“Hace 31 años fue la última cena juntos, sin saberlo”: el recuerdo de Matías Bagnato a su familia
Sus padres, sus dos hermanos y el amigo del menor de ellos perdieron la vida en el incendio de su casa, provocado por un hombre que murió en la cárcel

“Hace 31 años a esta hora era la última cena juntos, sin saberlo... Los necesito y extraño cada segundo de mi vida. Los amo. Por siempre en mi corazón”, escribió Matías Bagnato en la red social X a las 21.19 del domingo. Unas horas después, la ira criminal de un hombre vengativo le arrebataría a toda su familia.
Hace 31 años él fue el único sobreviviente del horror que, durante la madrugada del 17 de febrero de 1994, se desató en el barrio porteño de Flores. Las llamas convirtieron en un infierno el chalet en el que vivía con José y Alicia, sus padres, y con Fernando y Alejandro, sus hermanos; el destino puso en esa trampa mortal a un amigo del más chico, Nicolás Borda.
El español Fructuoso Álvarez González, Cacho, como le decían desató su venganza contra José Salvador, su exsocio en una fábrica de zapatillas, al que le reclamaba una presunta deuda. Amparado en el calor de la noche desolada en esa parte de Flores cercana al Parque Chacabuco, pasadas las tres de la mañana, cuando todos dormían, prendió dos bidones de fósforo líquido en la cochera de Baldomero Fernández Moreno 1906 y convirtió la casa de los Bagnato en una pira. Matías, guiado por un vecino y por un policía, logró escapar por una terraza aledaña; su familia quedó atrapada.
Matías debió vivir, desde su temprana adolescencia, con el dolor de la muerte y con el miedo permanente a la venganza del asesino de su familia, que había prometido completar su faena criminal si salía de la cárcel. Esa espada de Damocles se esfumó el 30 de abril de 2023, cuando Fructuoso Álvarez González murió de un shock séptico en el hospital del penal de Ezeiza.
Al cumplirse un nuevo aniversario de la que pasó a la historia como la Masacre de Flores, Matías contó a LA NACION: “Puse ese tuit porque es lo que me pasó siempre todos los 16 de febrero; para mí es más fuerte ese día que el 17. Es el que me afecta mucho más, que rememoro continuamente; estoy todo el día pensando lo que pasó ese día, cómo fueron los últimos momentos con mi familia, lo último que hicimos juntos. Es ese momento que me pasa, ver tantas sillas vacías... estaba solo y recordé una vez más, un año más”.
Matías vivió 30 años en un calvario permanente. Pánico. Miedo por él y por su abuela, que lo crio y que murió el 1 de junio de 2020. El asesino, cada seis meses, los amenazaba con matarlos; pero una infección posterior a una operación de cadera le produjo una septicemia letal.
Matías Bagnato, de 47 años, contó a LA NACION: “Hoy se cumplen 31 años del incendio, del día que me separaron de mi familia para siempre de una forma cruel. Este aniversario me encuentra en pleno proceso de reconstruirme. Van a hacer dos años que murió Álvarez González, el asesino de mi familia. Desde ese momento vengo haciendo un trabajo muy intenso para poder sanar un montón de cosas que toda esta historia nunca me permitió poder sanar. Empecé a tomar conciencia de todas las cosas que tenía naturalizadas y que estaban mal, dormir con un botón antipánico, no poder compartir lo que me pasaba en mi vida por convivir con la maldita palabra ‘miedo’ que me impidió llevar una vida normal, como todo el mundo”.
Agregó: “Durante muchos años, lo dije muchas veces, a pesar de todo lo que me pasó tuve una gran ayuda y suerte, que es que conté siempre con el acompañamiento del periodismo. No es lo común, no siempre hacen un seguimiento de los casos como lo hicieron con el mío. Siempre les digo que estoy vivo gracias a ustedes y también a la gente, que siempre estuvo pendiente de lo que me pasaba”.
El miedo lo paralizaba, le impedía contar las cosas buenas que le ocurrían. Por eso mantenía su vida privada en total hermetismo. Quería alejarlos del peligro, de la fragua vengativa del asesino.
“¿Formaste familia? era la pregunta típica, recurrente, habitual que me hacía todo el mundo. No podía contarlo, el pánico me superaba”, agregó, con pesar. Y añadió: “Hace 12 años que tengo una familia que está compuesta por Nicolás, mi pareja. Ellos tienen una historia familiar particular, son tres hermanos, el mayor, Sebastián, “Sebi”, tiene Síndrome de Down, un coeficiente de un niño de siete años. Es un ser de amor y ocupó ese lugar como si fuese mi hijo, me llenó la vida de paz y de ternura. Él y Nico son mi vida, mis amores. Hoy les puedo compartir con total libertad. Soy feliz, amo a Nico y Sebi. Dios me premió, me llenó de amor del bueno”.
Para Matías Bagnato hay, así, una vida guiada por vínculos fuertes, por el amor de una nueva familia y el recuerdo imperecedero de la familia que el odio asesino de un hombre desquiciado le arrebató hace 31 años.