Insectos y residuos agrícolas: una dieta más sostenible e igualmente nutritiva para las aves de corral

La soja y el maíz son, a nivel global, los principales ingredientes en la dieta de las aves de corral. Ambos cuentan con un alto valor proteico y, desde una óptica medioambiental, un gran inconveniente: su producción se concentra mayoritariamente en monocultivos gigantescos de un puñado de países (Brasil, EEUU y Argentina en el caso de la soja; EEUU, China y Brasil para el maíz). Pocos estados son autosuficientes a la hora de abastecer la alta demanda de estos dos productos en sus mercados nacionales, ya sea para alimentar humanos o animales. Esto se traduce en un flujo constante de importaciones y exportaciones que deja sobre el planeta una inmensa huella de carbono. Hablamos de una cara oculta nada desdeñable de un sector muy contaminante: la generación y transporte de alimentación para ganado.   

¿Existen, en la crianza de aves de corral, alternativas viables y más sostenibles? De esta pregunta surgió en 2021 SUSTAvianFEED, un proyecto financiado por la Unión Europea que ha reunido a investigadores de cuatro países mediterráneos (España, Italia, Turquía y Túnez) y ha contado con el apoyo de empresas locales y organizaciones como la Fundación Slow Food para la Biodiversidad. Con cuatro patas diferentes (una por país), la investigación ha convergido en un objetivo común: reducir el impacto medioambiental de la alimentación de gallinas y pollos sin que esto suponga un menoscabo nutricional. Menos emisiones de CO2 pero igual (o mejor) calidad en la comida que ingieren las aves. Todo ello con un enfoque de economía circular y la imaginación al poder con el fin de idear opciones nunca o poco exploradas anteriormente. Los resultados son prometedores y apuntan a un horizonte de ganaderías nacionales menos dependientes del exterior y más respetuosas con la naturaleza.  

La soja y el maíz, base de las dietas para aves de corral en el mundo, se producen sobre todo en inmensas plantaciones de unos pocos países

En España, el proyecto ha corrido a cargo de la Universidad de Murcia (UM), cuyos investigadores han probado, en gallinas ponedoras de una raza endógena, dos dietas diferentes para compararlas con la dieta de control (harina de soja y maíz). La primera estuvo compuesta por un combo de guisantes y dos subproductos (residuos) de la industria murciana: el conocido, por sus siglas en inglés, como DDGS (que viene de la destilación del maíz en la obtención de etanol) y la harina de girasol que se origina en la elaboración de aceite. Para la segunda dieta se añadieron, a este trío vegetal, larvas de moscas soldado. La producción de este insecto, que atesora un elevado potencial proteico, también entró en el ciclo de circularidad, ya que la empresa Entomo usó como alimento bagazo de cerveza y subproductos varios del cultivo de hortalizas. 

Cuenta Silvia Martínez Miró, vicedecana de la Facultad de Veterinaria de la UM, que, tras pasar por el laboratorio, los huevos de las gallinas alimentadas con estas dos dietas alternativas presentaron «la misma calidad que los de aquellas a las que se había dado una dieta convencional, incluso algo mejor en la segunda, la que incorporaba insectos». Además, «los valores de aminoácidos y proteínas de alta calidad suministradas a las gallinas fueron muy similares». Más aún, los cálculos certificaron una «reducción del 10% en las emisiones de CO2 para ambas dietas». Y añade que, si proyectos como SUSTAvianFEED ayudan a reducir el consumo de soja, esto también contribuiría a frenar la deforestación que conlleva su cultivo masivo en países como Brasil.  

Resuelta la ecuación entre capacidad nutritiva y sostenibilidad, ahora se trataría de aumentar oferta y abaratar costes. La primera dieta alternativa (trío vegetal) resulta igual de cara que la convencional, aunque su disponibilidad es mucho menor. Y la segunda (trío vegetal más insectos) es, por el momento, sustancialmente más costosa, aunque esto, apunta Martínez Miró, «podría resolverse con economías de escala».       

Las economías de escala podrían aumentar la oferta y disminuir el coste de opciones novedosas para la alimentación de pollos, gallinas y otros animales

En los otros tres países también surgieron ideas novedosas para alimentar a las aves de corral. Harinillas de trigo y pulpa de tomate seco en Turquía, residuos de las industrias vinícola y cervecera en Italia… Según Giorgia Masciulli, del departamento de comunicación de Slow Food, y aunque su organización promueve la «producción a pequeña escala», estas dietas divergentes «podrían suponer una opción perfectamente válida para una ganadería industrial» menos contaminante. Mientras se avanza hacia modelos de negocio factibles para lo ya investigado, la intención es ampliar el proyecto a otros países europeos y otras especies animales. 

SUSTAvianFEED también se ha ocupado de analizar las preferencias de los consumidores en la compra de productos cárnicos. Masciulli subraya que «existe una fuerte conciencia sobre el impacto medioambiental de la ganadería intensiva en conjunto, pero no tanto sobre el papel que en este juega la alimentación de los animales». A largo plazo, sensibilizar sobre este aspecto clave en la cadena de producción de carne sería otro fin deseable del proyecto. 

Desde un punto de vista estratégico, Martínez Miró sostiene que reducir la dependencia española de soja y maíz foráneos se antoja muy necesario «en un contexto geopolítico tan convulso», con guerras como la de Ucrania que han encarecido el comercio internacional y la escalada arancelaria que estamos viviendo en los últimos tiempos. 

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