofo Joseph, maestro del remitente en su juventud. Su valor estriba, en todo caso, en ser una visión local y distinta de una fase concreta de la Gran Expedición, pues el foco de la misma está puesto en Salónica y no en la capital del imperio, amén de atestiguar el saqueo de dos monasterios del Monte Athos.
Las fuentes secundarias, y tardías, adquieren menos importancia en el estudio dado su menor peso, dado que las crónicas de Morea —en sus tres versiones: griega, franca y aragonesa, salida esta última del scriptorium del Gran Maestre del Hospital Johan Ferrández d´Heredia— o la llamada de Galaxidión, solo tangencialmente y de forma breve tocan los hechos de la Koumpanía. Lo mismo sucede con las Historiarum Demonstrationes de Laónico Chalcocondylas, o con el Pseudo-Sfrantzés.
Quizá, y no tan sin quizá, la parte más jugosa e interesante del trabajo de José Luis Calvo Martínez sea la que sigue a la mera presentación de las fuentes, pues en ella nos ofrece el cotejo y estudio comparado de cada una de las visiones en relación con los distintos hitos de la Gran Expedición, según el siguiente guion:
- Antecedentes, causas y preparación de la Compañía (Guerra de Sicilia, presentación de Roger, razones de la expedición, nombres y números).
- Llegada a Constantinopla y reyerta con los genoveses.
- Invernada en Cízico y batalla de Artace.
- Anatolia 1304.
- La muerte de Roger (con especial interés en las causas y circunstancias de la misma en cada autor).
- La Venganza (Gallípoli y Rodostro, batallas de Branquialo y Apros).
- Tracia y venganza contra los alanos.
- Ocupación del territorio del Ganos.
- La partida hacia el sur.
- Tesalia, Beocia y Atenas.
Solo por citar algún ejemplo, José Luis Calvo pone de manifiesto la diversidad de miradas. Mientras que, para Muntaner, Roger decide partir hacia Constantinopla por lo pernicioso que la inactividad traída por la paz de Caltabellota había de suponer para combatientes, almogávares y, sobre todo, civiles sicilianos, Paquimeres, por contra, la centra en las necesidades personales de Roger, al hallarse carente «de recursos en todos los sentidos», a la par que en Gregorás todo se debe a las costumbres de aquellas gentes que «llevaban una vida errante y trasmarina reuniéndose con vistas a una ganancia propia de piratas». Es curioso, siguiendo con los ejemplos, que Muntaner achaque el asesinato de Roger a la bonhomía del ya César que le hace querer despedirse cortésmente de un co-emperador, Miguel, arrebatado por la envidia de su adquirida gloria militar en los campos anatolios donde él había sido humillado; Paquimeres, sin embargo, exculpa a los dos paleólogos sin titubear e imputa en exclusiva a Georgos y a sus alanos, mientras que Gregorás deriva la muerte de un arrebato de ira de Miguel IX, espontáneo y no planificado, pues, según Nicéforo, el adalid había subido a Orestíade «a reclamarle los recursos anuales que se les habían asignado y a añadir amenazas si preciso fuera».
Parejas, múltiples e interesantísimas cosas podrían decirse respecto del resto de toda esta sección de la obra, cuando se analizan, desde cada autor, las cifras de huestes, galeras, taridas, localización de campos de batalla y desarrollo de las mismas, o los motivos de las acciones de los personajes: del propio Roger, de Berenguer de Entenza, de Arenós, del infante Ferrán de Mallorca, de Rocafort… De hecho, no me resisto a exponer la siguiente comparativa de José Luis Calvo sobre la muerte de Berenguer de Entenza y el abandono del comisionado de la casa real siciliana, el infante Ferrán, y los pasos subsiguientes de Ximénez de Arenós:
Luego [Paquimeres] termina el relato con una versión que no coincide con la de Muntaner sobre la muerte de Berenguer: para Paquimeres se trató de un acto premeditado y a traición de Rocafort quien decidió «adelantarse y actuar antes que recibir el ataque de ellos». Y culmina con la estampa de un Arenós «vagabundo y exiliado sin honor». Sin embargo, Gregorás lo convierte en nuevo Megaduque y familiar del emperador por su casamiento con Teodora atendiendo por fin a los requiebros que Andrónico nunca dejó de dirigirle (pág. 73).
A todo ello sigue una segunda parte con el conjunto de los textos traducidos, si bien, como es lógico, solo en aquellas partes que hacen relación a los hechos almogávares. Son poco más de 130 páginas, pero muy útiles para comprender el impacto que aquellos hechos produjeron en la sociedad grecobizantina, vistos todos ellos desde puntos tan diversos como la oficialidad culta de la estructura “burocrática” imperial, o desde la iglesia anti-unionista, y tanto desde la capital, como desde Salónica o el Despotado de Mistras, y además a lo largo de varios siglos, puesto que la última de las fuentes, la Crónica de Galaxidión, fue escrita por la mano del (hiero)monje Eutimio en marzo de 1703.
Con esto y con la bibliografía incluida, todo estaría terminado, pero el autor nos suma en forma de apéndice, yo diría que regala, el documento n.º XV del Diplomatari de l’orient catalá (1301 – 1409), de Rubió i Lluch, proveniente de la cancillería siciliana y fechado en torno a 1305, el cual narra sucintamente los hechos desde la partida de Sicilia hasta la derrota de Miguel IX en Apros, con especial referencia a los manejos de la corte sícula ante el papa para aprovechar la hueste que vagaba por Tracia en un pretendido intento de asaltar el solio constantinopolitano:
Pues bien, conocidas todas estas cosas [que el basileo no cumplía sus pactos con Roger], como uno que voluntariamente se enfrenta a aquellos que son desobedientes a la Iglesia Romana y actúan contra la fe católica, envió [Fadrique III de Sicilia] dos frailes predicadores al pontífice romano, señor Benedicto de virtuosa memoria, junto con sus embajadores enviados el día de antes a la curia romana. Y por medio de estos le pidió que le concediera licencia, si procedía de su beneplácito, para atacar a dicho emperador. El Sumo Pontífice respondió a dichos hermanos que le era muy grato. Por dicha licencia el señor rey ordenó que se armaran diez naves al frente de las cuales puso al noble Sancho de Aragón, hermano suyo, añadiendo algunos soldados más veteranos como consejeros y guías de este, debido a su edad juvenil. Y les ordenó que con dichos navíos atravesaran el mar hacia las partes antedichas de Romania e intentaran golpear con todas sus fuerzas al dicho emperador (pág. 212).
Por último, he de hacer notar, porque seguro que a muchos llama la atención, que el autor, de inicio, se mete en un florido jardín en el primer capítulo de la primera parte, cuando analiza los nombres de la compañía —las denominaciones oficiales y aquellas que han devenido en éxito historiográfico desde el siglo XX—, así como la posible composición por orígenes territoriales de la misma hueste. Ese es un jardín en el que, por mucho que tenga yo opinión propia, no me meteré. Lo que sí haré es recomendar vivamente la lectura de un libro que abre muchas caras de ese oscuro poliedro que fue y aún es la Universitas exercitus francorum in Romanie partibus existentis, generadora de una violenta leyenda devenida en romántica, plena de épica, sangre, maldad y múltiples traiciones.
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La Gran Compañía aragonesa de Roger de Brindisi, Fuentes griegas sobre su estancia y actividad en Bizancio, José Luis Calvo Martínez. Granada, Universidad de Granada, 2021, 216 páginas.