Francisco, el papa majo
El pontífice ha muerto este lunes a los 88 años.

Nos hemos quedado huérfanos de Francisco, el papa majo. El de los selfies, los chistes y los viajes por el mundo como una banda de rock sin guitarras. El que se atrevió a hacer un documental para Disney respondiendo preguntas de jóvenes no binarios con ganas de escandalizarle y salió victorioso. Un sumo pontífice bastante más moderno de lo que la Iglesia nos tenía acostumbrados que, encima, tiraba de humildad sincera. Lo va a hacer también en su despedida, que dejó claro que quería que se le enterrara como un pastor más de la Iglesia. Y encima se ha ido con los deberes hechos, después de dar la bendición Urbi et Orbe. A ver si la Iglesia sabe darle continuidad a su legado, pero me da que no nos vamos a ver en otra igual.
Jorge Mario Bergoglio, con su carismático acento de Buenos Aries, se convirtió en poco tiempo en la figura más accesible de la barca de Pedro en siglos. Mira que es una institución complicada, con sus jerarquías históricas, pero este papa consiguió que pareciera que las dejaba a un lado. Metió la cuchara en todos los guisos, desde el cambio climático hasta la economía, con su frase de camiseta "el capitalismo mata". También se atrevió a decir que los migrantes son los nuevos mártires, en pleno apogeo de la crisis migratoria en Europa. Todo un dardo a la ultraderecha que tanto va a misa.
Y es que este papa a veces ha gustado más a los que no comulgan hace tiempo que a los que tienen todos los sacramentos encima. Se metió en jardines en los que hacían falta tijeras de podar grandes desde hacía décadas. Lo hizo con la empatía y sentido común que le faltó a todos los que solo supieron silenciarlo. Pese a las críticas, se le recordará por ello. Y por conseguir que se replantease la necesidad de la religión en un tiempo en el que esta se ha cambiado por clases de yoga y criptomonedas.
Todo esto que ha pasado en el mundo en los últimos años, y que está dejando postales vergonzosas para la Historia, tiene mucho que ver con una crisis de valores. Esos la religión los tuvo bastante ordenados durante siglos, con sus aciertos y errores, pero los que toman las decisiones empezaron a decir que no encajaban en el mundo moderno. Uno en el que se prioriza lo personal sobre lo familiar (y ni hablar de lo social) y los libros de autoayuda van antes que las homilías.
Hacia la religión tengo más respeto que fe, aunque siempre la reivindico por si alguien tiene la suerte de conjugar mejor ambas cosas. También porque me molesta que hayan ocupado su espacio partidos políticos que equiparan ideología con moral religiosa. Sobre todo, los de la política progresista, que al final hacen lo mismo que critican de la Iglesia, mirar atrás, pero con una moral basada en la corrección política que consideran más adecuada a los tiempos que la católica. La realidad es que la labor que hace la Iglesia no la hacen los políticos, sobre todo con los que no son de su cuerda. Tampoco tienen la altura que alcanzó Francisco. Ni son tan majos.