La ‘Eneida’, dos mil años después

La epopeya escrita por Virgilio en el siglo I a. C. es una relectura de los poemas homéricos que alterna política, pensamiento y literatura en una ruta mítica entre las ruinas de Troya y la futura Roma. La entrada La ‘Eneida’, dos mil años después se publicó primero en Ethic.

Mar 13, 2025 - 12:12
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La ‘Eneida’, dos mil años después

Hijo de un noble troyano y de una diosa del Olimpo, confiado a las ninfas desde niño, educado para la caza por un centauro que era también curandero… Los primeros pasos de Eneas, el héroe que da nombre a la Eneida, no fueron precisamente como los de cualquier otro niño. Trece siglos antes de que Dante Alighieri lo convirtiera en guía de su Comedia a través del purgatorio y el infierno, Virgilio concebía sus propios mundos extraordinarios en poemas o epopeyas.

Su inspiración mitológica, muchas veces, hace olvidar que representó al hombre de su tiempo con todos sus matices e imperfecciones. Eneas, concebido como un valiente héroe que sobrevive al asedio de Troya y emprende un viaje de vuelta que lo lleva a Roma, con la pietas –una virtud que hoy también parece de leyenda– como más visible estandarte, es su personaje definitivo, a pesar de que su creación generara otro mito: el del poeta, en su lecho de muerte, pidiendo que se queme la obra que le tomó más de diez años de su vida por considerar que no alcanzó la perfección que buscaba. Ni recurriendo al oráculo podría Virgilio vislumbrar que, veintiún siglos después, la Eneida seguiría siendo considerada una obra arquetípica, un texto canónico para propósitos educativos y filológicos.

Durante la guerra de Troya, a pesar de recibir los favores de algunos dioses como Afrodita, su propia madre, Eneas fue uno de los más valerosos guerreros. Fue Afrodita también la que lo hizo abandonar las ruinas de una Troya aún humeante junto a su familia y algunos compañeros, no como un acto de cobardía ante el final de una ciudad sentenciada, sino como una muestra de entereza ante la posibilidad de un destino distinto. «No voy en pos de Italia por mi voluntad», le dice en un momento de su largo periplo Eneas a Dido, la reina de Cartago que fue su amor desdichado, como tácita aceptación de aquel destino al que lo ha llevado su circunstancia constantemente influenciada por los caprichos de los dioses. No fue a Roma por su voluntad, pero fue su voluntad aceptar ir. Es un héroe desinteresado al servicio de, lo que entiende, es una causa superior.

Eneas es un héroe desinteresado al servicio de, lo que entiende, es una causa superior

He ahí la manifestación de la mencionada pietas: el deber, la lealtad, la devoción o comportamiento religioso, todo lo que haría que se convirtiera en una de las virtudes definitivas de la Antigua Roma.

Este espacio de libertad humana ante el constante acecho de lo divino dará pie a los acontecimientos que tendrán como consecuencia el nacimiento de Roma y de su forma de civilización –política e imperialismo incluidos–, lo que, de algún modo, es también el nacimiento de la civilización occidental tal como la conocemos hoy. Paradójicamente, esa Roma es una ciudad que nunca le pertenecería a Eneas, del mismo modo que la Eneida dejó de pertenecerle a Virgilio una vez escrita. Augusto y sus sucesores la tomaron como obra totémica para explicar la grandeza de su imperio: cada aventura de Eneas, cada pérdida, cada batalla, cada muerte, cada nueva parada en su ruta, incluso cada ensoñación o visión de un supuesto futuro que experimenta, forjaron la leyenda original de Roma, tras una travesía increíble en barcos o a pie, en tierra firme, en islas o desafiando al mar.

Cada aventura de Eneas ayudó a forjar la leyenda original de Roma

«Virgilio, cuyos versos habían sido ya leídos desde la Antigüedad Tardía a manera de adivinaciones para el futuro, pasó a convertirse en hacedor medieval de portentos y talismanes», ha dicho sobre el autor el filólogo español Francisco García Jurado. El estudioso, autor de Virgilio. Vida, mito e historia, ha dicho también: «La Eneida nos cuenta, en efecto, cómo llegaron los troyanos hasta el Lacio para fundar un nuevo imperio, pero también nos deja entrever todo aquello que perdieron por el camino. Por ello, al cabo de los años, nos damos cuenta de que esta obra cuenta también la historia de nuestros azares y errores».

La epopeya como inspiración de un mito ancestral

Inspirado en la Ilíada y la Odisea –de hecho, la Eneida podría considerarse una especie de spin-off, según el actual lenguaje de las series–, Virgilio concibe su propia cosmovisión para el mundo postroyano en el que Eneas tendrá que desenvolverse. Después de todo, ¿cómo nace un héroe más que recorriendo el camino que lo lleve a la grandeza? El emperador Augusto seguía de cerca la creación del poeta, mientras intentaba encontrar en Eneas el esplendor de la propia Roma, la sangre original de Rómulo y Remo, sus descendientes, y, por qué no, también algo de la loba que los acogió.

Dice el poeta y ensayista chileno Antonio Cussen, autor de El milenio según Virgilio, que, al escribir su poema épico, el poeta pretendió «fundar una especie de dinastía divina –los Césares−, a través de la cual el nuevo imperio quedara unido a los orígenes míticos del pueblo romano, que son las glorias de Eneas tras la caída de Troya. Ahora, lo que yo planteo es que pretende mucho más que eso, porque concibe el comienzo del imperio como el comienzo de un nuevo milenio. Y con eso, lo que en definitiva quiere Virgilio es fundar un orden terrenal que sea la imagen de un cosmos que funciona. Ni más ni menos. Esa intención de fundar un nuevo milenio es lo que da coherencia a todos los códigos numéricos y verbales de este gran criptograma».

«Yo planteo que la Eneida es un poema alegórico», dice Cussen. «Sin embargo, es mucho más que eso. Es un tratado político, entre otras cosas (…) muchos críticos aciertan en plantear que hay una visión pesimista, y al mismo tiempo optimista de la Eneida que está en pugna».

Cussen: «La ‘Eneida’ es un tratado político, entre otras cosas»

Es importante mencionar que Jorge Luis Borges habló de la Eneida como una de sus obras esenciales, de esas que lo acompañaron permanentemente a lo largo de su vida. El autor argentino destacó la estética de la expresión virgiliana, y el uso de la metáfora poética, el símil y otros recursos literarios: «Virgilio no nos dice que los aqueos aprovecharon los intervalos de la oscuridad para entrar en Troya, habla de los amistosos silencios de la luna. No escribe que Troya fue destruida, escribe “Troya fue”. No escribe que un destino fue desdichado, escribe “De otra manera lo entendieron los dioses”. Para expresar lo que ahora se llama panteísmo nos deja estas palabras: “Todas las cosas están llenas de Júpiter”. Virgilio no condena la locura bélica de los hombres, dice “el mal del hierro”».

Cada nueva lectura de la Eneida implica la creación de un nuevo imperio en la imaginación del lector. Cada lector es un potencial Eneas, consciente de que el deber y el destino son también formas de libertad.

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